Me lo encontré atravesando cualquier paso de cebra imaginario de Bogotá y me impactó lo bien trajeado. Llevaba un vestido de tres piezas, Príncipe de Gales, de tiza que llaman, corbata poco llamativa y unos zapatos muy lustrados. Recién afeitado y el pelo engominado.
Me miró de reojo y no pude dejar de seguir con la mirada su trayecto. Entró a un banco, y por lo que pude oír pidió prestado siete trillones y el gerente bancario se rio de esa irrisoria suma y ordenó que se le dieran al menos cien. Parece que salió con ciento cincuenta.
Al día siguiente lo encontré donde lo veo todos los días: en cualquiera de las bancas que hay cerca del parque, desarrapado y sucio y me enteré que aquella pinta estrafalaria se la había prestado un primo abogado.
Y gracias a las pintas recibió el maravilloso préstamo.
¿A dónde vamos con este relato que casi parece mentira?
A algo que todos sabemos: las apariencias son determinantes y obviamente engañan.
Si la justicia colombiana fuera eficiente y justa con al menos los veinte casos que salen bimensualmente en los medios, pues la gente se quedaría con esa imagen mentirosa, al igual que aquél gerente que pensó que mi amigo Arnulfo era un destacado ejecutivo.
Como el presidente, que se la pasa hablando a toda hora del proceso de paz y no hay mandatario o exmandatario o líder de lo que sea que no haya manifestado a viva voz que secunda y apoya el tal proceso, a tal punto que ya todos creemos que la cosa está acordada y que la paz será una realidad.
Pero no, ni siquiera eso, ni siquiera la justicia hace alardes de lo justa y eficiente que es. Le ponen en bandeja de plata el caso del joven que con tragos y haciendo piques provoca un accidente con cuatro muertos e impera, pareciera, la lucha de clases y la libertad es lo que se ordena. Y propongo al lector que saque lápiz y papel y anote en su memoria los grandes casos judiciales para darse cuenta de qué forma tan mágica lo que no se da es, precisamente, justicia.
Aunque nada sacamos con pretender mostrar los trapos sucios de algo o alguien que no oirá los gritos o súplicas, ya que no es necesario informar que “la justicia” está en huelga desde hace ya un buen tiempo y hasta cuando decida volver a sus labores erradas. Y si no trabajan, menos dedicarán su tiempo en leer artículos sin sentido.
Si de las tres ramas del poder público ninguna contenta al ciudadano, pues el equivocado no puede ser otro diferente al mismo ciudadano, y traigo entonces a colación una frase del Chavo que decía algo así como que yo sólo me he equivocado una vez, cuando pensé que estaba equivocado.
… y hablando de…
Y hablando de goles, emociona ver tanto deportista nacional ganando medallas y jugando bonito.
Y sobre gasolinas, debo decir que me parece bien que el presidente ordene comprar un avión para sus viajes sin atender pendejadas presupuestarias. Todos sabemos que el Transmilenio es incomodísimo.