El acceso a la educación es clave para el desarrollo de cualquier sociedad, y en Colombia, la demanda por formación técnica y profesional sigue en aumento. Prueba de ello es la apertura de 600 cupos para estudiar en horario de madrugada en el SENA, una oportunidad que, si bien amplía las opciones de aprendizaje, también pone sobre la mesa una realidad preocupante: la normalización del sobreesfuerzo en busca de mejores condiciones laborales.
Según Noticias Caracol, muchos de los inscritos en estos programas nocturnos cumplen extensas jornadas laborales antes de asistir a clases, lo que plantea una pregunta clave: ¿es realmente una oportunidad o una muestra más de las dificultades que enfrentan los trabajadores para acceder a educación sin afectar su sustento?
Frases como “Yo me esforcé el triple y no me quejo” refleja una narrativa que ha romantizado la precariedad y el sacrificio como única vía para el progreso. Sin embargo, esta mentalidad invisibiliza una problemática de fondo: la falta de políticas que garanticen el acceso a la educación en condiciones dignas y equitativas, sin que esto implique jornadas agotadoras que ponen en riesgo la calidad de vida de los estudiantes.
El debate no es sobre el valor del esfuerzo, sino sobre la necesidad de transformar el sistema para que el derecho a la educación no dependa del sacrificio extremo, sino de condiciones que permitan a los ciudadanos aprender y crecer sin comprometer su bienestar.
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