La maldición de los sueños rotos

La maldición de los sueños rotos

Un estudiante de la maestría en Escrituras Creativas de la Unal se dio a la tarea de escribir una respuesta al texto 'La maldición de tener hijos' de Iván Gallo

Por: Anderson Zambrano Laverde
junio 17, 2019
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La maldición de los sueños rotos
Foto: Pixabay

En la actualidad hemos erigido no más de cinco pedestales, políticamente correctos, desde donde nuestra frustración como seres humanos señala con el dedo a los otros para sentirnos más tranquilos. Hoy voy a hablar de la traída de los hijos al mundo, en parte, como respuesta a la estúpida columna del niño que no sale de la casa y se la pasa fumando porros (que a mí me encantan) mientras mira YouTube; porque es tan infantil como los que critica. Este niño presenta el argumento de que un asado un niño le echó unas galletas en la cabeza y de ahí se despotrica en argumentos sin asidero ni cimientos para expresar la frustración de no ser lo que quiso.

Subirse al pedestal políticamente correcto de la antinatalidad, como a otros, es la manera más facilista de excusarnos a nosotros mismos con nuestras frustraciones, de tomar una posición política de manera ecléctica y de paso inscribirse socialmente en un mundo capitalista que nos ha programado para sentir culpa de lo que somos. ¿Qué la inmensurable población mundial está acabando con los recursos naturales? Sí, nos culpamos de bañarnos durante una hora mientras las grandes compañías desperdician trillones de toneladas de agua diariamente.

¿Quién va a estabilizar el mundo si no existen próximas generaciones? Hay que hacer controles de natalidad, claro, y educar para proteger la tierra. Si ustedes, fatalistas, sienten que no tienen lugar en el mundo y no quieren hacer nada por él sean coherentes y muéranse. Dejen de desperdiciar el agua del excusado mientras despotrican de un mundo que no tiene esperanza para ustedes. Y yo también me leí a Cioran y a Pessoa.

Somos la generación que se duele de la vida, la que llora porque la mamá no nos trae la cena mientras jugamos videojuegos, todo nos hiere, somos una caja de cristal que dice: “no me mires porque me quiebras”. Tenemos los sueños rotos porque nos han moldeado para ser lo mismo, para erigir nuestro ego entre los demás, y en un carrito de cinco personas solo uno puede ser el conductor. No será que están buscando la vida donde no está, en los reconocimientos sociales y en el otro. Yo sí soy capaz de vivir con ustedes y respeto su crítica, siempre que desestabilice el establishment político y no se sume a sus lugares comunes, como Mr. Gallo, para canalizar las frustraciones de haber nacido.

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