La narrativa de consumo nos dice que el Macondo creado por la pluma de Gabriel García Márquez se construye en torno a la ficcionalización de historias y sucesos en torno a Aracataca, Magdalena. Se comenta que suma suntuariamente un hecho histórico, como la matanza de las bananeras que ocurrió en la ciudad de Ciénaga. Así ha rezado la historia y en esta semana de recordar al Nobel se hace pertinente.
Los juiciosos lectores de academia, más si son de la región macondiana, han señalado las rutas de los personajes del mundo Gabo y Ciénaga tiene una importancia mayor de la prevista. Carlos Payares y Guillermo Henríquez fueron dos hombres que desenterraron la ruta de la literatura magdalenense, no solo de personajes históricos sino de la semiosfera cultural de la narrativa macondiana que es propia y cotidiana entre Aracataca y Ciénaga.
Ahora bien, se cumplen hoy miércoles tres meses en que los principales investigadores, con un lapso corto de diferencia, se fueron de la tierra por orden del destino y queda la pregunta de quién defenderá o quiénes lucharán esa historia cultural y narrativa de la ciudad de Ciénaga. El alcalde Tete Samper dudo que comprenda que la literatura colombiana va más allá de los libros. En riesgo están los lugares y herencia de Cepeda Samudio. La casa donde vivió su infancia y el Palacio Azul se desmoronan por ejemplo. Esto va más allá de los defensores del patrimonio arquitectónico advierto.
En una entrevista para la Universidad Autónoma del Caribe, revista Palabrotas, el maestro Henríquez ubica a Gabo entre 1949 y 1952 por una grabación de Alfonso Fuenmayor.
Por otra parte, el maestro Payares González, rescatando la verdad de la masacre de las bananeras, dice: "Parece mejor recurrir a los hechos históricos como un rasgo mucho más profundo para construir la identidad. Pero la historia también es algo que se construye" (esto para referirse al ser cienaguero). Y para la época ficcional, Ciénaga era el centro económico del Magdalena y, más allá de las pruebas históricas, en la carrera 14 hay una placa en el lugar donde trabajó el librero catalán de Cien Años de soledad, el hermano de Gabo vivía en Ciénaga y lo ayudaba; también el estar en un lugar permea la identidad de las personas, y por qué no, de la familia Buendía.
Comparto una foto de los dos principales investigadores del Macondo cienaguero, ya referenciados en el artículo. Crédito de la foto, la antropóloga Verónica Meléndez.
