Esta nota está dedicada a mi madre: Angela Nuñez Chávez, quien con mucho amor y esfuerzo me dio todo lo que cualquier niño quisiera tener. También está dedicada a todas las madres solteras que con todo el amor del universo sacan adelante a sus familias a pesar de estar en uno de los países más desiguales y machistas del continente.
Mi madre nació en abril de la 1955 en el seno de una familia de muy bajos recursos. Fue la segunda de ocho hermanos y solo pudo estudiar hasta tercero de primaria. Tuvo que, desde que era niña, trabajar vendiendo frutas y verduras en la galería del Calvario en el centro de Cali. Alternaba esta actividad con ventas de mazorcas asadas en el estadio pascual guerrero los fines de semana. A los 15 años quedó en embarazo de mi hermano mayor y tuvo que empezar la faena de su vida por sí misma.
Pasó por varios empleos: hizo zapatos, vendió helados, administró negocios y vendió ropa y zapatos al por mayor y al detal. Todas esas experiencias formaron en ella una capacidad de negociación tan impresionante que no necesitó realizar estudios de educación superior para ganarse la vida de manera digna y pasar de ser una persona de clase baja a una de clase media-alta.
Mi madre trabajó duro. Eran épocas antes de mi nacimiento cuando empezó a viajar a Maicao (Guajira, Colombia) a negociar y comprar mercancía que transportaba hasta Cali para luego venderla a los almacenes del centro de la ciudad. Sola y sin ningún acompañante, tomaba un bus en Cali y atravesaba toda Colombia hasta la Guajira. Ya en Maicao, visitaba a los vendedores (la mayoría inmigrantes musulmanes) con quienes negociaba todo tipo de mercancía. Cuando ya tenía tranzado el negocio, concretaba con "Don Elegante" (el conductor de la tractomula) el transporte hasta Cali. Ella y "Don Elegante" viajaban en la tractomula desde la Guajira con el contenedor cargado, dormían debajo del trailer en hamacas y paraban en pueblos de la costa atlántica a comer y refrescarse. Esta misma travesía la realizó muchas veces.
Su duro trabajo le permitió hacerse a una vida digna y bien acomodada. Podía salir de vacaciones y darle educación a sus dos primeros hijos (mis hermanos).
En 1990 nací yo. Mi padre se fue de la casa cuando yo tenía un año y nunca volvió. A pesar de esto, mi madre siempre me habló bien de él. De lo inteligente que era y de su buen humor. Nunca, durante mi niñez, escuché que mi madre me hablara mal de mi padre. Ahora entiendo que lo hacía para no generar sentimientos de odio en mi mente y corazón.
Tuve todo lo que cualquier niño quisiera tener. Tuve amor, educación, juguetes, salidas a cine y a parques, fui a Disney Landia y nunca me faltó nada. Me gradué de un colegio de Padres Dominicos que afianzó en mí, los valores que mi madre, sin querer, ya me había enseñado. Durante mi adolescencia no faltaron los problemas, pero mi madre siempre con amor me ayudaba a resolverlos.
Mi madre inculcó en mí amor por la educación aunque ella no la hubiera tenido. Nunca me faltaron libros ni cursos de diversos saberes. Tuve clases de piano y guitarra, aprendí inglés y algo de francés. Fue una fiel creyente de que la educación superior nos convertiría en personas diferentes. No le interesaba que fueramos exitosos económicamente como ella, quería más. Sabía que la educación nos brindaría las herramientas para ser personas justas y sensatas. Lo que ella no sabe es que, aunque pudiera tener razón, la mejor educación la recibmos de su seno, de su amor y de su paciencia.
Siempre quise ser médico y mi madre nunca dudó de mis capacidades. Me alentó y pude entrar a estudiar Medicina y Cirugía en la Universidad del Valle (la universidad pública de mi ciudad). Me gradué de médico y cirujano y al final de mi carrera me gané el premio al mejor interno de mi Universidad otorgado por el instituto científico Pfizer. Muchos de mis compañeros, con justos argumentos, pensaron que no merecía el premio. Yo estoy de acuerdo con ellos, tal vez no lo merecía, pero lo que ellos no saben es que Dios no me dio ese premio a mí, se lo dio a mi madre para que su orgullo por mí fuera la mejor recompensa a todo su trabajo, amor y sacrificio.
Mi madre no pudo estudiar, su idea de un colegio es nebulosa y mucho menos sabe lo que es una universidad. A pesar de eso, es la persona que más admiro en el mundo. Es la mujer más amorosa, sensata y justa que conozco. Además, me impresiona su capacidad para multiplicar sus ganancias. Con cariño, siempre le digo que es la pobre viejecita sin nadita que comer, pero ella sabe que no es ninguna pobre viejecita. Es una viejecita llena de todo lo bueno que el universo pudiera proporcionar después del Big Bang y estoy seguro que mis sueños cumplidos son en gran proporción gracias a ella, ya que en parte, son los suyos y su amor infinito me ha permitido lograrlos.
En el día de la mujer y ya que se acerca el día de la madre quería compartir con todos ustedes la historia de mi mamá. Pienso que es un modelo a seguir por todas las mujeres y me siento muy orgulloso y afortunado de ser su hijo.
Finalmente, mami si lees esta nota, este poema es para tí (pídele a alguien que lo traduzca) :
BLESSINGS on the hand of women!
Angels guard its strength and grace.
In the palace, cottage, hovel,
Oh, no matter where the place;
Would that never storms assailed it,
Rainbows ever gently curled,
For the hand that rocks the cradle
Is the hand that rules the world.
Infancy's the tender fountain,
Power may with beauty flow,
Mothers first to guide the streamlets,
From them souls unresting grow—
Grow on for the good or evil,
Sunshine streamed or evil hurled,
For the hand that rocks the cradle
Is the hand that rules the world.
Woman, how divine your mission,
Here upon our natal sod;
Keep—oh, keep the young heart open
Always to the breath of God!
All true trophies of the ages
Are from mother-love impearled,
For the hand that rocks the cradle
Is the hand that rules the world.
Blessings on the hand of women!
Fathers, sons, and daughters cry,
And the sacred song is mingled
With the worship in the sky—
Mingles where no tempest darkens,
Rainbows evermore are hurled;
For the hand that rocks the cradle
Is the hand that rules the world.
Para mi mamá.