No sorprende la decisión de la justicia norteamericana de dejar a la diseñadora colombiana, Nancy González, en libertad bajo fianza, con algunas restricciones, ya que no se la considera una amenaza para la sociedad.
Hace algo más de un año, a petición del gobierno norteamericano y con solicitud de extradición por ingresar contrabando de carteras fabricadas con pieles de animales en vía de extinción, la diseñadora fue capturada por las autoridades colombianas y remitida a la cárcel del Buen Pastor donde “residió” hasta su extradición hace pocos días.
No deja de sorprender la decisión de su libertad condicional. Un juez norteamericano le permite vivir a Nancy, con dignidad, en su apartamento, a pesar de no ser ciudadana, a pesar de que tendrá que afrontar un juicio por quebrantar la ley, pero aquí en Colombia, de donde la señora es ciudadana, donde no ha cometido crimen alguno ya que, supuestamente, sus carteras son fabricadas con pieles adquiridas a fuentes y criaderos legales, es obligada a permanecer más de un año en una cárcel de alta seguridad.
Será que la fiscalía de la nación no tiene más oficio que perseguir al presidente o es que la justicia de Colombia se arrodilla ante cualquier solicitud de extradición de los Estados Unidos sin la presunción de inocencia y sin considerar las mismas “dádivas” que hoy ofrece la justicia norteamericana a Nancy González.
No soy quién para juzgar a la diseñadora por haber violado la ley en los EEUU pero aquí, en su propia patria, la defensa de sus derechos brilló por su ausencia.