La lingüística amañada de Uribe y sus peones

La lingüística amañada de Uribe y sus peones

"El expresidente no solo juega adrede con el léxico sino que también, al justificar a su amaño el uso que hace de este, se burla de la capacidad de razonamiento verbal"

Por: Santiago Ospina
julio 24, 2017
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La lingüística amañada de Uribe y sus peones
Foto: AP /Fernando Vergara

Soy lingüista y ni a mí ni a ninguno de mis homólogos nos cabe la menor duda de que un violador de niños es una persona que abusa sexualmente de un infante. Tras el ataque al periodista Daniel Samper Ospina (quien, aclaro, no es realmente de mis afectos), los intentos de explicación con los que Álvaro Uribe y sus servidores Paloma Valencia y el Youtuber José Obdulio Gaviria han querido desviar la atención de la opinión pública son, por lo menos, vergonzosos.

Observemos las cuatro acepciones propuestas por el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) para la entrada violar:

  1. tr. Infringir o quebrantar una ley, un tratado, un precepto, una promesa, etc.
  2. tr. Tener acceso carnal con alguien en contra de su voluntad o cuando se halla privado de sentido o discernimiento.
  3. tr. Profanar un lugar sagrado, ejecutando en él ciertos actos determinados por el derecho canónico.
  4. tr. Ajar o deslucir algo. Ajar significa deteriorar el aspecto de una cosa o una persona de manera que se vea envejecida, gastada o deslucida.

Ahora, si buscamos la definición de la palabra violador, encontramos que se trata de alguien que viola (infringe/quebranta algo, tiene acceso carnal con alguien, profana algo, o aja/desluce algo o a alguien). Si a la palabra violador le agregamos la preposición de, podemos formar diversos sintagmas nominales y preposicionales: violador de acuerdos, violador de mujeres, violador de sitios sagrados, etc. Álvaro Uribe utiliza el sintagma preposicional de niños, el cual inmediatamente remite a la segunda acepción del verbo violar propuesta por la RAE. Es decir que cuando el ex presidente llama “violador de niños” a Samper Ospina, afirma sin ambigüedad que este es una persona que ha tenido acceso carnal con un menor en contra de su voluntad o estando ese niño privado de sentido o de discernimiento. Quedan excluidas las otras acepciones, incluida la primera, que Uribe y sus subalternos utilizan amañadamente para explicarnos que el periodista sería un “violador de los derechos de los niños”. Improvisaciones lingüísticas de Uribe sus servidores.

Está, pues, claro que el objetivo de Uribe era calumniar a su opositor y, de paso, incendiar a la opinión pública con el uso premeditado y mezquino de palabras que al ser puestas deliberadamente en un sintagma tal como lo hizo el líder del Centro Democrático, adquieren una denotación que es transparente para cualquier persona medianamente alfabetizada.

Lo peor de todo es que el expresidente no solo juega adrede con el léxico sino que también, al justificar a su amaño el uso que hace de este, se burla de la capacidad de razonamiento verbal de sus detractores y, sobre todo, de sus seguidores. Usted no nos engaña, señor Uribe. Sabemos que lo que usted pretende es dividir y hacer que sus peones continúen defendiéndolo ciegamente, aunque sus argumentos políticos, económicos, religiosos, éticos, morales y, ahora, lingüísticos, sean cada vez más falaces.

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