Hace unos días en España tuvo lugar una protesta que en la sociedad actual plantea diversos interrogantes frente a la concepción del derecho a libre expresión. La campaña publicitaria de los manifestantes contenía una especie de eslogan así: “Los niños tiene pene, la niñas tienen vulva”. Manifestación que suscitó el aireado y retador reproche por parte de algunos colectivos LGTBI, quienes afirmaron que tal publicidad genera odio y pone en riesgo su libre desarrollo de la personalidad.
Pero no es un caso aislado, ya se han presentado diversas situaciones en las que se ejerce una presión por colectivos LGTBI frente a posturas que supuestamente van en su contra, presiones que se presentan no solo en España sino en casi todas las latitudes del mundo. ¿Porque podría generar odio decir algo que es más que evidente y que en cualquier texto de biología se constata? La respuesta es simple pero insatisfactoria, porque ese mensaje deja por fuera a muchas personas que no se identifican o no están conformes con su anatomía, hasta al punto que socialmente se ha construido el término de género.
El género es una construcción social que según los miembros de la comunidad LGTBI, puede ser seleccionado libremente por la persona y que ello difiere del sexo, que es la condición física y anatómica de la misma. En ese sentido, una persona de sexo femenino puede elegir o ser mujer u hombre, según su propia identidad. Pero claro, puede elegir su género, no su condición física ni anatómica porque ésta, ya la eligió la naturaleza.
En ese sentido puede considerarse que su género puede ser o no coherente con su condición anatómica y fisiológica. Dicho de otra forma, el género es una ficción humana racional que no necesariamente corresponde a la anatómica. Lo que conduce a muchas personas a cambiar de sexo. Pero debe ser claro que una persona no puede materialmente cambiarse el sexo, podrá someterse a intervenciones quirúrgicas para simular en apariencia tener un sexo diferente, por ejemplo un ser humano de sexo masculino puede simular en apariencia a una mujer de sexo femenino, pero seguirá siendo una mujer de sexo masculino.
Si se lee con detenimiento lo anterior, se pude inferir que es necesario entender que esa construcción de género, es un proceso ficticio y ciertamente muy artificial que genera más dificultades y confusiones que soluciones. Es inclusive mucho menos creíble que asimilar que esa persona que cambia de sexo o que se identifica con otro sexo, tiene una subjetividad frente a su propia existencia y a su anatomía y que no por ello debe ser compartida por todos los demás, y mucho menos pensar tratar de imponerla por la fuerza.
Esa concepción de género, a mi parecer, no es más que un mecanismo de aceptación social y de asimilación de un fenómeno que afrontan miles de personas que exigen, y con razón, respeto por su subjetividad de vida. Subjetividad porque su concepción es diferente a su condición natural, que es objetiva y real, así, sí es de sexo masculino la coherencia anatómica es que sea de género masculino, contrario sensu, si es de sexo masculino y se identifica como mujer, claramente hay una incoherencia entre algo objetivo, la naturaleza y algo subjetivo, su concepción e identidad de género.
En ese sentido vale decir que toda persona tiene el libre desarrollo de personalidad y claramente puede optar por contrariar su anatomía y comportarse según su propia identidad. Derecho que debe ser respetado por todos y cada uno de los ciudadanos del mundo, evitando el matoneo, la burla y generándose mecanismos de protección para aquellas personas que desde su subjetividad consideran que nacieron en un cuerpo equivocado.
Pero si bien se debe respetar el libre desarrollo de la personalidad y toda esa compleja concepción de género, también lo es que se debe respetar igualmente que muchas otras personas no compartan esa construcción social, quienes de una forma más natural consideran que el género corresponde a la condición sexual y por ello se manifiestan recordando la condición biológica de los seres humanos, con órganos sexuales diferentes y plenamente identificados.
Órganos naturales con una clara función reproductiva, que son complementarios, de allí que un hombre y una mujer desde esta concepción natural, no artificial, puedan concebir un hijo, porque su anatomía es coherente con su identidad de género y ello no es una subjetividad, es objetivo porque es comprobable materialmente. Tan así, que incluso si el hombre que se considera mujer tiene relaciones sexuales con una persona de sexo femenino podrían procrear muy a pesar de lo que subjetivamente consideren que son.
Todo lo anterior para decir que no podemos caer en una imposición a la fuerza de una subjetividad sobre una objetividad, mucho menos partiendo de la incoherencia de exigir respeto con el irrespeto a quienes manifiesten pacíficamente su desacuerdo. Por supuesto deben respetarse las subjetividades, el libre desarrollo de la personalidad, pero no solo de quienes han elegido por identificarse de una forma diferente a su anatomía sexual, sino de todos y cada uno de los seres humanos porque el límite de la subjetividad y de la objetividad es el respeto por el otro, así no se compartan sus subjetividades.
Finalmente lo importante es tener la clara consciencia que todos somos seres humanos, iguales ante el derecho por lo que deben respetarse todos los puntos de vista, las elecciones y opciones de vida asumidas, sin que ninguno se imponga sobre el otro y mucho menos mediante la violencia buscar legitimar un criterio que supuestamente propende por respeto y tolerancia.