Doña Virginia, la mujer que lo cuida hace más de veinte años, mira por la ventana desconfiada antes de abrirnos. En esta mañana de viernes el Senador Iván Cepeda, uno de los hombres más amenazados de Colombia, sólo por hoy no está todo su esquema de seguridad. Doña Virginia se asegura que no haya nadie raro en la calle aprovechando un descuido suyo para subir hasta el tercer piso del vetusto edificio en el Barrio Galerías en Bogotá donde Cepeda suele recibir visitas.
Iván Cepeda nos recibe sentado en su poltrona. Los ojos hundidos y la piel cetrina delatan su debilidad. Hace dos días recibió su última quimioterapia. Su reposo consiste en leer una pila de libros que lo acompañan al lado de la mesa. El apartamento tiene una austeridad monacal revestida por un silencio de claustro religioso. A pesar de los ataques descarnados de sus más fieros enemigos, Iván Cepeda irradia paz y tranquilidad. Como tantos hombres sabios pareciera no tener una edad determinada. Podría tener 50 o 100 años.
El cáncer de colón con el que está luchando apenas le ha cambiado sus rutinas. Desde sus días de estudiante de filosofía en la Universidad de Sofía, en Bulgaria, se acostumbró a dormir cuatro horas. Lleva una dieta basada en verduras, arroz y pollo. Lo único que extraña comer son los chocolates y los dulces que amaba comer. La intensidad de su trabajo no ha mermado. Durante la campaña presidencial de Gustavo Petro Cepeda fue fundamental moviendo a la gente, viajando. Inmune al dolor y al cansancio. También tuvo las fuerzas para liderar la ley de sometimiento a la justicia de las BACRIM que acaba de aprobar el congreso. El único tema que rehúye es el de su salud. De resto el Senador estuvo abierto a hablar sobre la JEP, el papel que tendrá la oposición en el nuevo congreso y lo que le espera al país con la presidencia de Iván Duque.