Cuando los sacerdotes pedófilos cumplan su condena judicial por el vil acto cometido (imaginemos, solo imaginemos que los encanan), lo último que se espera es que la Iglesia los reciba nuevamente con un fuerte abrazo y le entreguen una parroquia en donde otra vez serán objeto del acoso de los niños.
Pensé en lo anterior cuando supe una de las tantas novedades que nos trae el proceso de paz con las Farc, novedad en cierta forma alarmante y no es otra que la noticia que nos llega y en donde se dice que algo cercano a los mil trescientos ahora exguerrilleros serán nada menos y nada más que escoltas.
Esperaba uno, dentro de la inocencia, que al guerrillero que voluntariamente deja las armas para incorporarse a la vida civil, la misma sociedad y el Estado debe ofrecerle una nueva vida en donde las armas y la violencia estén por fuera, máxime en un país especialmente violento como el nuestro.
Es que suena contraproducente, ya que la pregunta es a quién va a escoltar el exguerrillero, ¿al gran industrial o al político de turno?, enemigos por principio de los supuestos ideales del reinsertado.
Solo a esperar que el próximo presidente
no le suelte un coscorrón a su escolta
Bueno, y viendo que el asunto ya es como es, solo a esperar que el próximo presidente no le suelte un coscorrón a su escolta.
Y cuando pensábamos que el tema primordial es la paz, esta noticia inquieta bastante, y más ahora cuando sabemos que la Fiscalía encontró en un allanamiento que hay planes para atentar contra fiscales, y esa alerta, obvio, obliga a que cada uno tenga más escoltas, cuando la idea de la nueva Colombia es en parte trasladarnos a un país en donde no haya quien evite colas y filas gracias a la oportuna labor del escolta.
Y hablando de…
Y hablando de escoltas, llama la atención que los únicos que carecen de escoltas son todos aquellos líderes sociales que son asesinados día a día.
