Me lo contaron ayer mismo y solo pude sonreír: Se encuentran en el mismo vuelo internacional dos ministros del mismo ramo, uno francés y el otro colombiano, quienes en el sitio de origen se habrán distinguido y saludado cordialmente.
Llegando al destino y tras diez horas de vuelo alguien se encuentra con el ministro galo en el pasaje turista y al reconocerlo le comenta que lo vio antes de abordar con el ministro colombiano y pregunta por qué no están juntos y hablando de sus cosas, a lo que el francés se limita a comentar. “Esa es la diferencia entre ambos países, tu ministro anda en primera y preferencial con mariscos y ostras, mientras que yo viajo como debe ser, en clase turista”.
Lo relatado puede ser verdad o mentira, puede haber ocurrido hace tres días o ser fruto de una imaginación poco sana pero, sea como sea, refleja una verdad que ni asombra ni escandaliza, así es y punto y por ello uno se limita a sonreír cuando le relatan lo supuestamente sucedido.
Y jamás se encontrará dentro de la lógica la razón por la cual haya en Colombia ese trato tan preferencial con el personaje público. Un senador colombiano recibe mes a mes unas cifras tan exorbitantes que a nadie hacen sonrojar, así estén sentados bostezando o en gira divinamente remunerada y cada vez que el costo de la vida sube un cinco por ciento, ellos, con el beneplácito gubernamental, se aumentan sus ingresos un veinticinco por ciento y se inventan una nueva prima de productividad por el delicado trabajo que llevan a cuestas,no vaya a ser que nos quedemos corticos. Y así sucede desde que pareciera que ser alto ejecutivo del estado significa e implica extraer la mayor tajada de eso que llaman el erario público.
En otros países, donde por ejemplo el orden público es lo primordial, premiarán al policía y le darán atractivos sueldos con vestidos luminosos y rugientes motos. Y el país será seguro.
Habrá otros donde la cultura es tan importante que designan a olvidados dramaturgos o poetas o novelistas para que ejerzan de embajadores en París.
O países en donde se premia al agricultor o al artesano, o al médico y la medicina, y así cada país irá teniendo su punto fuerte.
Como en los países escandinavos, donde les dio por la pendejada de pensar en la infancia y juventud de hoy para darles una educación excelente. Y dotan las escuelas con lo mejor de lo mejor. Un pénsum a la altura y unos salarios dignos para los profesores.
Pero eso es allá en Escandinavia o en los Países Bajos en donde no están catalogados como países felices y parece que no tienen nada a qué dedicarse, cuando acá, que solo se premia a los burócratas con megapensiones y donde somos los más felices del planeta y en donde el noventa por ciento de las series de televisión van de bandidos y tramas y corruptelas, cuando los profesores y maestros convocan nuevamente a un paro nacional por el incumplimiento permanente del gobierno, lo que se les dice es que dejen la pendejada, que ni que fueran congresistas o ministros para reclamar tanto.
De cuándo a acá pidiendo por la educación cuando esa cosa a nadie interesa.
… y hablando de…
Y hablando de olvidados, se mira en la prensa en la parte interna bien escondido que hay barrios en Santa Marta que llevan más de dos meses sin suministro de agua potable y sin que nadie ponga la cara por el asunto. O ponen la cara y qué carambas.
Y hablando de poner la cara, llama la atención y entristece ver al expresidente Uribe vociferando contra todo cuando en sus gobiernos no hubo paz y en donde poco a poco se va demostrando que la corrupción en aquellas épocas de refundación de la patria está a la altura o bastante peor que las mermeladas de hoy.