Hasta la fecha ese silencio contra el humor periodístico en Colombia ha llevado al asesinado de 164 periodistas por hacer su trabajo. Hacer memoria sobre ese periodismo que ha resistido entre la palabra y la guerra, en parte, es devolverle la dignidad a quienes han reconstruido la verdad de nuestra historia.
Hablar sobre Garzón Vive, serie transmitida por el canal RCN, deja muchos interrogantes sobre la forma y el hilo conductor que esta lleva para contar la verdad. A 18 años de su muerte el caso permanece impune, muchas de las informaciones que hoy se tienen sobre el asesinato de Jaime Garzón se han cubierto por polvo, avanzada las investigaciones la justicia colombiana sabe que detrás de este asesinato estuvieron las AUC y su líder máximo. Pero al mismo tiempo hoy hay personas interesados en ocultar la verdad, “esa verdad que nos ha comido tanto”, y que aún sigue desviando y manipulando testigos como lo sabe hacer.
Garzón Vive ha sido calificada por la audiencia como un producto de mala calidad, con muchas falsedades, injuriando la memoria de uno de los periodistas y humoristas más queridos por la Colombia de los 90. La teleaudiencia colombiana ha visto como una gran hipocresía la realización de ese homenaje a Jaime Garzón por parte de RCN, siendo este un canal que se ha caracterizado por manejar un concepto guerrerista en cada una de sus franjas; mientras que Garzón es considerado como un intelectual amante de la paz y el diálogo.
En uno de sus capítulos indigna cómo mostraban a Carlos Castaño, autor responsable del asesinato de Garzón, como un “misericordioso”. RCN debería mostrar otras caras, caras que hoy deberían estar asumiendo condenas. Además, a los relatos de la serie les falta mucha coherencia, sin contar con que se presenta un humor muy pobre.
RCN intentó mostrar Garzón Vive como un espacio para atraer esa audiencia que día a día va en declive, olvidando que el pueblo colombiano ya está cansado de mentiras y manipulaciones. De hecho, esa ha sido una crítica en redes sociales, sin dejar de lado el desinterés que han mostrado por la supuesta objetividad; sumándose a la vez esa lectura con la que narran sus noticias y la poca ética que hoy le queda en sus programas de opinión.
