El comportamiento del colombiano, claramente, es más difícil de comprender que aquella teoría de la astrofísica que habla acerca del flujo oscuro y una fuerza hipotética que empuja grandes cúmulos galácticos a través del universo a velocidades de vértigo. Una muestra nítida de eso es lo que pasa con la Teletón que no es más que un evento donde la lástima se convierte en moneda corriente. Y es que es muy raro porque el colombiano es egoísta y envidioso por naturaleza, pero durante un fin de semana cada año quiere ser más bueno que Ghandi y Mandela juntos. Mejor dicho, como dicen por ahí, el ciudadano colombiano piensa que pecar y rezar equilibra la balanza.
Durante más de 27 horas, que empezaron a correr a partir del viernes pasado a las 10 de la noche, los colombianos mostraron su hipócrita solidaridad. Poco más de 13 mil millones de pesos colombianos se pudieron recaudar durante el show farandulero y ruin que se lleva a cabo hace décadas en ese suelo desangrado. 13 mil millones de pesos que salieron del bolsillo de los mismos colombianos que votan por Uribe o Santos y sumergen al país en un hoyo sin salida de miseria. 13 mil millones de pesos que llegaron a una cuenta bancaria porque los desgraciados canales de televisión criollos no hacían algo diferente que proyectar imágenes de personas con discapacidades físicas y jugar con el morbo de mis compatriotas. 13 mil millones de pesos que, supuestamente, se van a invertir en la creación de centros de rehabilitación para brindarle ayuda a las personas en situación de discapacidad. 13 mil millones de pesos que deberían no robarse los políticos. 13 mil millones de pesos que, en definitiva, van a parar en la tesorería de una empresa privada que vive de despertar lástima en un país inmoral.
Y es que el evento que tenía como lema: “Mírate Colombia y verás lo mejor de ti”, indudablemente, es un negocio redondo para casi todos. El Estado, que debería satisfacer esas necesidades, se beneficia y especialmente la corrupción de sus gobernantes. Los colombianos hipócritas, que creen que donando 20 mil pesos son muy buenos, que se van a dormir dichosos y pensando que al otro día van a orinar agua bendita. Los “famosos”, venales y descarados, aumentan su popularidad posando frente a las cámaras. Los canales de televisión manteniendo, como casi todo el año, a los colombianos idiotizados en frente de las luces de la caja boba. Y, lamentablemente, quienes menos se benefician son quienes deberían beneficiarse más que cualquier otro: los discapacitados. No todos ellos van a poder acceder a esos centros de rehabilitación que, según Teletón, se van a construir con el dinero que donaron los colombianos. Pero claro, eso no lo saben la mayoría de los donantes y por eso depositaron su dinero allí: por pura ignorancia. Ellos se dejan llevar por lo que dice Carolina Cruz u Oscar Córdoba con un micrófono en la mano.
En definitiva, y aunque sea horrible tener que reconocerlo, en nuestro país sí paga el negocio de la lástima. A mí no me da pena decir que no doné una sola moneda para ese evento ruin que nos muestra, nuevamente, una de las caras más comunes y nefastas del pueblo colombiano: la de la doble moral. Y no haber donado no me convierte en una mejor o peor persona como a los que sí donaron tampoco los convierte en ángeles ni en demonios. Y es que es tan buena la salida de tocar las fibras de los demás y vivir de la lástima que en Colombia hay más pordioseros que físicos cuánticos.
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