Desde la semana pasada, muchas dudas han quedado sin responder respecto a la originalidad del afiche de Rock al Parque 2014, así como ocurrió con las versiones Rock al Parque 2013, 2012 y también con el afiche que promocionaba la popular intervención de graffiti a lo largo de la calle 26 de Bogotá, etc. A pesar de ser múltiples y ampliamente difundidos en redes sociales, lo que también reseñaron algunos portales de internet, tales cuestionamientos parecen no merecer atención alguna por parte de la institución requerida, el IDARTES. Al contrario, con la “legitimación” del último de estos “incidentes” reiterados, de hecho parece delatarse cierta política pública, a nivel local, correspondiendo con las grandes tendencias internacionales en el campo de la visualidad; aplicada no sólo al diseño gráfico, también patente en el graffiti y de manera adversa en las artes plásticas.
Con el ánimo de recoger algo de tales dudas, primero podríamos preguntar a la generalidad de quienes trabajan en estos contextos: ¿Acaso, qué graffiti actualmente en las calles Bogotanas no parece un plagio del inocuo y decorativo Estilo Internacional? Difícilmente hoy se encuentra alguno que no responda al main stream grafitero, “apropiado” del Primer Mundo. Tal como puede ocurrir a nivel local, con una práctica tan tendiente a la imitación como el diseño gráfico. ¿Es aún probable ejercer aquí por fuera de un mismo régimen visual, como siguiendo el dictamen de una moda estricta?, ¿es posible en un contexto donde estas tendencias son abiertamente promulgadas hasta por la Institución Pública, como correspondiendo a lógicas privadas o brindándole su apoyo a la manera de la necesitada expresión de una minoría?
Como por la “mano negra” de cierta limpieza estética, ya extinto el “graffiti político” que caracterizaba consecuentemente las calles en Colombia, definiendo para el movimiento social una alternativa de difusión contestataria a los medios oficiales; hoy aparece conformada una colectividad llevada de cierta Mano Invisible, por la vía de la estandarización creativa, queriendo convertir a los “artistas visuales” en poco más que replicantes del estilo imperante y sus retóricas, a favor de intereses particulares.
Y es que en este Estado Anti-Social de Derechas, tan influenciado por totalitarismos globales; a semejanza y diferencia del Ministerio de Educación Popular y Propaganda, el IDARTES, gestiona la estética a favor de los ideales de La Paz, El Amor, La Vida y demás clichés populistas e irreflexivos con los que la “izquierda” (hoy Petrosantista), como si realmente fuera la derecha, ha buscado comprometer politiqueramente a las artes. Anhelando volver ingenuamente a aquella idea de la ilusión pictórica de una ventana a un mundo ideal, pero requiriendo para tal obra perfilar el cliché histórico del pintor de la corte, acorde a las ínfulas aristocráticas de la clase política colombiana. ¿Será coincidencia que tal tipo de régimen visual, haya sido fuertemente implantado a nivel distrital a partir de la Gerencia de Artes Plástica y Visuales de Cristina Lleras?: Damita de la Cultura perteneciente a aquella realeza criolla de los Lleras, que tiene hoy en la vicepresidencia a Germán Vargas Lleras, nada menos que su primo hermano.
Durante el que fue un oscuro periodo de la gestión pública, el IDARTES en cabeza de esta heredera política de los Lleras, con la conformidad y pago, mediante convocatorias propias, de la cuadrilla de los grafiteros organizados, inauguraron para la opinión pública la categoría de Grafiti Bueno. Actualmente el grafiti “artístico”, el legal, el bien pensante, con moraleja, es la única expresión callejera admisible para el grueso de la población. El resto de intervenciones son “contaminación visual”, hay que hacerles la guerra, lejos están de ser consideradas como “Arte” a no ser que cumplan con códigos de belleza, estilo y respondan con preeminencia a la doble-moralidad que pregona El Estado. ¡Hay que oír la autoridad cómo el General Rodolfo Palomino le encarga a grafiteros, que bien podrían ser ex-compañeros de labor de Diego Felipe Becerra: “Hágame algo aquí alusivo a la vida”!
Así se advierte que el siguiente paso de esta Política “Pública”, es hacer de expresiones diferentes a los de estereotipos pueriles encarnados en los “artistas”, dueños oficiales de la 26 y su hipsteria colectiva, hippichichismo, indigenismo neo-colonial, pseudomisticismo doctrinal, etc., actividades proscritas que merecerán sanciones, censuras y formas de invisibilización silenciosa aún peores que las evidentes tachaduras de Tercera Fuerza y/o la Policía Nacional. En conclusión, la ocupación de Zonas Libres con Graffiti Legal de El Estado, significó el proceso para instituir socialmente una versión de la Ley Lleras, ya no en contra de la Cultura Libre tan propia del espacio público virtual de internet, sino de las calles mismas, contra sus posibilidades de acoger procesos que generen tejidos sociales autónomos y no directamente urdidos, conforme a los intereses privatizadores de El Estado.
Por otro lado, también es grave observar cómo frente al claro señalamiento que muchos hicieron en redes sociales advirtiendo un plagio en el nuevo afiche de Rock al Parque, premiado por el IDARTES. Rápidamente, el mismo día de la polémica; esta institución, antes de transigir y admitir un error —¿por cuarta vez?—, lo que evidenciaría un vicio en las políticas que le fueron otrora implantadas, siendo esta la oportunidad para emprender un proceso auto-reflexivo de cara a la ciudadanía, etc. Prefirió esquivar las temidas críticas, reaccionando precozmente en un pusilánime intento por “lavarse las manos”. Así, la institución, se puso a la defensiva, escudándose detrás de la justificación del “artista”, “autor” de la “obra”, al que cita en su comunicado alineándose con él mismo, como si de las palabras legitimadoras, reverentes e irreprochables de un experto se tratara: “Como diseñador admiro desde hace años el trabajo y la estética del ilustrador Mc Bess, el cual me ha influenciado en el desarrollo de una línea gráfica que puede evidenciarse en mi book creativo.”
Paralelamente al ridículo institucional, ha sido peor ver en las redes sociales, donde principalmente se dio el debate, cómo muchos diseñadores —profesión que sigue el grueso de los graffiteros, compartiendo además las mismas estéticas—, han asegurado que este no es un plagio, rotunda y simplemente pero sin argumentos, más allá de algunos que reconocen entre ellos mismos la copia como una práctica cotidiana y legítima en su medio. ¡¿Acaso, afirmando así una ética laboral particular con base a la que se otorga tal reconocimiento a su colega en la imitación, y de paso respaldando a la institución que reconoce como “Artistas”, a estos “copystas” de su publicidad política pagada?!. En últimas, preguntémonos aunque la institución no responda: ¿El régimen visual aquí planteado es la opción a falta (por censura e invisibilización), de obras contextualizadas, realmente alternativas, con motivaciones propias, sentido político o social, etc.?. ¿Cómo debe entenderse la similitud de estas piezas gráficas con sus “referentes”, desde la perspectiva de El Estado que los patrocina?; ¿será que estos premios a presuntos plagios, se explican como la continuación a un legado de homenajes emprendidos por el distrito, mediante el reconocimiento a nuestros jóvenes “artistas”, inspirados en honorables Maestros del proyecto totalitario de un Estilo Internacional?