Este intento de articulo tiene como finalidad efectuar un efímero examen sobre el texto La colonización y protesta campesina en Colombia (1850-1920), aspirando a brindar un desarrollo descriptivo concerniente a las tesis centrales del escrito. En una segunda parte, se presenta una síntesis sobre argumentos propios más de naturaleza reflexiva; en ella se intenta exhibir una postura insurrecta conforme a la tesis El descolonizar el saber, reinventar el poder, del maestro Boaventura De Sousa Santos respecto a los retos de reivindicación del campesinado en Colombia. LeGrand sustenta “para que exista un desarrollo económico, es necesario comprender los problemas de los campesinos” (LeGrand, 1988, p. 3). Es decir, durante largos años el reconocimiento de los derechos de los campesinos ha estado signado por la protesta social, un ejemplo fue la Revolución Mexicana.
Para la autora, el auténtico cambio de paradigma económico en Colombia se dio en el siglo XIX, cuando se produjo “la transición de la explotación de minerales como el oro y la plata a las explotaciones agrícolas, generando un proceso de despojo de tierras a los campesinos” (LeGrand, 1988, p. 3). Las tierras que ancestralmente ocupaban etnias indígenas empezaron a ser codiciadas por una disputa cuyo objetivo era la consolidación de grandes fincas comerciales.
Asimismo, las fronteras empezaron a tomar un valor significativo para el sector económico, desde esas perspectivas “Colombia posee una estructura agraria compleja y de larga tradición de protesta campesina” (LeGrand, 1988, p. 9).Pero, entrando en el siglo XX, pareciera que las contrariedades entorno a la propiedad de la tierra, se agudizaron. “La adjudicación de baldíos constituyó al robustecimiento de grandes propiedades” (LeGrand,1988,p.9) y es que el Estado Colombiano dependió en gran medida de esta figura para el sostenimiento del erario público, de un Estado que se erigió bajo intentos fallidos y conflictos sucesivos. Adjudicaciones otorgadas sin una clara política agraria de naturaleza horizontal que fuera benéfica y benevolente tanto para grandes terratenientes con aspiraciones de progreso, como para las pequeñas minorías de campesinos deseosos de generar procesos mancomunados de explotación de la tierra.
El gobierno colombiano fue una suerte de coparticipe que “incitaba a los colonos a solicitar por las vías legales la adjudicación de tierras” (LeGrand, 1988, p. 34), generando una brecha gigantesca de desigualdad frente a los campesinos con escasos recursos para acceder a tal rédito de matices burocráticos que termino por recrudecer los reclamos por parte del campesinado en Colombia. Generándose una especie de “Fascismo territorial” (De Sousa Santos, 2010, p. 41). En consecuencia, la lucha del campesinado por la tierra exige dos procesos primordiales desde mi perspectiva, el primero la descolonización del pensamiento tanto de los campesinos como del aparato Estatal y el reconocimiento de sí mismos como una población con derechos históricos incumplidos, que incite a una lucha decidida y decisoria y el Estado se comprometa a emprender procesos reales y eficientes en procura de garantizar el acceso a la propiedad de títulos de una población, que si se vitaliza puede contribuir enormemente a una verdadera conquista social, pero a su vez contribuya formidablemente al desarrollo económico de Colombia como un país autosuficiente en materia alimentaria donde sus campesinos cuentan con las condiciones necesarias para generar un crecimiento significativo.