Ya sabíamos que habrían cosas como las que se están presentando. Que las opiniones no podían ser iguales porque precisamente el nuevo partido de la FARC está constituido por hombres y mujeres que tienen fuertes posiciones políticas. Así que lo que se está dando es apenas un reflejo de esta situación. Por ello, no hay que darle mayor importancia de la debida y ojalá no se vuelvan a cometer errores –dictados por reacciones viscerales— como ese de airear fuera de los organismos correspondientes las diferentes posiciones.
Ahora, en estos momentos, lo prioritario no es enzarzarse en disputas internas, sino continuar adelantando las tareas que se derivan de la implementación del Acuerdo de Paz, tareas que son la prioridad para el pueblo colombiano.
El conjunto de la militancia del partido de la FARC debería acometer la continuidad de la implementación y adelantar la organización de las bases campesinas, obreras, estudiantiles, de mujeres, etc, base indispensable para adelantar las luchas del pueblo para construir la paz y, en esa vía, construir un nuevo país.
Toca entonces enfocarse en construir organización. Organización, organización, organización. En la medida de esa construcción las bases irán colocando en su sitio los diferentes problemas –naturales—que se presenten en la vida del partido y en la vida del pueblo.
Los problemas que sufre el pueblo son tan abismales que exigen el más alto compromiso de todos y cada uno de los militantes del nuevo partido. El decrépito estado del estado burgués es tal que se está desmoronando a pedazos. Estamos ciertos que no es colocando ladrillos nuevos en el viejo y vetusto edificio estatal como vamos a solucionar los problemas del pueblo, sino construyendo una nueva institucionalidad que nos permita avanzar hacia un nuevo país.
Empecemos señalando que esos problemas que padece el país pasan por la más aberrante corrupción y combatirla es prioridad uno A, corrupción que es inherente al propio sistema capitalista. Estamos viendo, como muestra de ello, la profunda crisis de los partidos del establecimiento (Liberal, Conservador, la U, Cambio Radical, CD, etc) y el intento de mostrarse como los “limpios” cuando ellos son los causantes de la situación calamitosa de la corrupción. Tratan de desligarse del vetusto armazón de los partidos politícos, que nada tienen que ofrecer al pueblo toda vez que han permanecido en el poder ejerciéndolo a favor de sí mismos y las clases que representan.
Si a ello sumamos la corruptela en el poder judicial, incluídas las altas cortes, el panorama no podía ser más dramático. Nunca antes se había develado tantos casos de corrupción, no solo en el Congreso, los partidos políticos, el poder judicial, la fiscalía, sino también a nivel empresarial, como el caso de Luis Carlos Sarmiento Angulo con Odebrecht, y los Baldíos.
Llama la atención que la llamada “izquierda” –que no es más que una socialdemocracia disfrazada— busca una coalición entre los sectores más rosaditos de la izquierda. Sector que tiene como característica el ser anti-FARC históricamente.
De tal manera que el nuevo partido tiene ante sí enormes tareas. Ya dio muestras de su enorme capacidad de resistencia cuando la lucha guerrillera. Su lucha actual en la vida legal se adelantará –pensamos en nuestra modestia— en dos frentes: contra el régimen y sus propulsores, y contra las probables desviaciones internas y externas.
Nunca un partido de nuevo tipo ha pasado la prueba de fuego sin lucha contra esos dos enemigos. Por ello, debemos estar preparados para todas las contingencias. En la lucha se templará aún más el carácter revolucionario del partido de la FARC. ¡Adelante!