“Nosotros, los jóvenes, subíamos a los árboles a leer las novelas de Hoyos. Lo hacíamos así, de manera oculta, porque las prohibían. Pero aprendimos a leerlo con una sola mano”. Habla Héctor Iván Granada con desparpajo, mientras su mirada risueña precede la risa desbordada al recordar su juventud.
-¿Quién era Hernán Hoyos?
“El inauguró en Cali lo que los críticos llamaron Sexo Ficción. Hizo parte del grupo de José Pardo Llada, periodista cubano que lo bautizó como escritor pornógrafo. Fue muy exitoso, ya que aprovechó la ruptura de una sociedad en crecimiento que pedía otras cosas”, explica Granada mientras presenta el libro de Carolina Gutiérrez Ramírez titulado Génesis de la novela pornográfica en Colombia: la Cali de Hernán Hoyos (Universidad Santiago de Cali, Editorial 2022).
Se trata de una obra exhibida en el pabellón 6, segundo piso, stand de Cali Cultura Popular en la Filbo 23. Allí, la investigadora, doctora en Letras Modernas (Universidad Iberoamericana, México) y máster en Estudios de la Cultura (Universidad Andina Simón Bolívar, Ecuador) e Historiadora de la Universidad del Valle plantea un análisis riguroso sobre lo que significó para Cali los agitados años 60 y 70 del siglo pasado:
“…Para acometer este tema –escribe en el prólogo- fue necesario consultar la obra literaria del escritor pornográfico más prolífico y más consultado por la esfera popular de la época. Es así que Hernán Hoyos resultó, para esta investigación, un hecho cultural relevante ya que su obra brinda un relato de las transformaciones públicas de la ciudad. Un estudio que pone en relación: literatura- cuerpo-sexo y ciudad”.
Gutiérrez Ramírez explica como el cuerpo amputado, desmembrado, despreciado por los distintos actores violentos de Colombia pasó a ser exhibido en toda su desnudez para convertirse en el cuerpo deseado, objeto de exploración y manifestación sexual. Todo ligado a momentos de auge de la contracultura y la revolución cubana, sin olvidar la llegada del goce musical con ritmos como el mambo, el chachachá, changó, foxtrot, la pachanga y el bugalú, más los movimientos pélvicos de Elvis Presley o las populares interpretaciones de James Dean.
No puede dejar de mencionarse al Nadaísmo, movimiento que cuestionó la sociedad colombiana. Según la autora de la novela pornográfica en Colombia y el papel de Hernán Hoyos, “el nadaísmo cumplió la tarea de inundar librerías y espacios culturales con nademas (poemas de la nada) y versos intrépidos inspirados en una revolución sexual que solo había llegado a Colombia por noticias internacionales. El nadaísmo llamó la atención por la proliferación de sus actos públicos pero no por la calidad de sus razonamientos. Fueron discursos escritos en papel higiénico y recitados a plena luz del día en una calle transitada, o propuestas de incendiar la literatura colombiana las que aseguraron el impacto mediático”.
Otro elemento que acompañó la revolución sexual local fue la proliferación de estupefacientes. Por su económico precio (entre 2 y 5 pesos) – precisa Carolina Gutiérrez – barbitúricos como el Apacil, Mandrax, Metacualona, Meprobamato y Seconal fueron desplazando a la marihuana que había sido, durante gran parte de 1960, el producto líder del mercado alucinógeno. Su fácil compra y bajo precio, sumado al entusiasmo colectivo de la juventud, contribuyó a que el fenómeno de la droga ganara espacio en la fiesta o “aguaelulo” de la clase popular, en la discoteca “Latino” de la clase media o en “La taberna alemana” de la joven élite caleña.
En el caso del porno, de las cartillas ilustradas, con temas repetitivos, se pasó a las revistas extranjeras como Contacto, Solo para hombres, Pimienta, Penthouse, Playboy y Biblioteca Sexual Ariel, procedentes de Ecuador, Venezuela, México y Estados Unidos. Además, los tipógrafos asumieron un rol protagónico que expandió la lectura a quienes aspiraban a dejar atrás el tabú del sexo que la jerarquía católica y la pacata sociedad caleña, incluidos los medios de comunicación locales, seguían considerando motivo de sanciones éticas y morales.
Surge entonces Hernán Hoyos. De acuerdo con el recuento que el escritor Fabio Martínez hace en una entrevista al autor mencionado en el programa “ConversanDOS” en el canal Youtube, se trató de un autodidacta que recibió cursos ocasionales de aprendizaje literario y vivía de vender repuestos de carros y otros productos. En el libro ya citado, la autora amplía la importancia del productor de novelas pornográficas:
“Hernán Hoyos supo capitalizar el tabú sexual preexistente y la aparición del porno que se estaba produciendo en la ciudad. El, que desde los inicios de la década de 1960 había publicado una serie de relatos de aventura, misterio y humor, empezaba su trasegar literario como retratista sexual de la ciudad con el libro Crónica de la vida sexual (1968) Allí recopila entrevistas a residentes de la ciudad en las que pregunta sobre profesión u oficio hasta las creencias religiosas y preferencias sexuales”.
En el propósito de entender el impacto de Hoyos, resulta ilustrativo recorrer algunos de los títulos que jalonaron su carrera. Aunque existe confusión de fechas, “…uno de los primeros fue 008 contra sancocho donde, a partir de la comedia, rindió homenaje a James Bond, el agente 007 del servicio secreto británico, creado por el novelista Ian Fleming…” (Gutiérrez Ramírez, 2022). Luego escribe, en 1962, Ron, ginger y limón que muestra el interés por retratar la condición cultural y sexual de sus personajes.
Después, en Crónicas de la vida sexual aparecen títulos como Ladrón, Viuda 1 y 2, Muchacha de clase media, Delincuente, Artista 1 y 2, Ciego, Señorita de Sociedad, Proxeneta, Pareja bohemia, Colegiala Interna, Meretriz 1 y 2, Huérfana, Tarado, Criada, Meretriz de catorce años y Seductor. Ya para los amantes de las colecciones no pueden dejar de mencionarse El Tumbalocas, La reina y el mariposo, Nadie conoce mi sexo, Secuestro de un viejo verde, Sonrisa de Diablo, Sor Terrible, Se me paró el negocio, Un alegre cabrón y otras historias increíbles de la vida sexual.
“…Con este debut – anota Carolina Gutiérrez Ramírez – Hernán Hoyos se convertía en el primer escritor colombiano en señalar las mutaciones de las dinámicas sexuales de la ciudad. También debemos señalar que el autor –escribiendo en la ciudad o fuera de ella como en el caso de Aventuras de una bogotana (1975) – fue el primer documentalista no oficial que indagó e investigó las conductas sexuales típicas de la población caleña a despecho de la censura religiosa y social utilizando escritos y cortometrajes de su propia iniciativa, promoción y venta. Simón Posada registra el suceso inicial: “En solo tres días, en Cali, vendió 1000 ejemplares de su primer libro de sexo, Crónica de la vida sexual (1968) para el que entrevistó a treinta personas… una versión colombiana del Informe Kinsey , en el que el biólogo y psicólogo Alfred C. Kinsey recogió datos sobre el comportamiento y costumbres en la cama de 20.000 estadounidenses en 1948” (Días de porno. Historia Breve del porno en Colombia, Editorial Planeta, 2009).
Más adelante, la autora indica que la literatura de Hoyos supuso una ruptura con el modelo de novela anterior. Mientras el sistema metafórico de la naturaleza se utilizaba como maniobra para no describir el acercamiento físico de los amantes, en Hernán Hoyos son descritas minuciosamente: los olores, las formas, las texturas y el goce individual como parte central de su narrativa. Así mismo, la mujer muestra cierto dinamismo sexual: ella provoca el encuentro y su aspecto físico o su estado civil no impiden su cortejo. Esta mujer moderna será, sobre todo, autónoma, lejana de la maternidad e inclinada hacia el placer.
Como anécdota de lo anterior, Hernán Hoyos contaba, en la entrevista mencionada de Youtube, que un día visitó un colegio femenino. En un salón preguntó que quiénes habían leído el libro de un autor famoso y se levantaron dos manos del grupo de 40 estudiantes. Luego, preguntó cuántas habían leído su novela La Colegiala (1972) y todas levantaron la mano. Tal era el impacto de sus escritos en una juventud que descubría nuevas sensaciones.
Las mismas que los mayores de 60 años añoran al recordar cómo, de manera subrepticia, ocultaban las novelas bajo la almohada, detrás de los libros serios de sus bibliotecas o se refugiaban en los baños para no interrumpir la lectura de un autor que murió el 6 de octubre del 2021 agobiado por las enfermedades y pérdida de memoria producto de una edad avanzada.
Al momento de comparar, el escritor caleño Umberto Valverde dijo que las novelas de Hernán Hoyos eran flores frescas ante lo que muestran hoy las plataformas y redes sociales. Y cuando le preguntaron a Hoyos su opinión sobre la nueva ola informativa dijo:
- En mis novelas hay caracterización de los personajes y desarrollo de los conflictos. En el ciberespacio solo son escenas repetitivas sin ningún detalle, fondo ni trama. Así, hasta el fin de las historias”.
Y concluye quien dejó sus impresiones al inicio de esta crónica. Se trata de Héctor Iván Granada que no puede evitar la tentación de elogiar al escritor más reconocido del porno caleño:
“Hernán era un hombre de gran vitalidad, que escribía cuatro novelas al tiempo en cuatro máquinas de escribir. Además, tuvo una bonita familia, mujer y cuatro hijos. Con seguridad, lo extrañan los tipógrafos, mecánicos, comerciantes y libreros que tenían que camuflar sus novelas detrás de las de Corín Tellado para ofrecerlas al público”.
Al momento de despedirse, Granada confiesa que tiene 25 de las obras de Hoyos en su biblioteca de juventud. Eso sí, alternadas en los estantes con autores clásicos de la literatura universal. ”Más vale prevenir que lamentar” anota con sonrisa socarrona.