La sensación de desesperanza que viven los colombianos va mucho más allá de estar bajo la realidad de una pandemia cuyo impacto en Colombia se mantiene en una especie de plató, con señales de aumento. Así lo muestran las diversas encuestas donde la corrupción, la inseguridad ciudadana en las ciudades y la violencia en el campo, se juntan con el impacto de una recesión económica que el país desconocía. Estas son las razones que ocupan lugares más predominantes en el ánimo de las personas y son más relevantes que el covid-19. Por ello tratar de evadir responsabilidades por parte de quienes tienen el manejo del país atribuyendo todo a la pandemia, es una forma absolutamente descalificada por la realidad de lo que afirman los ciudadanos.
De nuevo El País de Madrid nos muestra una luz. En un maravilloso artículo recorre lo sucedido en América Latina y demuestra como la juventud cambió y asumió un papel protagónico frente a la crisis de liderazgo político en la mayoría de nuestros países. Resalta con el mayor éxito del activismo estudiantil lo acontecido en Perú donde sacaron rápidamente al presidente por medio de exitosas protestas, donde fueron precisamente los jóvenes los protagonistas. Pero también habla de Chile país donde los estudiantes fueron los que iniciaron esta ola de protestas que han culminado con la construcción de la nueva Constitución política que acaba con la de Pinochet. Pero también esta Colombia y resaltan cómo la forma como murió Dilan ha sido un incentivo más para pedir cambios.
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Así el empresariado rechace las protestas sociales, en estos momentos de crisis de gobernabilidad, estas expresiones populares son la única forma de fortalecer nuestras débiles democracias
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Así el empresariado rechace las protestas sociales, la verdad es que, en estos momentos de crisis tan severos en la gobernabilidad de muchos de nuestros países, se han convertido estas expresiones populares en la única forma de fortalecer nuestras débiles democracias. Las razones para esta falta de apoyo son muchas, entre otras porque este protagonismo exagerado del mercado cuya debilidad la ha demostrado la pandemia, por un tiempo les fue muy funcional para beneficiarse, de manera desproporcionada del poco crecimiento de nuestras economías.
Este nuevo comportamiento de nuestra juventud, que no se había observado sino hasta hace poco, se convierte en una luz de esperanza. Los que llevamos muchos años como actores, observadores y analistas del devenir del país sí vemos este cambio muy impresionante en las preocupaciones de la juventud. En generaciones pasadas el desencanto plenamente justificado con la política los marginó de estos debates. Tenían razón, porque lo que hemos vivido con la mezcla de política, corrupción, paramilitarismo y violencia de todo tipo, eran motivos suficientes para dejarles esos temas a quienes de alguna manera tenían la culpa de que se dieran esas realidades. Pero hoy la situación es distinta.
La juventud latinoamericana se ha politizado, pero de una manera diferente. Primero, son universales en su agenda y es el futuro del mundo lo que también les preocupa. El cambio climático es la realidad que los conmueve con toda razón porque es esta nueva generación la que vive en carne propia las consecuencias del olvido de la sostenibilidad ambiental, como una realidad que toca a todos. Segundo, son verdaderos demócratas, rechazan toda muestra del uso del poder para beneficio propio, del nepotismo que aun en Colombia parece tener plena aceptación entre ciertos grupos de privilegiados. Terceros, son solidarios porque han vivido la exclusión, la pobreza, la falta de movilidad social, el costo de no ser de ese grupo exclusivo que sigue manejando el poder. Cuarto, rechazan la corrupción con la que hemos vivido sin la suficiente crítica por parte de la ciudadanía.
Por estas virtudes sumadas a su profunda alegría propia de una juventud que no se deja derrotar, por su amor a la música, a las expresiones artísticas, por su capacidad de entender y manejar las nuevas formas de comunicarse, se han convertido en la esperanza de esta generación que está de salida. Por ello nosotros, lejos de frenarlos como lo hacen sectores que han cometido muchos pecados, debemos apoyarlos como la esperanza de un mundo mejor, de nuevos liderazgos legítimos, no simplemente heredados con los vicios de siempre. La juventud alejada de los pecados de generaciones anteriores son la verdadera luz de esperanza no solo para Colombia sino para toda América Latina. Merecen por lo tanto no solo nuestro reconocimiento sino nuestro apoyo.