No existe ninguna otra alternativa, los bares, los espectáculos y los músicos viven de las reuniones sociales, es una industria millonaria y necesaria, pero está muriendo, no lentamente sino de un golpe, fueron los primeros en cerrar y al parecer serán los últimos en abrir, lo que sucede es que ya no quedará nada para ese momento.
Se hizo más evidente aun que los músicos de algunos géneros como el rock y el hip hop viven del estado, sin él no son nada ni nadie, de eso se encargó el mismo sistema, de enseñarles que las ayudas y el dinero únicamente pueden provenir de las arcas públicas y es verdad, el público ya no está interesado en estas músicas las cuales son de nicho, hoy todos están en sus casas haciendo directos y buscando donaciones, las ayudas nunca llegaron ni llegaran, por ejemplo, al siguiente día en que nosotros llenamos un formulario del ministerio de cultura, lo que recibimos fue un correo pidiendo los estados financieros de la fundación, la verdad dicha de frente es que a Colombia nunca le ha importado el arte y nunca le importara más que cuando alguno saca la cara en el exterior y aprovechan la oportunidad para colocarle la bandera.
Son más de 15 mil bares y establecimientos que están cerrados, un mes antes de la pandemia uno de los músicos más reconocidos de Bogotá había inaugurado el suyo, en donde había invertido todos sus ahorros, el dueño del local no quiso un acuerdo y perdió todo, además fue vandalizado.
Y a pesar de que algunas empresas privadas como Bavaria o Diageo han tratado de crear programas de ayuda esto no es útil ya que los gastos no pueden ser subsanados al no haber ingresos, en resumen, ya han cerrado cientos de establecimientos algunos tan tradicionales como Canterbury con más de 18 años de tradición.
En el mismo estado se encuentran las salas de ensayo, los almacenes de instrumentos musicales, los promotores de eventos y todo aquel que trabaja en el ecosistema de la música como los roadies, los ingenieros de sonido entre muchos más.
Colombia dio la espalda a este sector y punto, nadie hizo ni hará nada y es algo en lo que hay que pensar detenidamente, ya que el estado siempre se llena la boca hablando de nuestra cultura, de economía naranja, de nuestra producción creativa, pero al final no le es útil y en este, el único momento en que en realidad se necesitaba, no apareció, los músicos literalmente están mendigando (literalmente) o vendiendo comida a domicilio y los bares se convirtieron en licoreras a domicilio no para mitigar sino para sobrevivir.
Queda en la conciencia de los músicos y de los gestores del arte, entender que estamos solos y que dependen demos únicamente de nosotros mismos y que ese estatismo paternalista al que todos han estado arrodillados durante años los dejó solos en la peor crisis de la historia, así que la comunidad de las artes musicales debe parar de estar dividida e inmersa en sus egos y sus montañas imaginarias para poder idear una nueva manera de poder seguir viviendo de lo que nos gusta sin necesidad de ser mendigos de nadie.
La dura conclusión es que todo deberá acabar y comenzar de cero, porque para el gobierno será normal abrir los aeropuertos, los centros comerciales y el transporte masivo, lugares de mayor aglomeración de personas, pero gracias al tabú moralista la noche y la música estarán silenciadas durante mucho tiempo en este, un país en donde un concejal radical cristiano aun es capaz de censurar un concierto.
Y que esto por fin sea una lección para todos aquellos que critican a quienes peleamos fieramente por los derechos de las artes en un país en donde se han robado todo, hasta la música.