Quiero compartir una reflexión de lo que ha sucedido este atípico año 2020 en Cartagena de Indias, donde por fortuna no hubo elecciones atípicas como ya estábamos acostumbrados.
Desde que tengo uso de razón, en mis casi 40 añales, nunca había visto un despertar ciudadano como en la actualidad: gente joven, vieja y hasta los que nos autodefiníamos como apolíticos hablando de política, sobre lo que pensamos que está mal, lo que está bien, lo que hay que corregir. En fin, casi todos vueltos analistas políticos, opinando desde nuestra propia óptica, haciendo por ratos de asesores virtuales del alcalde dentro de nuestro círculo personal y en nuestras redes sociales.
Hay que abonarle el despertar de todo este interés ciudadano por los temas de ciudad a William Jorge Dau Chamatt, un cincuentón que dejó aún lado la rutina acelerada de la vida neoyorquina para venirse a tratar de organizar este berenjenal llamado administración pública de Cartagena; una de las ciudades que más aporta al turismo del país y que más genera ingresos per cápita, teniendo en cuenta su dato poblacional para 2020 de un millón cien mil habitantes (1.100.000) según cifras del Dane, pero que desafortunadamente se convirtió en una de las más desiguales y con la clase política más corrompida de toda Colombia.
Quienes votamos a conciencia por Dau sabíamos de su falta de experiencia en lo público, pero también confiábamos en su capacidad para poder superar la curva de aprendizaje de forma rápida de forma tal que pudiéramos empezar a ver cambios positivos y tangibles en la ciudad. El solo hecho de mover una masa ciudadana que logró superar en las urnas el poder financiero de las grandes maquinarias políticas tradicionales de por sí se constituyó como un hito en la historia de la ciudad, esta fue una muestra indiscutible de su inteligencia y de su capacidad de mover con un discurso simple y frentero las fibras del cartagenero de a pie, cansado de tanta desidia, corrupción y falta de gobierno.
Es cierto que la pandemia por COVID-19, que enfrentamos a nivel mundial desde el mes de marzo de 2020 cambió muchos planes y dio un margen de maniobra limitado a nuestro alcalde. Esto sin mencionar las continuas zancadillas recibidas constantemente desde un sector de la opinión pública, acostumbrada a vivir del clientelismo y de los contratos administrados y repartidos a dedo como si el erario público fuera una gran torta dispuesta para satisfacer los intereses particulares de prestigiosos empresarios de apellidos manchados, de los ya bien conocidos honorables concejales repitentes, de algunos "funcionarios públicos" de mando alto y medio, y de algunos "líderes comunales" que no conocen otra forma de ganarse su sustento sino a través del detrimento patrimonial concertado.
Muy a pesar de toda la resistencia natural que ha recibido Dau de esta clase corrupta politiquera, también hay que hacer énfasis en que se han dado pasos en falso desde un inicio de su mandato y el que más le criticamos sus electores ha sido el incorporar en su gabinete personas "con experiencia y preparadas", pero con poco nivel de compromiso con el gran reto de construir los cimientos de una nueva forma de hacer administración pública en la ciudad, así como el de incorporar a este "amistades de infancia" que más que aportar le han restado credibilidad al proyecto anticorruptivo. Esto que se le critica desde una visión constructiva en ocasiones no ha sido bien interpretado por Dau y le ha costado la enemistad con muchos que lo apoyaban.
El hecho de poner en los hombros de Dau la responsabilidad de concretar cambios visibles, tangibles y demostrables en Cartagena no es una exigencia caprichosa que se le hace. Quienes lo apoyamos desde antes y durante su campaña lo seguiremos haciendo porque somos consientes de que esta es una lucha larga contra un flagelo enquistado como el aguijón de un abispón, pero que requiere que el dueño del tablero replantee y mueva las fichas de manera inteligente antes de que le den un jaque que lo deje definitivamente fuera del juego.
No hablaré de lo que está por hacer en Cartagena porque todos somos conscientes de las carencias de nuestra amada ciudad, solo se requiere empezar a demostrar con hechos y a callar bocas con resultados.
Mi intención no es hacer de juez con esta humilde reflexión, solo pretendo ratificar mi compromiso a favor de la lucha anticorrupción, ya que a mi modo de entender el mundo este es el peor flagelo que enfrentamos los países tercermundistas en la actualidad.