La kehre fariana: posibilidad y probabilidad en el devenir del partido político de las FARC-EP

La kehre fariana: posibilidad y probabilidad en el devenir del partido político de las FARC-EP

"Ellos buscarían la organización de masas desde el municipio, el departamento y la región para invertir el ejercicio del poder"

Por: Consultora Pedagógica Josue Roncancio Ruiz. Vida, Paz, Educación.
julio 04, 2017
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La kehre fariana: posibilidad y probabilidad en el devenir del partido político de las FARC-EP
Foto: Colombia.com

No me acuerdo en que libro de Nietzsche leí que “somos el fruto de generaciones pasadas, somos el fruto de sus extravíos, de sus pasiones, de sus errores e incluso de sus crímenes. Podemos condenar esos errores y creernos exentos de ellos; sin embargo, eso no impedirá que procedamos de los mismos”, es más, no estoy seguro de esto y me desgarra la duda de si estas palabras no las encontré, más bien, en un libro de José Ortega y Gasset. Pretendo en este momento saber que no me importa la confusión por qué, pese a la incertidumbre y a la risible claridad cartesiana que ejerzo, es un enunciado que tengo presente desde hace varios días, al parecer hace semanas; como si lo tuviera atorado en la garganta.

Esta presencia es debida a que en el desenvolvimiento del proceso de paz de la Habana y en la ejecución del acuerdo general para la terminación del conflicto del teatro Colon la violencia ha irrumpido de nuevo en Colombia. Las distintas ONG y los organismos institucionales hacen los informes estadísticos de los muertos; los movimientos sociales y los partidos políticos de oposición instauran demandas de restauración de derechos y buscan que el gobierno encuentre a los responsables materiales e intelectuales de los siniestros, el gobierno niega cualquier sistematicidad en los asesinatos y posibilita con esto la reproducibilidad y la impunidad de los crímenes. La violencia que aparecía sin fundamento acontece ahora, como antes, como un estado abierto en donde emergen los problemas constitutivos de la nación.

La violencia irrumpe nuevamente en la existencia histórica de la nación no solo por el interés político de gamonales y de latifundistas de mantener el establishment, sino, por los elementos de un sistema significante que se coligen con el problema de sentido de la emergencia del conflicto interno colombiano. Problema de sentido que se reproduce y se trasfigura en toda la cultura; ya que, sus contenidos están plasmados y expresados en símbolos (Cassirer, 1971). Otra vez la violencia aparece en Colombia como procedimiento para redimir la contradicción social y la oposición política, y hace evocar las palabras de Manuel Marulanda Vélez que expresan la tragedia nacional que aconteció y que acontece en Colombia: “detrás de mí, como sombra maligna. La violencia. Llega a un pueblo, a otro, y ahí está esperándome como queriendo desterrarme y si no ha llegado por tardanza en el camino, a la semana siguiente aparece; me arrastra en sus aguas’’ (Alape, 1989).

La violencia que en 1949 hizo que Pedro Antonio Marín llegara a la lucha de resistencia; no por reflexiones ideológicas, sino porque, se la impuso la violencia partidista, retorna hoy para imponer un nuevo éxodo para resguardar la vida. La violencia que en 1949 no discutía los argumentos o las ideas, sino que, se iba en contra de los sujetos o lo que representan, quiere que otros entren y sustenten esta vorágine. La violencia de 1949 que hizo que Manuel Marulanda Vélez no tuviera que identificarse y proclamarse como representante político del pueblo, porque él representaba al pueblo perseguido; él era el pueblo perseguido, busca que otros nuevamente no vayan a clasificar insectos ni flores, ni que estudien los estratos geológicos, ni que reforesten el cauce de los ríos.

La violencia que irrumpe busca; como su sombra, eliminar al otro para no construir una sociedad que sea capaz de aceptar reglas para dirimir los conflictos políticos y sociales de la república. La instrumentalización oligárquica de la paz, que busca su adjetivación para encontrar seguridad individual antes que su sustancialización para construir justicia social, le da identidad y actualidad al sistema de elementos significantes que se relacionan con la propiedad y la tenencia de la tierra, así como, con la participación en el sistema político liberal colombiano. La apertura liberal que busca el acuerdo general para la terminación del conflicto, en el contexto de violencia actual, no podrá incluir al otro, ni construir una identidad nacional: la violencia no se colige con una pragmática de la comunicación y el dialogo que haga figurar un cambio de paradigma en la ética discursiva, en la política deliberativa y en la acción comunicativa de la conciencia. La violencia se sostiene en la discriminación y en la exclusión del otro.

La imagen de violencia que relacionaba a los guerrilleros armados con fusiles de asalto combatiendo a las FFAA con los campesinos que en sus manos cargaban escopetas de fisto para recuperar las tierras que les había sido arrebatadas y para hacerse participes del sistema político liberal colombiano, parece no tener nada que ver con la imagen de violencia que Colombia tiene en su inconsciente. La imagen de violencia, al parecer, guarda más relación con el lucro personal y el enriquecimiento ilícito a través del narcotráfico y actividades económicas evasivas. Si el sistema de producción capitalista en este momento se define no por la producción sino por el consumo de mercancías, y, el consumo indiscriminado de imágenes interioriza en la subjetividades estereotipos como modelos de identidades (Debord, 2008) y reemplaza la realidad por imágenes que como simulacros se tornan más importantes (Baudrillard, 2007) la manipulación y el trastorno de la imagen de violencia pueden ser explicadas por un desplazamiento o metonimia en el inconsciente colectivo de la nación.

Más aun, desde esta sustitución de la causa por el efecto podríamos interpretar: 1). La indiferencia y la no valoración que le da Colombia al proceso de paz y a su proceso de implementación, 2). La nula oposición y denuncia para que la violencia no vuelva a emerger como practica gubernamental para la producción de sujetos sometidos y 3). El poder de los medios de comunicación, información y publicidad en la construcción de la identidad de subjetividades de consumo. La superación de la violencia no se da con el silenciamiento de los fusiles y con la construcción de un orden ético de convivencia; eso no resuelve el problema de la violencia. El desafío de vivir en paz y con justicia social sin la necesidad de normatividades absolutas pasa por la intención de que Colombia se quiera dar una segunda oportunidad sobre esta tierra maltrecha.

La desilusión de una generación con la realidad política y cultural colombiana; por los limitados alcances de transformación social y por el consumismo demencial que se ofrece pero que no opera, no puede seguir relacionándose iconográficamente con la imagen de violencia de enriquecimiento ilícito y economías evasivas. La violencia que tiene correspondencia con el narcotráfico, en cuanto a, la estructura social del país; la tenencia de la propiedad de la tierra; las costumbres políticas y la alteración de los valores de los colombianos no puede ser la contrarrevolución que se establezca en Colombia. “You are not yourself” (usted no es usted mismo) es el título de un fotometrage de Barbara Kruger que se podría posar sobre el espejo en el cual nos miramos como nación y como sujetos políticos que buscan construir y ejecutar un acuerdo general de paz no solo para terminar el conflicto, sino, para volver a creer que existe un país que todavía podemos encontrar en el mapa.

La realidad objetiva en la cual las FARC-EP van a construir y proyectar su partido político y su movimiento social y de masas es el de la violencia, entendida esta como mezcla de terror para-oficial, sectarismo partidista, una política de tierra arrasada y la desvanecida aureola de pureza revolucionaria de la guerrilla, debido a; los hechos que acontecieron en el conflicto social y armado. Esta realidad objetiva debería corresponderse con un estado de conciencia; de comprendernos a nosotros mismos en la experiencia de la impotencia, para cuestionar la orientación que se le está dando a la aplicación y ejecución del acuerdo general de paz e interpretar la pregunta de si ¿Las FARC-EP no pueden dejar de incluir en su estrategia por ejercer el poder la constitución de una fuerza material?

Esta pregunta se abre camino debido a que las relaciones de poder, sus funcionamientos y sus modos de operación en la Colombia que deviene: pueden hacer que el mundo que quieren inventar las FARC-EP fenezca antes de que la primera palabra derive en acto. La historia de la sed que no se sacia y de la falta de competencias del gobierno para satisfacer los anhelos de los sujetos que insurgen en el sistema político liberal colombiano pueden volver a condicionar al “a-normal” a alcanzar la normalidad por medio de la violación de las normas de la regularidad. Como la tragedia del Extranjero de Camus que consiste en que; para alcanzar la libertad tiene que negarle al otro la posibilidad de tenerla, en Colombia la libertad debe emplear los métodos que lo niegan.

No se cree que el partido político que construyan las FARC-EP vaya a emplear una fuerza material para negarle al otro la posibilidad de ser, ni que con ella busque rasguñar segmentos de poder y burocracias en las instituciones del estado para el ascenso individual. Al parecer ellos, al igual que Gaitán, piensan que cada país tiene las características propias para construir sus modelos de organización y de gobierno, por lo cual ellos preferirían ser gobierno. Las FARC-EP visibilizarían un proyecto político que trascienda el simple ejercicio electoral y la trivial participación popular; ellos buscarían la organización de masas desde el municipio, el departamento y la región para invertir el ejercicio del poder, y así, viabilizar un ethos como modo de ser: un proyecto de nación, ciudadanía, organización comunitaria, tejido social, construcción de lo público y de los bienes colectivos que respondan propositivamente a una forma de ver la vida y a una forma de estar en el mundo.

Las FARC-EP conformarían un partido político que en la concertación y en la convergencia de intereses consume el logro de metas colectivas para un sentido colectivo de presente propio: un ethos que mire en el otro un complemento o un opositor, más nunca un enemigo. El partido político a construir comprendería que las condiciones de realización son tan importantes como las de producción, por lo cual, no solo sería importante la organización ideológica, sino que, sería aún más importante la organización alrededor de las cuestiones de la vida cotidiana. Si la paz con justicia social es dicha exaltada y total desesperación, es en esta unión en donde se facilitaría re-definir nuevas metas programáticas, permanentes y funcionales vinculadas a un problema continuo de nación.

El conflicto social y armado al parecer está siendo desustancializado, y como tal, cada uno de nosotros podrá escoger los valores en contra del dispositivo de muerte que fenece. Así como en el silencio se encuentra el sentido de las palabras, en el silencio se reconocerá a los otros en su diferencia y en lo que difieren. El inconsciente está estructurado como un lenguaje y como saber puede ser objeto de interpretación, develar la conciencia de la opresión y la conciencia de la propia sumisión es des-culpabilizarnos para que a través del sentimiento de culpa no nos dominen y no nos dominemos. La normalización, la subordinación y la obediencia no pueden operar en la construcción y en la proyección del partido político y el movimiento social y de masas de las FARC-EP, en su proyecto de nación y de ciudadanía tendrán que visibilizar “el abandono de las formas normales de estar con los otros para des-estructurar, y posterior a esto, re-estructurar dolorosamente las existencias alteradas” (Cooper, 1981).

El partido político de las FARC-EP debe: 1). Ser el orientador de las masas y no su suplantador, 2). Hacer sentir a todos que los objetivos de la lucha no solo son necesarios, sino que, son posibles de realizar, 3). Sentir y promover la creación de situaciones absurdas para lograr cambios sociales y 4). Encontrarse con el movimiento espontaneo de las masas. Esto para que en la comprensión de nosotros mismos en la experiencia de la impotencia se tome conciencia no solo de la opresión sino también de cómo se es oprimido. Las FARC-EP deben recordar que la tarea de ellos “ahora de inmediato es movilizar a nuestro favor la opinión pública; divulgar nuestras ideas y ganarnos el respaldo de las masas del pueblo. Nuestro programa revolucionario es el más completo, nuestra línea la más clara, nuestra historia la más sacrificada; tenemos derecho a ganarnos la fe del pueblo, sin la cual, lo repito mil veces, no hay revolución posible” (Castro, 1954)

El movimiento social y de masas de las FARC-EP y su partido político no deben permitir que el acuerdo general para la terminación del conflicto acontezca como la constitución de 1991; un sistema de elementos políticos, sociales y administrativos que modernizaron el conjunto de instituciones del Estado para adecuarlo a las nuevas demandas del capitalismo. Las FARC-EP y el movimiento social y de masas que las acompañan deben preguntarse si:

“Antes de crear una nueva organización política habrá que examinar muy bien la capacidad de transformación que tiene las organizaciones políticas actualmente existentes. Tal vez no se requiera construir una nueva organización, a lo mejor de lo que se trata es de fundir varias organizaciones ya existentes en una sola, siempre que ésta se estructure de manera diferente” (Harnecker, 1998).

La prudencia y la no manifestación de desbordes emocionales deben buscar comunión con los corazones encendidos y la imprudencia. Lo extrovertido, a-doctrinario y pasional deben desvanecer los principios envejecidos de los que se niegan a renovar por predominar y sobresalir. El partido de las FARC-EP y su movimiento social y de masas debe hacer que confluyan en un proyecto de nación todos los que deseen otro mundo posible.

 

Bibliografía:

Alape, Arturo (1989). Las vidas de Pedro Antonio Marín, Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo. Editorial Planeta. Bogotá, Colombia.

Baudrillard, Jean (2007). Cultura y simulacro. Editorial Kairós. Barcelona, España.

Cassirer, Ernst (1971). Filosofía de las formas simbólicas. Fondo de Cultura Económica. México.

Castro, Fidel (1964). Carta a Melba Hernández y Haydée Santamaría. OAH, Cuba.

Cooper, David (1981). El lenguaje de la locura. Editorial Ariel. España

Debord, Guy (2008). La sociedad del espectáculo. La marca Editora. Buenos Aires, Argentina.

Harnecker, Marta (1998). La izquierda en el umbral del siglo XXI: haciendo posible lo imposible. Desde Abajo-Difundir. Colombia.

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