A la educación pública no le va nada bien: no la quieren y le incumplen las promesas que le hacen para sacarla del abandono y el desprestigio en que se halla sumida.
El 86 % de los 10.000 beneficiados con las becas otorgadas por el gobierno prefirieron estudiar en universidades privadas. Un resultado que no sorprende tras décadas de estigmatización y debilitamiento de la universidad pública. En igual proporción contestarían los demás jóvenes colombianos que esperan un cupo universitario.
En Bogotá la matricula en colegios públicos descendió de 1.024. 426 en el 2009 a 883.1777 en el 2014. En los últimos cuatro años 150.000 niños y jóvenes, pertenecientes a los estratos más pobres, se han ido de los colegios públicos distritales y han optado por matricularse en colegios privados. Han preferido pagar antes que aceptar un cupo gratuito en un colegio público.
Para muchas familias pobres la educación pública resulta cara, aunque sea gratuita. Asisten a ella por pura necesidad, no tienen otra opción y cuando la tienen piensan igual que los jóvenes becarios. Las capas medias hace mucho tiempo optaron por la educación privada y abandonaron la educación pública, poco importa que tengan que sacrificarse pagando matrículas y pensiones de estrato seis, aunque sus ingresos sean de estrato cuatro.
Nuestra mala educación tiene su origen en la indolencia e inveterada despreocupación de las élites por la educación pública. Como lo señala acertadamente Armando Montenegro “los orígenes del abismo educativo —buena educación privada para las élites y mala educación pública para las mayorías— se encuentra el hecho de que los líderes de las nuevas repúblicas en el siglo XIX, al tener resuelta la educación de sus hijos en colegios privados, carecieron de incentivos para crear un sistema público para todos. En Estados Unidos y varios países europeos, en cambio, se estableció una educación pública general, de tal forma que si los dirigentes querían mejorar la instrucción de sus hijos, debían apoyar el sistema del Estado”.
Los anuncios electorales por fortalecer la educación pública se han quedado en el olvido. Un gran abismo separa las promesas del presidente Santos en materia de educación, con su política real y concreta plasmada en el Plan de Desarrollo, irónicamente titulado Todos por un nuevo país; paz, educación y equidad.
En campaña agitó un prometedor y bien pensado programa educativo, con el cual se pusieron de acuerdo desde el empresario Pedro Gómez Borrero hasta la propia Fecode, quienes entusiastas respaldaron la reelección de Santos. Las promesas educativas contemplaban asuntos de gran calado como 1. Dignificar la profesión de los maestros y mejorar sus salarios, de manera que sean comparables con los de las profesiones mejor pagadas; 2. Garantizar la educación y nutrición de 2,4 millones de niños en condición vulnerable y con discapacidad; 3. Impulsar una 'revolución tecnológica', a través de la entrega de computadores a los 350 mil maestros de colegios públicos y tabletas a los estudiantes; 4. Establecer una jornada única escolar, para que los niños y jóvenes pasen menos tiempo en las calles y hagan un buen uso del tiempo libre; 5. Impulsar la Estrategia Nacional de Bilingüismo que contemplará seis horas de clase a la semana a estudiantes de primaria y secundaria; 6. Modernización de 1.000 escuelas rurales que estarán dotadas con centros de cómputo, bibliotecas actualizadas; 7. Triplicar los créditos educativos subsidiados, sin intereses reales y generar becas de sostenimiento para la educación superior; 8. Creación de 400.000 nuevos cupos en las instituciones de educación superior y fortalecimiento del Sena; 9. Involucrar a las madres y padres en el proceso formativo a través del programa ‘Todos por la Educación’; 10. Poner la formación en valores, ética ciudadana y prácticas democráticas en el centro de la agenda educativa del país.
Al leer el Plan de Desarrollo en materia educativa, todas las sólidas y coherentes promesas de campaña se desvanecen: de un total de 206 artículos que conforman el Plan, solo 9 están dedicados a la educación y de estos solo 6 se ocupan propiamente del tema educativo, un verdadero parto de los montes. Después de tanto alboroto y polvareda el tema de la educación queda reducido a:
Artículo 51. La educación media será obligatoria, para lo cual el Estado adelantará las acciones tendientes a asegurar la cobertura hasta el grado once (11) en todos los establecimientos educativos de manera progresiva.
Artículo 53. El servicio público educativo se prestará en las instituciones educativas en jornada única, durante al menos siete (7) horas al día. Tratándose de preescolar el tiempo dedicado será al menos de seis (6) horas. (…). Parágrafo. El Gobierno Nacional y las entidades territoriales certificadas en educación, diseñarán planes para la implementación, de forma gradual, de la jornada única en un plazo que no supere al año 203”.
Artículo 54. Sistemas nacionales de educación. Créese el Sistema Nacional de Educación Terciaria (SNET). Créase el Sistema Nacional de Calidad de la Educación Superior (SISNACES). Créese el Marco Nacional de Cualificaciones (MNC).
Artículo 55. Créese el Fondo de Financiamiento de la Infraestructura Educativa, como una cuenta especial del Ministerio de Educación Nacional.
Artículo 56. Créase el programa para la implementación de la jornada única y el mejoramiento de la calidad de la educación básica y media, el cual se constituirá como un fondo cuenta de la Nación, adscrito al Ministerio de Educación Nacional
Artículo 57. Los beneficiarios de créditos de Educación Superior que se encuentren registrados en el SISBÉN, y que terminen su programa, sólo pagarán el capital prestado durante su periodo de estudios, más la inflación causada.
Otros dos artículos se ocupan de la adjudicación de predios baldíos para la educación y la primera infancia (Articulo 59) y la Titulación de la posesión material y saneamiento de títulos con falsa tradición sobre inmuebles para la educación y la primera infancia (Artículo 60). Y pare de contar.
De los diez puntos prometidos en medio de las angustias electorales todo ha quedado reducido a seis artículos de carácter genérico, vago e impreciso, sin ambición.
La propuesta de Pedro Gómez Borrero y la Fundación Compartir de mejorar la calidad de los docentes, mediante un programa de formación, la nivelación de sus salarios al nivel de otras profesiones y reclutar los nuevos maestros entre los mejores bachilleres, aceptada por el presidente Santos quien en su momento manifestó estar “plenamente de acuerdo con la idea de que los docentes son la base de la calidad de la educación, este estudio (el de la fundación Compartir) oficialmente lo adoptamos como nuestro, porque llegó la hora de poner a los docentes, maestros, como prioridad”, quedo reducida al otorgamiento de 3.000 becas-créditos para maestros, que representan el 1 % de los 300.00 maestros públicos.
De lo prometido a los maestros para lograr su apoyo electoral nada se ha cumplido. El candidato Santos nunca los ha recibido como presidente. Gina a duras penas los recibe. Por eso estamos como siempre: una masiva movilización en todo el país para presentar un pliego de peticiones y el anuncio de que volverán a los paros indefinidos.
Incumpliéndoles a todos las promesas, desde Fecode hasta Pedro Gómez Borrero, es muy difícil convertir la educación en el gran propósito nacional. Así no se puede, así seguiremos en lo mismo: sobrellevando una pobre educación pública para pobres, así a estos no les guste, tengan que resignarse y seguir creyendo en la paz.
