La maldición del fútbol profesional en Popayán

La maldición del fútbol profesional en Popayán

La ciudad cuenta con una de las más penosas reputaciones deportivas del país: cinco equipos la han tomado como sede, pero ninguno ha logrado consolidarse. ¿Qué pasa?

Por: Héctor García
marzo 22, 2019
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La maldición del fútbol profesional en Popayán
Archivo Luis Campo

En total fueron 7 años, 94 meses, 377 semanas y 2 858 días en los cuales Popayán tuvo la opción más latente y tangible de un equipo profesional de fútbol colombiano, disputando finales y peleando el ascenso con el América de Cali; un sueño que quizás, nunca más se repita para la ciudad de los próceres, el apellido y la tradición.

Contexto y antecedentes

Al hablar de Popayán, el imaginario que se crea se basa en el de la ciudad universitaria, las procesiones de Semana Santa, las empanadas y tamales de pipián, la ‘carantanta’, el ‘champús’, la ciudad religiosa, colonial y blanca de Colombia, pero ¿cuántas veces han escuchado que Popayán figure en la órbita del fútbol nacional?

Quizá una cosa no tenga que ver con la otra, además porque cada ciudad, municipio o región, tiene su propia identidad, y al parecer bien merecida la tiene esta capital, pero por lo mismo se vuelve un idilio poder entender el por qué la relación entre el deporte y Popayán no ha dejado los frutos esperados ni los deseados.

En 1995 se conformaría en la ciudad la primera raíz futbolística, el Deportivo Independiente Popayán; en 1998 un paso fugaz de la escuela Carlos Sarmiento Lora no sería más que un capítulo para contar; en 1999 el Club Atlético Popayán; en el 2002 el recordado Dimerco Real Popayán, actual Valledupar Fútbol Club y que según se conoce en el argot periodístico de la ciudad, fue una mala decisión y la pérdida del único cupo para disputar la segunda categoría del fútbol profesional en Colombia y por último, en el 2011 la esperanza que ya no existe del Universitario de Popayán.

Al parecer, los mismos antecedentes revelan el porqué de esta situación y es simple, los cinco equipos que han pasado por la ciudad, equipos establecidos profesionalmente para disputar una competencia, no prosperaron; por apoyo, infraestructura, recursos y sustento, claro; más allá del sentimiento, se debe entender que el fútbol es un negocio el cual si en una ubicación no genera lo esperado, no queda más que cerrar o cambiarse, esa es la lógica básica de la economía.

Final de la película

Todo se reduce entonces, a un desenlace para muchos acertado y para otros apresurado; porque se cree dentro de las tertulias locales, que un equipo al ser de una ciudad, debe por consiguiente incluir jugadores solo de la localidad y esta es una de las tantas razones por las cuales los conformes creen que llevarse el equipo de Popayán era lo más sensato y justo.

Claro, es muy válido y respetable querer que si es un equipo es payanés, los 23 jugadores deban ser naturales de la ciudad; pero sería absurdo, ilógico y egoísta, pretender conformar una nómina solo con jugadores de una misma región.

Esa ideología es lo que hace que lastimosamente Popayán permanezca en el letargo mental y socio-económico. Estudien e indaguen las nóminas de todos los planteles del mundo, empezando por los más cercanos hasta los países que nos llevan más de 10 horas de ubicación, y verán que más del 70% por equipo no es de la ciudad para la que juegan. ¿Habría ganado Boca Juniors el único Mundial de Clubes o Campeonato Intercontinental para América Latina si solo hubiera participado con jugadores nacidos en Buenos Aires? ¿Tendría el Real Madrid 13 copas de Europa jugando solo con futbolistas locales?

No se trata de preferencias, ni de intereses particulares. Se trata de talento.

No se puede negar que el norte del Cauca ha sido cuna de grandes deportistas, prueba de ello son las participaciones de los caucanos en la Copa Mundo Brasil 2014 y Rusia 2018. Entonces, los localismos y el egoísmo no solo han privado la escena del fútbol en la ciudad, sino que indirectamente causaron la huida de la única esperanza para Popayán.

Ahora solo resta esperar a tener un estadio digno. Cosa que se avizora muy lejana. Tener unas buenas bases económicas y aguardar a que un empresario dueño de cualquier equipo se fije en la ciudad como sede, o en el peor de los casos, esperar la libertad de cupo de algún equipo para comprarla y optar por participar en el fútbol profesional de Colombia, pero hasta entonces. Quedará en los corazones de todos y en el recuerdo imborrable de unos cuantos.

 

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