Estos ciclistas colombianos son de acero, inmunes a las caídas, a los martirios más absolutos. Ya lo dijo alguna vez Miguel Induraín, ser el mejor en el ciclismo es profundizar lo más que se pueda en el dolor. Y esa ha sido la clave de Nairo, quien ha soportado ser atropellados por volquetas, una extraña enfermedad cuando era niño que casi lo mata. A todo se repone.
En este Tour venia fuerte, con un equipo débil que igual confiaba en él, que lo asumió como el gran líder que es. Venía bien hasta que en la etapa 13 -ese maldito número- se cayó. Los rigores de la caida se ven en esta foto:
Con toda la fe del campesino, con su coraje, Nairo no sólo terminó la etapa sino que no perdió todas las opciones en el Tour. Si se recupera puede remontar el tiempo en las etapas de los Alpes. Pero ¡qué de malas es Nairo! En el 2013, cuando fue segundo, perdió cinco minutos en las primeras etapas cuando cumplía labores de gregario del lider del Movistar en ese momento, Alejandro Valverde, en el 2015 los vientos lo cortaron por un descuido en la segunda etapa y perdió un minuto. A la última etapa, la del Alpe de Huez, intentó atacar antes del último puerto y los vientos volvieron a jugarle una mala pasada. El ataque sobre Froome le reportó descontarle más de un minuto. Al final no ganó por 70 segundos. En esa época nadie podía disputarle una carrera al británico y su equipo, sólo el de Cómbita.
Después vinieron las enfermedades, las alergias derivadas del pólem, la mezquindad de su antiguo equipo, el Movistar. Y ahora, cuando estaba listo para ganar la gran Vuelta que le hace falta, un accidente lo tiró al piso y lo hizo llegar como un nazareno a la meta.
Igual verlo llegar así, como un guerrero magullado pero no acabado, nos llena de orgullo.
