Distinto a como pueda lucir por encima, La Maestra de Kínder del director israelí Nadav Lapid, es una película de suspenso psicológico, es decir, una feel good movie que pueda recordarnos a Billy Elliot. La atracción fatal de dos personajes muy delicados, una maestra de kínder y uno de sus alumnos, la hace tremenda.
Pensemos en La Pianista de Michael Haneke sin el aditamento del erotismo, pero imaginemos todos los límites que puede cruzar una maestra obsesionada al descubrir el extrañísimo comportamiento de uno de sus alumnos de párvulos. Es un niño poeta inmerso en un mundo melancólico y fatalista que declama, en medio de trances, los más bellos poemas sobre el abandono y el desamor. Escucharlo es un deleite, porque en medio del trance creador este niño describe los infiernos que un adulto debe de atravesar cuando se enfrenta a un mal amor. Por supuesto, una de las grandes virtudes de La Maestra de Kinder es empujarnos a confrontar esos miedos de la boca de un enfant terrible brillante y tormentoso.
Sin embargo este complejo personaje no sería total si no va de la mano de su institutriz, una mujer en un constante proceso de creación poética que en un punto de la película abandona el sin sentido de su familia, un hijo luchando guerras ajenas y quien además le parece ajeno, a su aburrido esposo y a su aburrido amante, para enfocarse y con una obsesión peligrosa, a este niño imprevisible que te produce escalofríos, pero cuya mente y destellos de inspiración te hipnotizan. Da un terror terrible el pequeño poeta, pero da también una curiosidad enfermiza ver cómo, este pequeño con sus silencios peligrosos, empuja al vació y a un torrente peligroso la vida vacía de su maestra.
La Maestra de Kínder es una película muy compleja, precisamente porque nos pone de frente a un niño que no nos inspira le ternura de la niñez, sino que nos adentra a una mente oscura que pese a sus momentos de brillantez absoluta, nos despierta los terrores naturales de la vida adulta, sobre todo con el amor. También es difícil por la incómoda situación en la que nos pone, la de ver a la maestra de kínder queriendo encontrarse a sí misma en la cabeza de su alumno, para ser conducida a un punto de perdición sin retorno. Y sobre todo, esta película es impactante porque nadie espera algo distinto a una producción lacrimógena y aleccionadora, y cuando las reglas de su universo son puestas discretamente por su director, el público termina siendo como la maestra: al tiempo víctima y victimario.
Imprescindible.