La variedad de noticias en Colombia transcurre con tal rapidez, que a ratos es imposible digerir una, cuando al instante ya tienes otro tema que anula al anterior.
Llevaba varios días contemplando la idea de tratar en mis escritos mi visión personal del paro, y por supuesto, los abusos hacia los derechos humanos que son imposibles de negar. No obstante, decidí apuntarle a otros temas, mientras esperaba que pasara un halo de emociones negativas que me hicieron desistir de mi idea original, lo que necesariamente me condujo a guardarme en el silencio.
Hoy más sosegado, volví a querer exponer mi punto de vista frente al ejercicio de los continuamente pisoteados, derechos humanos en Colombia, tema del que tenía serias inquietudes, pero que con el paso del tiempo me han llevado a algunas conclusiones.
Y es que cuando se habla de defensa de derechos humanos, necesariamente uno asocia que son personas víctimas del paramilitarismo o de agentes del Estado, en procura de hacer justicia con una afinidad hacia la izquierda.
Empero, existen en el país organizaciones que agrupan a víctimas del terror de los grupos guerrilleros, que persiguen el mismo fin de los antes citados, y que se erige con la exigencia de una gota de justicia para resarcir el dolor de una cruz que les tocó cargar.
Desde lo personal, he advertido más la lucha incesante de los primeros que de los segundos, no sé si debe a razones mediáticas de la información, si resulta más lucrativo condenar al Estado por sus acciones y omisiones, o si es que el reclamo de la verdad obedece a una agenda de la cual la izquierda saca provecho.
Lo cierto es que las víctimas siempre serán víctimas independientemente de la orientación política que ostenten, el dolor será el mismo para el de la izquierda como para el de la derecha, los cuales han perdido a familiares, amigos o allegados, en una lucha ajena a las ideas, pero cercana a la delincuencia.
Me resulta enfermo y cínico, ver cómo líderes políticos, a algunos llamados defensores de derechos e inclusive seguidores, advierten la violencia cuando les tocan a personas de su círculo ideológico, pero guardan un silencio sombrío cuando se trata del bando contrario.
Un defensor de derechos humanos es un individuo que le debe doler las víctimas por igual, es un ser humano para quien la defensa de los derechos no se aborda desde la orilla de una corriente política, porque inclusive es éticamente incorrecto. Un defensor de derechos humanos, debe ser ante todo una persona con las suficientes calidades para llegar a la verdad, un individuo para quien el ánimo en la reivindicación de los derechos humanos corre tanto para un lado como para el otro.
Muchos de los que hoy leen este escrito no les ha tocado vivir la violencia impuesta por el terror de las guerrillas, de los grupos paramilitares e inclusive de las ovejas descarriadas que actuaron a nombre del Estado, solo han sido espectadores en sus hogares de una realidad dolorosa y cruda que reposa en la memoria de las víctimas y sus familias. Por ende, no podrán nunca dimensionar por qué debemos exigir ineludiblemente, el resarcimiento de los derechos de aquellos que fueron sacrificados por cuenta de posiciones ideológicas absurdas.
Los derechos humanos no son una cuestión de ideología política, son un valor intrínseco de nuestra condición humana.