En el anterior artículo sobre las raíces históricas de las Farc procuramos recoger distintos enfoques sobre su génesis profunda. En tal reflexión, obviamente, se deben incluir las versiones y testimonios directos de los sujetos protagónicos de los hechos que dieron pie a la constitución de dicha organización guerrillera revolucionaria.
En ese sentido, es prioritaria la consulta y estudio permanente de los documentos elaborados por los dirigentes guerrilleros de las Farc. Entre los que se destacan de Manuel Marulanda: Cuadernos de Campaña; de Jacobo Arenas: Cese el fuego: Una historia política de las FARC; al igual que Diario de la resistencia de Marquetalia, Correspondencia secreta del proceso de paz. Trabajos todos que dan cuenta de los procesos desde el punto de vista de los militantes guerrilleros. El libro de Arenas “Cese el fuego…” contiene un compendio de las reformas políticas y económicas propuestas por las Farc, así como también un relato de las conversaciones de paz iniciadas en enero de 1983, que culminan con los Acuerdos de La Uribe, que inician el cese al fuego en 1984, durante el gobierno Betancur. También expone en gran parte las conclusiones de la trascendental Séptima Conferencia, realizada en octubre de 1982
Otros textos claves que reflejan un compromiso revolucionario son los siguientes: de Arturo Alape, La paz, la violencia: testigos de excepción, Las vidas de Pedro Antonio Marín, Manuel Marulanda Vélez, y Tirofijo: los sueños y las montañas; de Alfredo Molano: Trochas y Fusiles, y de Carlos Arango: FARC: Veinte años. De Marquetalia a La Uribe y Guerrilleras FARC-EP: Crónicas y testimonios de guerra.
Para entender el hecho histórico, político, social y cultural de las Farc, resulta muy adecuado acudir a la categoría teórica de la “larga duración” elaborada por el científico francés F. Braudel, para quien en el estudio histórico se deben diferenciar, los eventos, los acontecimientos, las coyunturas, las cortas duraciones y las largas duraciones.
En la historia de la humanidad las largas duraciones se refieren a bloques que persisten a lo largo de las décadas y siglos. Por ejemplo la iglesia, el Estado, la familia, las organizaciones militares, los imperios.
Las Farc son un bloque social, político e ideológico de larga duración en la sociedad colombiana y en el ámbito regional latinoamericano.
Su próxima transformación en partido y movimiento político en los términos de los acuerdos de paz del Teatro Colon y de las reformas constitucionales en curso en el Congreso de la Republica validan su arraigo social y sus niveles de legitimidad popular que las propias encuestas y sondeos de opinión están indicando de manera reiterada desde el mes de enero del 2016.
El liderazgo y la tarea histórica del nuevo partido/movimiento político organizado por los dirigentes e integrantes de las Farc es parte de un complejo proceso de materialización de los consensos de paz firmados el pasado 24 de noviembre en el Teatro Colon.
La implementación de los acuerdos de paz avanza, con tropiezos y dificultades, hay que reconocerlo. Pero los hechos se van dando, como la reciente aprobación de la Justicia Especial de Paz, que si bien presenta algunas dificultades originadas en las presiones del poder oligárquico y militarista que actúa en el Legislativo, es un acontecimiento de apertura democrática indiscutible. Tendremos un nuevo poder judicial, diferente a la podrida justicia ordinaria, en el que debe prevalecer el derecho de las víctimas, la justicia, la verdad, la no repetición, la restauración y la reparación.
Los poderes oligárquicos y la cúpula militar han maniobrado para dejar en la impunidad sus demenciales crímenes, pero tendrán que responder, tarde que temprano, ante los tribunales internacionales que están atentos a las denuncias y exigencias de los movimientos de los derechos humanos en Colombia. Los generales activos y los de la reserva pretenden echarle tierra a sus crímenes pero la verdad y la justicia prevalecerán.
Las Farc y los delegados de Voces de paz en el Congreso han defendido cabalmente el contenido y el sentido de los acuerdos. Los viejos y desuetos poderes han jugado sucio cambiando los textos mediante torcidas maniobras legislativas. Esa es la verdad de todo este trámite del Fast Track. Hacen trampa, pisotean los acuerdos, desconocen la buena fe, pero que cada quien responda por sus actos de traición y felonía.
En el artículo de hoy recogemos los modelos de periodización de la historia de las Farc. En primer lugar incluimos la construcción hecha por los integrantes de la guerrilla, para quienes el origen y evolución histórica es el resultado de las guerras desatadas por el Estado oligárquico contra los campesinos para despojarlos de sus tierras y derechos. Son cinco en total. Inicialmente el Programa agrario de 1964 se refería a tres guerras, pero, posteriormente, con la desatada por el gobierno neoliberal de Cesar Gaviria y con la guerra paramilitar uribista del Plan Colombia, se completan cinco. Ojala esta tragedia no se repita.
Reiteramos que el objetivo de estos trabajos es construir la verdad sobre uno de las más importantes subjetividades del conflicto social y armado nacional.
Lo cierto es que el conocimiento de la complejidad del fenómeno social y político de la violencia está, sin duda, mucho más allá de las percepciones y sentimientos de quienes han sido víctimas del conflicto, y de la descripción más o menos exhaustiva de los hechos que se han producido a lo largo de un extenso período. La verdad no está en las declaraciones de quienes como sujetos han sido sus actores o testigos que tienen múltiples determinaciones, ni en el ejercicio empírico de recolección, organización y sistematización de la información factual. Tampoco tiene que ver con la verdad propia de los sistemas judiciales, cualquiera que ellos sean, cuya perspectiva no va más allá de la subsunción de conductas individuales en descripciones típicas propias de una determinada normatividad penal. Su comprensión remite, por el contrario, a una difícil labor de explicación de un conjunto de acontecimientos que, por su misma naturaleza, son objeto de las disciplinas sociales, y que no puede ser ajena a un determinado entendimiento político. En este sentido, aunque se trata evidentemente de un trabajo académico e histórico, no es ni puede ser neutral en la dimensión política y en su compromiso con los cambios sustanciales que permitan demoler el viejo y decadente sistema social y político de las oligarquías dominantes en el Estado colombiano.
La ruta histórica de las Farc.
Con distintos criterios se ha planteado una ruta histórica de las Farc sugiriendo etapas y periodos determinados.
La primera es la elaborada por las propias Farc; otras son las del Grupo del Centro Nacional de Memoria Histórica y otra es la del investigador Carlos Medina Gallego.
Las cuatro guerras contra las Farc
En una primera versión de esa historia de acumulados y de deudas no pagadas, se dirá que las Farc han sido víctimas de “cuatro guerras”, planteada precisamente en uno de los textos de la creación de las Farc, “El programa agrario de los guerrilleros”, suscrito el 20 de julio de 1964[1]. El preámbulo de este documento, fundador de esa guerrilla, expone: “Contra nosotros se han desencadenado cuatro guerras: Una a partir de 1948, otra a partir de 1954, otra a partir de 1962 y ésta que estamos padeciendo a partir del 18 de mayo de 1964, cuando los mandos militares declararon oficialmente que se había comenzado la operación Marquetalia”. En abril de 1993, en el contexto de la VIII Conferencia, el programa agrario fue reactualizado, conservando en la parte declarativa la idea de ser objetos de varias guerras y agregando una quinta: “y ésta que enfrentamos a partir del 9 de diciembre de 1990, cuando el dictador Cesar Gaviria y los reaccionarios Altos Mandos Militares iniciaron la operación de exterminio contra el Secretariado de las Farc en Casa Verde y de agresión contra el movimiento popular en todo el país.
Por supuesto, a las anteriores guerras hay que sumar la del fascista Uribe Vélez financiada con los dineros del plan Colombia de los gringos que tramito el señor Andrés Pastrana, desde su nefasto gobierno.
La primera guerra
La “primera guerra”, que inicia en 1948, se refiere a la persecución oficial contra los campesinos de zonas comunistas y liberales, y su desplazamiento a lugares por fuera del alcance de los “pájaros” o de la Policía, una vez fueron derrotadas las “juntas de gobierno” popular que emergieron tras el asesinato de Gaitán. En el sur de Tolima, de las familias de los refugiados, emergieron campesinos armados: unos, agrupados en el municipio de Rioblanco, en torno al dirigente gaitanista Gerardo Loaiza; y otros, en Chicalá (sede del comando comunista de Chaparral), bajo el mando militar de Raúl Valbuena, alias Baltasar, a los que se uniría posteriormente el mayor Lister y el comandante Olimpo (Eutiquio Leal), entre otros. Los dos grupos se fusionaron y se distribuyeron los territorios para defenderse y enfrentar a la policía Chulavita o conservadora. Luego de un desplazamiento que adoptó el nombre de “Columna de Marcha”, los guerrilleros y sus familias se ubicaron al sur del Departamento del Tolima, en El Davis, que se transformó en un pueblo con características organizativas especiales y se convirtió en la zona donde se concentraba el comando de los comunistas, desde la que se articulaba a los grupos de Ciro Trujillo, Jacobo Prías Alape, alias Charro Negro y Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda Vélez, quien inicialmente conforma un comando armado con diez de sus primos y otros parientes.
Los grupos guerrilleros de estas zonas del Tolima realizaron emboscadas conjuntas contra el Ejército y la Policía, se tomaron pequeños caseríos, hicieron operaciones de “limpieza de pájaros” y expropiaron armas, comida y ganados.
Esta “primera guerra” que afrontaron los comunistas comprende otras formas de enemistad surgidas de posiciones políticas que emergieron en medio de la lucha. De un lado, hubo un deslinde de los liberales y los comunistas, y de otro, un distanciamiento de los segundos con el Gobierno del General Rojas Pinilla. La separación de los “limpios” o liberales, de los “comunes” o comunistas —apelativos colocados por gamonales liberales tolimenses y vallunos de la época— provino, en opinión de los comunistas, de las presiones del directorio liberal del Valle, que entregaba armas y halagos a los Loaizas. Los comunistas —como el comandante Olimpo—, afirmaban también que los liberales no pudieron superar el esquema dominante de enemistad bipartidista.
Respecto a lo anterior, Marulanda Vélez señala que los liberales se encargaron de atizar la enemistad entre los dos bandos, propagando rumores contra los comunistas. Planteaban que estos se iban a adueñar de las tierras, que tenían pacto con los conservadores, que ponían a trabajar a la gente para que sus dirigentes “vivieran tranquilos”, que volvían rebeldes a las mujeres para “obligarlas a trabajar y aprovecharse de ellas”; y que por ello si los comunistas llegaban a triunfar, fusilarían a los curas y a los liberales. La existencia de tales versiones fue corroborada por Jesús María Oviedo (general Mariachi), quien con esos y otros argumentos se desprendió de las filas comunistas para pasar a las de sus enemigos. El rompimiento entre unos y otros fue precedido del asalto mutuo de sus campamentos, el hostigamiento de sus comisiones y de enfrentamientos armados, que dejaron un saldo de 47 muertos de los “limpios” y 25 de los “comunes”. Pese a esos desafortunados antecedentes con los liberales, las autodefensas intentaron llegar a acuerdos políticos o militares al convocar a la Primera Conferencia del Movimiento Popular de Liberación Nacional, realizada en Viotá en 1952.
El segundo deslinde de esa “primera guerra” se hizo frente al Gobierno del General Rojas Pinilla. Pinilla dio un golpe de Estado en 1953 y proclamó el restablecimiento del orden y el cese del enfrentamiento bipartidista, y aseguró garantías para los guerrilleros que entregaran las armas. Mientras la gran mayoría de los grupos liberales aceptaron la amnistía y se desmovilizaron, los campesinos de la autodefensa comunista se dividieron entre los que acogieron la iniciativa gubernamental y los que optaron por mantener la resistencia. Entre los segundos se encontraba el mando militar, que consideraba que en cualquier momento la guerra proseguiría. Por ello consideraron que debía adoptarse la proposición del Partido Comunista, que sugería organizar “comités de autodefensa en asociaciones pacíficas de campesinos”.
Del Davis, siguiendo la orientaciones del PC, saldrían “columnas rodadas” hacia Riochiquito, comandadas por Jacobo Prías Alape y Manuel Marulanda Vélez; a Villarrica, bajo el mando de José A. Castañeda, alias Richard e Isauro Yosa; a Natagaima, conducida por Ave Negra; por último, en el Davis permanecieron El Llanero y su grupo, que fueron víctimas de una celada y después asesinados.
Posteriormente, en 1955, Richard se desplaza a Pato y Guayabero, y Charro Negro hacia Marquetalia, donde fundaron nuevos asentamientos comunistas.
En síntesis, lo que se ha llamado la “primera guerra” fue sin duda una lucha por la defensa de la vida campesina, de cara a la represión de los reaccionarios gobiernos del conservatismo.
Segunda Guerra
La “segunda guerra” se explica igualmente por un acto arbitrario del Estado, que respondió a la organización pacífica de los campesinos con un operativo militar. Esa “segunda guerra” se desenvolvió en Villarrica, un antiguo escenario de conflictos agrarios en los que había actuado Erasmo Valencia en los años treinta y que al comenzar los años cincuenta se hallaba influenciado por el dirigente agrario Juan de la Cruz Varela, quien recientemente había logrado la unificación de los comandos guerrilleros del Sumapaz. Varela había optado por la desmovilización y la entrega de armas el 31 de octubre de 1953, pero sin perder el control político sobre la zona.
Con el ingreso de los comunistas provenientes del sur del Tolima, se desplegó una gran actividad proselitista en Villarrica, hasta entonces de mayoría liberal, sin llegar a ser hostil con los comunistas. Las células y los comités de autodefensa se organizan articulados al Frente Democrático de Liberación Nacional, que impulsaba el Partido Comunista y que se consideraba antes que una nueva organización, un frente político que cobijaba a diversos aliados en torno a un programa democrático. Esta misma táctica se había expresado en la primera Conferencia guerrillera de 1952, así como en la declaración política de ese evento. La paz se rompería con la ilegalización que el Gobierno del General Rojas Pinilla hizo del Partido Comunista, en febrero de 1956, y la subsiguiente entrada de tropas a la región de Villarrica, con el argumento de erradicar aquel núcleo revolucionario, refugio de los antiguos guerrilleros del Tolima. Gilberto Vieira, Secretario general del Partido Comunista, añadiría con el tiempo que en la decisión también pesó que la región quedara muy cerca de una de las haciendas del General Rojas Pinilla. En todo caso, a finales de 1955, alrededor de cinco mil soldados se lanzaron sobre la zona, apoyados por aviones de la fuerza área, que arrojaron bombas de napalm. Al número indeterminado de muertos de ambos bandos hay que añadir más de cien mil desplazados, cientos de detenidos instalados en un campo de concentración ubicado en Cunday, en el que se practicaron fusilamientos, castraciones y diversos tipos de torturas, entre ellos la aplicación de corriente eléctrica; los que sobrevivieron fueron procesados y condenados sin que se les brindaran las mínimas garantías procesales. Cerca de cinco mil desplazados buscaron refugio, asentándose en el Alto Sumapaz-Duda, Ariari, Guayabero y El Pato.
El plebiscito de 1957 permitió que se levantara la ilegalización al Partido Comunista y que el movimiento de autodefensa se vinculara a la actividad política, aunque quedaron operando algunas pequeñas estructuras armadas con fines defensivos para neutralizar las retaliaciones y el brote de violencia bandolera de la primera mitad del periodo del Frente Nacional. Los acercamientos entre las autodefensas agrarias y el Estado conllevaron la financiación de cooperativas agrarias y la construcción de escuelas y vías de comunicación para las zonas de influencia revolucionaria. En ese clima se explica la intervención electoral del Partido Comunista en alianza con el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) debido a las restricciones electorales para candidatos de terceros partidos. Esa alianza permitió que Juan de la Cruz Varela pudiera convertirse en representante a la cámara en 1960, portando la representación del movimiento agrario y continuando con la gestión de programas para resolver las necesidades de la región del Sumapaz. Con esa representación Varela presentaría un proyecto de ley de reforma agraria en el que se recogía uno de los puntos del “programa mínimo” del Partido Comunista, que pretendía el acceso a la tierra para los campesinos desposeídos mediante la “limitación de los grandes latifundios” y los “impuestos progresivos a las tierras incultas” .
Tercera y cuarta guerra
La “tercera” y la “cuarta guerra”, ocurridas en 1962 y 1964, son en realidad una sola. Las dos se refieren a dos momentos de la agresión a Marquetalia, constituida en un símbolo de la resistencia agraria y un ejemplo del quebrantamiento de la soberanía del Estado, desde finales de 1961, cuando el político conservador Álvaro Gómez denunció en el congreso la existencia de “repúblicas independientes”, toleradas por el Gobierno. Luego de esa apreciación, cayó sobre la región de Marquetalia, a comienzos de 1962, un operativo realizado por la VI Brigada, del cual participaron casi 7.000 miembros del Ejército, algunos con formación antiguerrillera. El operativo fue respondido con tácticas guerrilleras, pero fue levantado al poco tiempo, quizá porque se trataba de un ensayo para la operación militar que sobrevino dos años más tarde.
La visión del Grupo oficialista (uribista y santista) del Centro Nacional de Memoria Histórica.
El grupo del Centro Nacional de Memoria histórica en su informe del año 2013 plantea las siguientes 7 etapas significativas de la historia de las Farc.
Respecto de este Grupo de historiadores es importante aclarar que muchos de sus análisis están cargados de prejuicios anticomunistas y de enfoques unilaterales que desconocen muchos eventos del proceso histórico de la resistencia agraria revolucionaria. Aun así, nos parece oportuno recoger su enfoque al respecto.
- De la violencia bipartidista y las autodefensas campesinas a la creación del Bloque Sur y la expedición del Programa Agrario de las Guerrillas de Marquetalia (Primera conferencia), 1948-1964.
- Del Bloque Sur a la constitución de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia -FARC - (Segunda Conferencia), 1964- 1966.
- Las FARC: Reveses y reconstituciones (Tercera Conferencia), 1966- 1974.
- Consolidación orgánica y Plan Nacional Militar (Cuarta, Quinta, Sexta y Séptima Conferencia), 1974-1982.
- De la constitución de las FARC-EP a la formulación de la Plataforma de un Gobierno de Reconstrucción y Reconciliación Nacional (Séptima y Octava Conferencia), 1982-1993.
- De la Plataforma de Reconstrucción y Reconciliación Nacional a la Agenda Común por el cambio para una Nueva Colombia, 1993-2002.
- La Novena Conferencia en el marco del Acuerdo Humanitario y la administración Uribe (2003-2007).
Aspectos históricos sobresalientes.
Cuando menos son tres los aspectos de carácter histórico que saltan a la vista, en la interpretación del grupo del Centro Nacional de Memoria Histórica.
- a) La consideración de la respuesta armada del campesinado como una manera de enfrentar la agresión armada del Estado, tal y como se expresó en 1949 y 1950, en el sur del Tolima, luego en la guerra de Villarrica en 1955 y posteriormente en los años de 1960 con la invasión a Marquetalia, el Pato, Riochiquito y Guayabero, lo cual –desde el concepto de la combinación de las formas de lucha generaba el tránsito de la autodefensa a la guerrilla móvil, no por mera decisión subjetiva, sino por necesidad de supervivencia;
- b) el análisis de la situación política de cada momento, en el que por la forma de organización del poder y del ejercicio de la dominación de clase no se descartaba la posibilidad de la dictadura y la necesidad de la respuesta armada;
- c) un momento político y cultural en el que la lucha armada era contemplada internacionalmente como una de las vías para acceder al poder y hacer la revolución.
En suma, fueron las condiciones históricas las que originaron la política de la combinación de las formas de lucha y no ésta la que produjo aquellas.
La propuesta de Medina Gallego. Fases en la historia de las Farc.
El historiador Carlos Medina Gallego plantea las siguientes fases históricas en la existencia de las Farc (2009).
Primera Fase
La primera fase está comprendida entre 1949 y 1978. La enmarca dentro de dos acontecimientos: el surgimiento de las guerrillas comunistas tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y el comienzo de la violencia bipartidista. Finaliza con la VI Conferencia de las Farc en 1978, cuando este grupo se propuso convertirse en una guerrilla nacional, en un “Ejército Revolucionario”, y cuando definió que su proyecto era la toma del poder. Si bien esta fase contempla el surgimiento de las Farc en 1964 y le da la importancia que tiene para la historia de esa organización, subraya que hubo significativas prolongaciones entre las guerrillas comunistas y las Farc (Medina, 2009). En los primeros años de esa organización armada continuó operando la fuerte subordinación al Partido Comunista; la falta de claridad sobre sus fines estratégicos; la persistencia en ciertas zonas; la continuidad de algunos de sus métodos de guerra y de un discurso político construido sobre el conflicto agrario y la deuda histórica que habría dejado la violencia bipartidista.
Segunda fase
La segunda fase, 1978-1991, se halla delimitada, de un lado, por la crisis política de finales de los setenta, generada por el auge de la guerrilla particularmente urbana y las protestas sociales. Esta crisis intentó ser superada por la vía militar con la expedición del llamado Estatuto de seguridad. De otro lado, se conecta con otra grave crisis, la de finales de los años ochenta, derivada del ascenso del narcotráfico, de la insurgencia y el paramilitarismo, que desemboca en la Asamblea constituyente y en la promulgación de una nueva Constitución. Esta es una fase de transición para las Farc. La guerrilla está reformulándose a sí misma, y obtiene importantes resultados: conquista nuevos territorios ofreciendo en las zonas rurales diversas formas de intercambio a partir de las peculiaridades regionales; se dota de un “Plan estratégico” para la toma del poder, que transforma la guerra y la historia reciente del país; expide normatividades internas; construye las bases de su retaguardia nacional; recibe el primer impacto de la economía del narcotráfico, entre otros. Este periodo se cierra con la acentuación del exterminio de la Unión Patriótica, tras el cual las Farc tomarán la firme decisión de hacer la guerra hasta la victoria final, distanciándose definitivamente de la negociación y del proceso constituyente de 1991.
Tercera fase
La tercera fase, 1991-2008, expresa el desarrollo y ralentización del Plan Estratégico, también denominado Campaña para la Nueva Colombia. En esta fase, esa guerrilla se comprometió con una acción guerrillera de mayor envergadura, desarrolló la ocupación territorial y la ofensiva militar, incluyendo la negociación como estrategia política para desembocar en la acentuación de las acciones militares o para concluir en la creación de una nueva república en sus zonas de retaguardia nacional e incluso en la posibilidad del reconocimiento del Estado de beligerancia.
Cuarta fase
El cuarto y último periodo, 2008-2013, inicia con el Plan Renacer formulado por Alfonso Cano como comandante de las Farc y cierra con los primeros acercamientos de paz con el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la hoja de ruta para la paz, integrada por seis puntos. En esta fase, la guerrilla reconoce el impacto del Plan Patriota ejecutado durante el primer Gobierno de Álvaro Uribe Vélez y, en consecuencia, define la estrategia para su recuperación política y militar. Las Farc se adecuan a las nuevas condiciones del conflicto, apelando con relativo éxito a una guerra de resistencia o de sobrevivencia. Para ello sigue defendiendo algunas de sus zonas históricas, incrementa sus combatientes, mantiene sus corredores estratégicos y continúa resguardándose mediante el uso de campos minados, las granadas mortero, los francotiradores y los carros bomba. Esta adaptación de las Farc a la ofensiva de la Fuerza Pública y el cuestionamiento al cada vez más lejano “principio del fin” de la guerrilla, ha llevado al Estado a rediseñar su estrategia militar mediante la aplicación del Plan Espada de Honor y a formular — en contravía de todos los pronósticos— la posibilidad de buscar una salida negociada al conflicto.
Dos grandes hitos se encuentran en la historia programática de las Farc: el Programa Agrario de 1964 —reformulado en 1993— y la Plataforma para un Gobierno de Reconciliación y Reconstrucción Nacional[2].