La malaria y la guerra contra las vacunas

La malaria y la guerra contra las vacunas

Intentan posicionar RTS,S, una vacuna contra la malaria, mientras se le ponen zancadillas a Patarroyo

Por: Carlos Fernando Márquez M.
julio 27, 2015
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La malaria y la guerra contra las vacunas
Foto: tomada de unicef.es

El anuncio del desarrollo de un nuevo medicamento, procedimiento o vacuna siempre será motivo de alegría, especialmente para sus potenciales beneficiarios. Sin embargo, en el caso de RTS,S, la vacuna contra la malaria que según la Organización Mundial de la Salud, OMS, dicen que “podrá aplicarse a partir del 2017”, por lo que es necesario leer entre líneas y analizar algunos detalles importantes antes de descorchar la champaña. También es bueno recordar que una parte importante del presupuesto de las empresas farmacéuticas se invierte en publicidad y comunicación comercial, porción usualmente mayor que la invertida en investigación y desarrollo.

Infografía Dadaviz - La malaria y la guerra contra las vacunas

RTS,S no es la primera vacuna contra la malaria, sino la SPf66, creada en 1987 por el científico colombiano Manuel Elkin Patarroyo, que es, además, la primera vacuna producida químicamente en laboratorios y la primera contra un parásito en el mundo. Otra cosa es que haya quienes pretendan autopromocionarse desconociendo lo que está en cualquier libro de historia de la medicina.

RTS,S o Mosquirix, su nombre comercial, es una vacuna recombinante, es decir, biológica, que requiere cadena de frío para su conservación, con todos los inconvenientes que eso implica, desarrollada por GlaxoSmithKline, GSK, con financiación de la Fundación Bill & Melinda Gates, la PATH Malaria Vaccine Initiative y otras organizaciones, a un costo de 1800 millones de dólares. En términos simples, la vacuna consiste en fragmentos de Plasmodium falciparum, el parásito que ocasiona la malaria, insertados mediante técnicas de ingeniería genética en moléculas del virus causante de la Hepatitis B que, mezclado con un potente adyuvante o inmunopotenciador, llamado AS01, también patentado por GSK, se vuelve soluble para poder inyectarlo a las personas que se vacunan. Curiosamente RTS,S se prueba directamente en humanos. No hubo ensayos en monos. No obstante, haberse desarrollado mucho tiempo atrás, exponiendo grandes grupos de población a los efectos no suficientemente estudiados de la vacuna, genera resultados indeseados de la vacuna y bajos niveles de protección contra episodios de malaria severa según lo ha denunciado la más importante publicación científica, en su edición del 9 de noviembre de 2012, bajo el título “Malaria Vaccine Candidate Gives Disappointing Results”, y también importantes medios de comunicación internacionales como el New York Times y Nature.

Esta vacuna funciona, teóricamente, durante el estadío inicial de la infección, el que los expertos llaman esporozoítico; es decir, el que se da justo después de la picadura de la mosquita Anopheles infectada. No se sabe con exactitud lo que sucede con los esporozoitos que evaden la acción de la vacuna y siguen desarrollándose hasta alcanzar formas maduras y mucho más agresivas que ocasionan la muerte de 800 mil personas cada año.

El parásito de la malaria está formado por 5634 proteínas, cada una formada por miles de aminoácidos, de los cuales para la RTS,S se utiliza un fragmento muy corto, localizado entre el aminoácido 207 y el 395 de la proteína CSP, (Circumsporozoite Surface Protein), es decir, alrededor del 30 % de una sola de las proteínas que conforman el patógeno. El resultado es un océano de posibilidades a favor del bicho y muy pocas a favor de la humanidad, lo que explica la dificultad para protegerse contra él, que lleva millones de años de evolución mientras las vacunas empezaron a estudiarse hace apenas 30 años.

Es esa la razón por la que artículos diferentes publicados en Nature y The Lancet informan que la RTS-S, ensayada por Pedro Alonso, exalumno de Patarroyo, presentaba un número significativo de casos de convulsiones, meningitis y otros eventos adversos entre los vacunados. Adrian Hill, director del Instituto Jenner de la Universidad de Oxford, calificó de "decepcionantes" los resultados alcanzados.

Los resultados a que se refiere el Dr. Hill son, según un artículo publicado por el New England Journal of Medicine, NEJM, la protección de tan solo el 31 % de los bebés de 6 a 12 semanas que fueron vacunados, aunque, según los investigadores, estos resultados no deslegitiman los de hace un año en los que se protegió al 57 % de niños de 5 a 17 meses; es decir, apenas lo alcanzado por la SPf66 de Patarroyo hace 28 años.

Pero los resultados mediocres señalados por los investigadores y publicaciones científicas no deben preocupar demasiado a la farmacéutica, que cuenta con elementos importantes de su andamiaje en posiciones clave, lo que les garantiza publicidad, respaldo y un estupendo flujo de caja. Ripley Ballou, antiguo investigador en malaria del Walter Reed Army Institute, del ejército de los Estados Unidos, ocupa el cargo de Vice President of Emerging Diseases en GSK; Joe Cohen, creador de la vacuna RTS,S, es asesor de Investigación y Desarrollo allí mismo, y el médico español Pedro Alonso, miembro del equipo, fue nombrado recientemente Director del Programa Mundial de Malaria en la OMS. El diseño, la ejecución y la aplicación concentradas en un mismo grupo. Un esquema inteligente, sin duda.

Mientras tanto, en Colombia Patarroyo invierte mucho de su tiempo sorteando las zancadillas que le ponen la burocracia oficial y algunos animalistas acérrimos. En sus ratos libres se ocupa de los retos científicos que le plantea el diseño de vacunas gratuitas y fáciles de producir y conservar.

Mísero triunfo, si lo consiguen, el de los enemigos agazapados de Patarroyo: frenar su trabajo para que otros desarrollen una vacuna costosa contra la malaria, lo que la pone fuera del alcance de quienes realmente la necesitan, los países pobres de Latinoamérica y África, cuyos ingresos apenas alcanzan para malvivir pero no para proteger su salud. De eso tan bueno nunca han dado tanto.

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