Queridos lectores, ningún país ni región se está escapando a un amenaza completamente nueva y su expansión a la velocidad del rayo, por todo el planeta de virus mutantes de segunda generación u otras amenazas que afectan no sólo al sector sanitario, sino al conjunto de la sociedad, como el coronavirus COVID-19 [o «neumonía asesina» de COVID-19] que se anunció en Wuhan, provincia de Hubei, China, y que saltó a los humanos a través de una especie animal o se mutó en una forma más virulenta, causando infección y una seria amenaza para la salud y el bienestar de los ciudadanos y un enorme coste para la sociedad o incluso la muerte, pero la mayoría de los países no han hecho lo suficiente o han actuado demasiado tarde en los planes de preparación para una acción coordinada; o en el funcionamiento de las estructuras existentes para garantizar una capacidad de respuesta eficaz a la hora de identificar la amenaza o en decidir las medidas de control apropiadas y en ponerlas en práctica frente a un brote epidémico y a la propagación de la enfermedad.
El problema es especialmente grave por sus efectos potenciales para la salud humana y por su impacto político y económico y las implicaciones para la salud pública. Se deben poner en marcha, de manera urgente, medidas de precaución más eficaces para evitar que la pandemia de COVID-19 se convierta en una verdadera arma de destrucción en masa. El coronavirus es un enemigo furtivo que está causando estragos en Europa -emocionales, físicos y financieros en familias, sistemas médicos y economías- y el resto del mundo, deja una profunda huella de tristeza e impotencia, y en este contexto tienen poca cabida posiciones demagógicas, precipitadas o tácticas - quisiera transmitir mis condolencias a las familias de las víctimas de esta epidemia y mostrar mi solidaridad con el resto de las personas afectadas guardemos de vez en cuando un minuto de silencio por las víctimas, los muertos inocentes de esta pandemia.
En Italia, el sufrimiento provocado por tal terrible pandemia todavía no parece manejable. En la situación actual es una bomba de relojería a nivel social, que seguimos sin tener bajo control. Los argumentos científicos tampoco son, sin duda, totalmente exactos. Si existieran soluciones sencillas para esta tragedia, ya las habrían encontrado. La preocupación que surge en referencia a esta pandemia radica en que se trata de un virus nuevo. No conocemos el agente causante de esta infección viral. El virus es ponzoñoso y a veces mortal y no está suficientemente adaptado al organismo humano por eso exige que se levanten vallas que sirva de cortafuegos. En Italia, el error más grande que se cometió fue no darle importancia desde el principio.
¡Estamos justificados porque no se conocían las consecuencias! Me gustaría que los otros países puedan aprender de las faltas que hemos cometido y que no olviden la lección. En la Italia dimos la señal de alerta rápida, sin embargo, nadie nos aplaudió por ello. En un campo minado la señal rápida la da el primero que pisa una mina y ése fue la Italia. Hemos sufrido enormemente por ello, sin energía ni ánimo para llorar siquiera. En las zonas afectadas por el Coronavirus se vive una auténtica tragedia. Este es un momento muy difícil para Italia. En particular, en Italia numerosos trabajadores sanitarios y personas que conviven con un paciente de COVID-19 se han infectado.
La propagación del COVID-19 a escala internacional tuvo su origen en los desplazamientos de personas infectadas, gracias a los movimientos migratorios o al turismo. Sólo después de que la OMS emitiera una declaración de pandemia global y alerta mundial, se informó al público y a los profesionales sanitarios sobre la enfermedad y pudieron ponerse en práctica de forma apropiada medidas destinadas a contener su propagación. En el caso de Italia, por lo que respecta a la alerta precoz y respuesta, y a la vigilancia epidemiológica, ya había tomado todas las medidas preventivas muy firmes y efectivas que se actualizaban y revisaban constantemente, así como de los medios financieros y técnicos necesarios para cumplir estas funciones. Con ese sentido de responsabilidad ante la comunidad internacional, en Italia cada uno asume su completa responsabilidad y todos los riesgos, al ser conscientes del valor de la protección de su salud; se quedan en casa, se aíslan de la gente y recusan todo tipo de contacto y sistemas de monitoreo que permitan mantener bajo control eficazmente las amenazas ocasionadas por el COVID-19. Muchos dicen que los italianos son rebeldes y que es imposible obtener respeto por las reglas. Es un pensamiento común y recurrente. Permítanme decir que nunca como en estas horas nos estamos dando cuenta de que no es cierto, no es así.
Hay allí una profunda lección de vida para toda la humanidad que será recordada por mucho tiempo, aunque dolorosa: “Los italianos están enseñando al mundo sobre la seriedad, la compostura y el rigor cívico” al aceptar las severas restricciones legales que afectan el desplazamiento y la vida cotidiana del pueblo, las medidas de control y el aislamiento para reducir al máximo los riesgos, detener y revertir la propagación de la epidemia, incluyendo cuando proceda sanciones económicas y penales; sueñan con reanudar una vida normal. Las imágenes de personas alineadas frente a los supermercados, la música desde la ventana, la respetuosidad de las especificidades de cada uno en el silencio y el sosiego que contienen sus muros y la serie de medidas de distanciamiento social que se han implementado tempranamente para mitigar el impacto del contagio y retrasar el pico de la epidemia es una demostración de la solidaridad humana que beneficia tanto a quienes dan como a los que reciben. La capacidad de reaccionar rápidamente ante situaciones de esta índole reviste particular importancia.
Es importante que otros países aprovechen nuestra experiencia y nuestros errores para evitar experimentar un bloqueo total de la sociedad y para hacer frente a los brotes de enfermedades dentro de sus fronteras, marcando así la diferencia entre un brote reducido y una epidemia grave. A tal fin, es fundamental el compromiso y el esfuerzo de todas las partes interesadas y que exista una voluntad decidida de evitar la duplicación de esfuerzos, la capacidad de reacción y respuesta rápidas y sobre la evolución de la situación sanitaria, la visibilidad y la credibilidad del acervo científico. Lo he dicho en varias ocasiones, esta plaga no es una gripa y ningún país pasará de largo ante la crisis COVID-19 como "gato por encima de brasas".
Quisiera decirles que afrontamos una decisión fundamental, a saber, elegir entre la salud pública o el mercado. Hay países que han actuado demasiado tarde. Tenemos que aplicar el principio de cautela. Se puede tener suerte y pasar indemne ante la emergencia del Coronavirus, pero es más probable que no se tenga suerte y se elija la vía equivocada para controlar el brote. Estamos hablando de decenas de millones de personas, y se trata de un problema muy apremiante, comportan una dimensión de "derechos humanos". Es el momento en que todos tenemos que jugar con la misma camiseta y abandonar la controversia. Nada de eso se conseguirá sin un liderazgo fuerte claro y visible por parte de las autoridades y sin condiciones y que haga avanzar el cuidado integral de la salud y de la comunidad. Ahora es el momento de actuar. Para salir de este marasmo no necesitamos ni propaganda ni cuentos de hadas, sino lucidez y hombres de Estado valientes, capaces de hacer frente a cualquier dificultad.
Todo estará bien, pero todos debemos remar en la misma dirección. La cuestión de los derechos no puede separarse de la cuestión de los deberes y obligaciones por lo que respecta a las cuestiones relacionadas con el respeto de las reglas del juego por parte de todos los ciudadanos y, por otra, para salvaguardar el interés general, especialmente las amenazas emergentes para la salud pública ante pandemias o brotes. La responsabilidad ante la ley no es suficiente para lograr un Estado de derecho que esté en armonía con todos nuestros valores comunes fundamentales. Me sumo a la idea de que abordemos esta crisis de forma internacional, que nos pongamos de acuerdo sobre un planteamiento global para abordar la amenaza de las enfermedades transmisibles y el elevado riesgo de contagio o transmisión, así como articular las medidas nacionales con las mundiales y poner en práctica los estrictos procedimientos de control, mejorar el sistema de respuesta rápida a los riesgos sanitarios y el uso de medicamentos eficaces para tratarlas. Deben utilizarse todas las armas en la lucha contra este virus. Nadie puede negar la urgencia de actuar y la determinación para pasar a la acción. Larga vida a la Italia y a su ciudadanos. Amen
Nota
En esta ocasión ruego al Gobierno Duque no olvidar a sus ciudadanos migrantes que llevan a cabo una labor tan importante en todo el mundo, que están ahora desesperados, se sienten olvidados y abandonados a su suerte, sin que se tome ninguna medida al respecto.