Una semana después de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, repentinamente el interés de los medios varió del patético comportamiento de su sistema electoral y la gravedad de la crisis constitucional que se está cocinando con la demora del presidente Donald Trump en reconocer el triunfo del candidato demócrata Joseph Biden, a por qué “ciertos líderes mundiales” no se han inclinado a felicitar al ganador y entre ellos el presidente chino Xi Jinping.
El tema ocupó desde la mañana del 9 de noviembre los titulares de CNN, New York Times, BBC, Bloomberg, The Guardian, para citar solo unos al azar. La novedad fue acogida rápidamente en medios locales en medio de todo tipo de teorías, especialmente que los chinos no querrían causar más ira en Trump cuando aún tiene dos meses de mandato, o, peor aún, si por algún giro del destino, se queda como presidente. Otros hipotetizan que su preocupación real es Biden. La lista de líderes mundiales que han observado cautela es bastante diversa. Están Xi Jinping, Andrés Manuel López Obrador, Jair Bolsonaro y Vladimir Putin. Unos muy amigos de Trump y otros no tanto.
Para concentrarnos en China, los pronunciamientos públicos han sido muy precisos en relación con los hechos: tanto el portavoz de la cancillería Wang Wenbin en la rueda de prensa del 9 de noviembre, como el Diario del Pueblo en su titular del 8 de noviembre destacan todo cuanto en política exterior se puede decir sobre las elecciones presidenciales de Estados Unidos: el candidato demócrata Joseph Biden se ha proclamado victorioso, mientras el presidente Donald Trump no ha reconocido su derrota.
“Entendemos que el resultado de la elección presidencial será determinado observando las leyes y procedimientos de los Estados Unidos” dijo el portavoz Wang, quien ante la insistencia del periodista CNN sobre cuándo iban a llamar al ganador, volvió a decir: “seguiremos la práctica internacional aceptada”.
Pues bien, esta es la postura que asume un país que se regula por principios de política exterior como China. Uno de esos principios es el de no intervención en los asuntos internos de los otros países. Por eso el portavoz de la cancillería dice que son las leyes y procedimientos de los Estados Unidos los que deben decirle al mundo quién es su presidente y las felicitaciones al elegido se harán de acuerdo con la práctica internacional aceptada.
En Estados Unidos en este momento hay una controversia interna sobre el resultado de la elección y eso debe aclararlo la ley norteamericana, es decir el Colegio Electoral con o sin aceptación del derrotado, con o sin pronunciamiento de la Corte Suprema. Pero son los norteamericanos quienes deben deshacer el nudo gordiano creado por el presidente Trump.
Otra solución es cuando la elección no se ha declarado por el organismo constitucional creado para eso, cosa que pasará en diciembre, pero en cambio hay un hecho político que hace desaparecer la controversia y da por resuelta la elección en quien haya ganado. Ese hecho político es la aceptación del candidato derrotado, cosa que tampoco ha pasado.
La diferencia entre la llamada de Xi Jinping en 2016 a Trump vencedor pero aún no proclamado por el colegio electoral y estas elecciones es precisamente que en 2016 Hillary Clinton aceptó la derrota al día siguiente de las elecciones. Entonces se produjo el hecho político que eliminó la controversia y Xi Jinping podía llamar a Trump y lo hizo. Esa es la práctica internacional aceptada que evita que un mandatario extranjero se meta en un tema que no ha sido definido por el país correspondiente.
Entonces, sin elección declarada ni derrota aceptada, no existe ni el hecho legal de la declaratoria de elección, ni el hecho político de la aceptación de la derrota. Mientras Estados Unidos no resuelva el resultado de la elección, internacionalmente es inapropiado que un presidente extranjero intervenga en la controversia felicitando a Biden o a Trump.
Lo que está funcionando en el caso de China es su adhesión irrestricta al principio de no intervención en los asuntos internos. No le corresponde a Xi Jinping decidir que Biden ganó, ni que lo hizo Trump. Llamará al que legal o políticamente resulte presidente. Que ambos esperen sentados la llamada, porque el presidente chino solo la hará cuando la práctica internacional aceptada, basada en el principio de no injerencia, diga que es correcto y apropiado hacerlo a quien resulte ganador, no al que le guste a China, sino al que decidan los norteamericanos según sus “leyes y procedimientos”.