Durante el último siglo las riquezas naturales de Colombia han sido saqueadas. Gobierno tras gobierno, uno a uno sin excepción, permitieron que las multinacionales extrajeran los hidrocarburos y minerales con la mayor voracidad y el menor beneficio para el país. En 1906 el gobierno de Rafael Reyes otorgó la primera concesión petrolera del país a su ahijado Roberto De Mares, para explotar los manantiales de petróleo de Barrancabermeja. En 1919, de Mares vendió por USD 125 000 el derecho de explotación a la Tropical Oil, subsidiaria de Standard Oil de Rockefeller[1].
La política petrolera del país fue establecida en el estatuto de 1919, bajo el gobierno de Marco Fidel Suárez. La ley determinó regalías de 6 % y 10 %, aumentando en un punto porcentual cada 10 años de explotación. Con relación al ritmo, fue definido que “todo yacimiento de petróleo será explotado de acuerdo con su capacidad”[2], no de acuerdo a los intereses del país. Según el escritor Jorge Villegas, “la verdad es que el país recibió a casi veinte años de la intervención yanqui en 1903 veinticinco millones como reparación por los perjuicios causados, pero realmente se entregaron como gratificación por la cesión a los yanquis de algo tan valioso como el departamento de Panamá, si este pudiera tasarse en dinero: la riqueza petrolífera” [3].
Solo a partir de la creación de Ecopetrol en la segunda mitad del siglo veinte, gracias al esfuerzo de los trabajadores nacionales, se recuperó algo de la soberanía de este recurso, con los contratos de asociación. Pero el beneficio para el país duró muy poco. En 2003, bajo el gobierno de Uribe Vélez, el país regresó nuevamente a los contratos de concesión, a la escisión de Ecopetrol y su lento pero permanente marchitamiento, que se traduce hoy en la existencia de 28 subsidiarias, 9 de ellas en paraísos fiscales y hasta un banco en Suiza desde donde se fraguó el desfalco a Reficar.
La escisión de Ecopetrol en el 2003 y su lento pero permanente marchitamiento,
se traduce hoy en la existencia de 28 subsidiarias, 9 de ellas en paraísos fiscales
y hasta un banco en Suiza desde donde se fraguó el desfalco a Reficar
Pero el petróleo del país nunca se usó para su desarrollo. Tan solo en los últimos 7 años la renta petrolera ha significado recursos al Gobierno Nacional por $ 84,1 billones y cualquiera se preguntaría: ¿En dónde está el fondo de ahorro del país con esos recursos? El Fondo de estabilización de precios de los combustibles tiene un déficit USD 2 billones para 2017. ¿En dónde está la infraestructura para hacer más competitiva a Colombia? En calidad de la infraestructura ocupa el puesto 110 entre 137 países.
Tras los descubrimientos de Cusiana y Cupiagua en las décadas de 1980 y 1990, la decisión política de la clase dirigente tradicional fue que Colombia no debía transformar el petróleo en bienes de valor agregado, sino vivir de la renta como nuevos ricos. La riqueza se dilapidó, se sacrificaron la agricultura y la industria en el proceso y al petróleo le quedan menos de 6 años de reservas.
La única alternativa que brindan quienes despojaron la riqueza es soñar con encontrar más recursos naturales para seguir haciendo lo mismo. Lo demostró el presidente Santos con la entrega del páramo de Santurbán y el ministro Cárdenas ofreciendo a los especuladores lo que queda de los activos de Ecopetrol.
Colombia ha enfrentado la maldición de los recursos naturales, pero no por el recurso como tal sino por su manejo, que debe cambiar si se quiere un país próspero. Noruega es un ejemplo de que puede haber gobiernos que lo hagan bien.
[1] Historia de los trabajadores petroleros. Gustavo Almario. Cedetrabajo, 1984.
[2] Ley 120 de 1919 (Diciembre 30) “sobre yacimientos o depósitos de hidrocarburos”. Publicado en La Gaceta No. 90 del 20 de Abril de 1920.
[3] Petróleo colombiano, ganancia gringa. Jorge Villegas. El Áncora Editores, 1985.