El Valle del Cauca es poseedor de unos suelos que pueden ser considerados de los mejores del mundo, por lo tanto, en sana lógica, debieran estar dedicados a una variada y rica agricultura, pero que Colombia, en su desidia e ignorancia, los está desperdiciando y destruyendo.
En la parte plana, que consta de unas 300.000 hectáreas, hay unas 80.000 con problemas graves de salinidad pero que pueden y deben ser recuperables ( no sé, de esta cantidad, cuantas han sido aportadas por el cultivo de la caña), por lo que la cifra a considerar son una 220.000 hectáreas aptas y disponibles, pero que están sembradas hoy, en un 90%, en el monocultivo de la caña de azúcar, sin considerar que estas tierras están conformadas con suelos de clase agro-geológica I, II, III y IV, pertenecientes a los órdenes inceptisoles, molisoles y vertisoles que se caracterizan por ser suelos que tiene capas agrícolas que van de moderadamente profundas a profundas, con texturas que van de francas a franco-arcillosas hasta arcillosas, con niveles de retención de humedad que van de medianos a buenos y con niveles de fertilidad de medianamente a altamente fértiles, mejor dicho, de los mejores del mundo.
En este punto quisiera rememorar un acontecimiento sucedido en el 82, un año antes de graduarme de agrónomo, cuando a la Universidad Nacional de Palmira fue de visita el que en ese entonces era el ministro de Agricultura de Israel, y en su mal español nos decía, medio en chiste, que ojalá la tierra prometida hubiese sido el Valle del Cauca y no Palestina para poder ser ellos los mayores productores de alimentos del mundo y así repetir el ejemplo del milagro del mana cuando el pueblo judío vagaba en el desierto.
El asunto es que ya desde esa época se hablaba de que la caña es un cultivo altamente dañino para los suelos pues estos son sometidos a permanentes lavados, por lixiviación, corriendo el riesgo inminente de salinizarlos o alcalinizarlos, dependiendo de la calidad del agua, esto como consecuencia de los altos niveles de riego a que son sometidos, igualmente, que es un cultivo voraz con el recurso hídrico, ya que hace uso de niveles exorbitantes de agua no solo para la parte agronómica del cultivo sino en la parte industrial, al extremo que han ido apropiándose y quedándose con las mayorías de las fuentes hídricas del Valle del Cauca; los mayores de edad hemos sido testigos de cómo se han ido secando los cauces de innumerables ríos y quebradas en el área de influencia de este cultivo, podríamos dar como ejemplo los casos del río Tuluá, el Guadalajara, el Bolo, el Sabaletas, el Fraile y tantos otros convertidos en simples zanjas de drenajes de los Ingenios, y la lista es muy larga, sin embargo, un gremio poderoso como el de los azucareros, no solo con el poder de lobby que tienen en el congreso sino en la misma sociedad, han logrado, a partir de medias verdades y grandes mentiras generar un escenario de crisis que no es tal, como cuando insinuaron y lograron acabar con el empleo de los corteros de caña para imponer el corte mecánico y crear allí sí una crisis social que debió asumir el resto de la sociedad.
Todo esto a propósito de las opiniones alarmistas de los cañicultores, que fueron difundidas en los últimos días por la prensa, expresadas estas a través de uno de sus directivos, quejándose sobre los bajos precios del azúcar en los mercados internacionales, donde sutilmente empiezan a presionar para obtener beneficios, quizá subiendo todavía más el precio interno de este producto, ya que se quejan ellos que estos no alcanzan ni para cubrir los costos de producción, sin considerar ni advertir a los lectores de esta noticia, que a la par del negocio del azúcar estos tienen el monopolio de un negocio gigantesco, monumental, enorme, colosal, hecho a la medida y en exclusiva para ellos, para hacerlos más ricos y más poderosos, como lo es el del alcohol carburante, en el que el galón de alcohol se reconoce a precio del galón de gasolina, y donde igualmente han logrado que el precio interno de la libra de azúcar sea casi el doble del valor que en el mercado internacional. Ante estas quejas desproporcionadas o abusivas es un buen momento para revaluar la ubicación de este negocio o cultivo que está poniendo en grave riesgo unos suelos que son o deben ser para el beneficio general, el de toda la sociedad, por muy de particulares que sean las tierras, pues este cultivo va a acabar con un patrimonio nacional sin ninguna contraprestación de aquellos que los están usando, usufructuando y acabando y que deben, tienen y pueden trasladar y desarrollar en suelos más pobres.
¿Sera que no somos capaces de entender el tamaño de esta pérdida para las generaciones venideras, o no nos importa?