En medio de un ambiente político que cada vez despierta más dudas que certezas en el electorado colombiano, el presidente Iván Duque, en cabeza de su ministra del Interior, radicó hace un par de semanas el proyecto de reforma constitucional que busca hacer una transformación en el sistema político colombiano. Dicha reforma plantea la obligatoriedad de pasar a listas cerradas como principal mecanismo de elección para todas las circunscripciones electorales.
La democracia colombiana cuenta con brechas que han sido difíciles de cerrar y que segregan de manera deliberada grupos como mujeres y jóvenes, los cuales encuentran espacios mínimos para participar directamente en el proceso de elección para cualquier candidatura. La lista cerrada que hoy se propone eleva aún más este tipo de preocupaciones dentro de estos grupos sociales.
Los mecanismos existentes para la conformación de las listas son poco democráticos y carecen de sentido de equidad, en relación a todos los grupos que conforman cualquier partido y movimiento. En la mayoría de los casos esa conformación de las listas es la que se convierte en el punto de quiebre para el acceso de grupos minoritarios a posiciones decisivas dentro de la lista.
De cierta manera, el surgimiento de nuevos liderazgos es el que ha permitido que jóvenes y mujeres ganen espacios importantes dentro de la política colombiana, tanto así que su participación en corporaciones públicas ha ido en aumento durante los últimos años. Evidentemente, esta situación puede ponerse en riesgo si se aprueba la lista cerrada por parte del Congreso de la República.
Sumado a todo esto, dentro de la misma propuesta de reforma política, salvo en el caso de la mujer con el establecimiento de listas cremalleras, no existen incentivos reales para que los jóvenes que cada vez ganan más liderazgo en la política hagan parte de posiciones relevantes dentro de las listas que presentan los partidos y movimientos políticos.
Ojalá que el Congreso entienda la nueva dinámica política del país, donde un grupo, como el de los jóvenes, que empieza a ganar relevancia dentro de la actividad política se vería seriamente afectado por la preferencia de una lista cerrada, en la cual hay muchas dificultades para acceder y ser elegido. Finalmente, el problema de las listas es solo la punta del iceberg que afecta la participación política de este tipo de grupo social, en la cual la reforma política debe abogar por frenar otro tipo de problemáticas como la financiación de las campañas, el alcance de la autoridad electoral, el periodo dentro de las corporaciones, entre otras.