Que Gustavo Petro, excandidato presidencial, le diga a Faustino Asprilla en Twitter “la lectura siempre da conocimiento” y que el exfutbolista conteste “la lectura no siempre da conocimiento. Y usted que lee sabe que éste no sólo llega por los libros” es como para sacarse el sombrero ante el exreferente del fútbol colombiano.
No sé cuántos ni qué libros haya leído Gustavo Petro —por su discurso, presiento que mucho marxismo y leninismo y esas cosas por el estilo— pero por supuesto que el conocimiento no solo llega por los libros, se pueden leer periódicos, revistas y libros en cantidades importantes y seguir siendo unos completos ignorantes en los asuntos más elementales de la vida. Cómo pelar una cebolla, por ejemplo.
Sí, el conocimiento llega también de la realidad circundante que nutre de experiencias al ser humano y lo adiestra para adaptarse, analizar y tomar decisiones acertadas. De esa manera aprendieron las comunidades que se organizaron y vivieron bajo la tradición oral.
Faustino Asprilla escribe “la lectura no pertinente no genera conocimiento” y es cierto o, por lo menos, genera un conocimiento equivocado. Un ejemplo, el Martillo de las Brujas, tratado sobre la caza de brujas que después de ser publicado en Alemania en 1487 tuvo un profundo impacto en los juicios contra los sospechosos de brujería y que llevó a la muerte a millares de personas. Páginas de miedo con las que se juzgaba a los impíos en los agónicos tiempos del oscurantismo. No creo que nadie en sano juicio, recomiende hoy el Martillo a jóvenes en edad escolar para lograr una formación ética o centrada en educarlos como ciudadanos íntegros.
“La decisión de tomarse el Palacio (de Justicia) con dineros de Escobar es criminal. Para eso no sirve leer”, agrega el Tino. Y es cierto, no por leer se logra ser mejores personas; en la Alemania Nazi, Adolf Hitler vendió millones de ejemplares de Mi Lucha cuando alcanzó el poder y el libro únicamente sirvió para difundir su ideología salvaje. O, en el caso de la literatura, leer novelas góticas y de criminales, puede llevar a que el lector se trague el cuento e intente convertirse en los personajes psicóticos de la ficción planteada por el escritor.
Por supuesto, las respuestas de Gustavo Petro, quien intentó pasarse de inteligentísimo y culto, no se hicieron esperar. Su estilo populista y camorrero lo llevó a decir que la lectura, podría enseñarle al Tino, “por ejemplo, a saber quiénes son los asesinos de los magistrados en 1985. Y podrías encontrar quiénes son los asesinos de (Andrés) Escobar y por qué si los apoyas”.
Independiente de la posición ideológica que pueda tener Faustino Asprilla, decirle que apoya a asesinos es decirle también que él es un asesino. Cosa altamente repugnante en un líder de izquierda que posa de pacifista y que me recuerda unas palabras de Gustavo Álvarez Gardeazábal, que me las dijo en El Porce, su hacienda en Roldanillo: “Petro es una mierda, una mala persona”. Pues sí, se necesita ser muy mala persona para insinuar que Faustino Asprilla apoya o es simpatizante de asesinos.
Así que, en esta discusión, producto del fanatismo político y los ánimos subidos, queda un claro perdedor: Petro, y una faceta nueva de Faustino Asprilla, que muchos colombianos bajo el estigma y la escasa visión que, a veces tenemos de las cosas, la verdad, no conocíamos: la capacidad de argumentar con solidez. Citando la sabiduría popular, Petro buscó candela y salió chamuscado.