En las primeras horas de la mañana del pasado 25 de julio, el pesista de Yumbo Luis Javier Mosquera ganaba para Colombia su primera medalla de plata en los Olimpicos de Tokio. Por casos de dopaje la selección nacional sólo pudo llevar tres pesistas. Lo más seguro es que los dos deportistas restantes se vayan o con una medalla o con un diploma. La sanción fue durísima pero contrario con lo que pasa con nuestros futbolistas se resarcieron y consiguieron el objetivo para el que vinieron en las justas.
Una ve ganó la medalla Mosquera el presidente Duque lo felicitó y la Federación Colombiana de Pesas reaccionó contando que el gobierno ni siquiera les dio plata para respaldar su participación en las eliminatorias a la olimpiada. El fútbol, un deporte que en toda su historia ha conseguido apenas un título con su selección de mayores, recibe, solamente de Bavaria y Coca-Cola, 12 millones de dólares al año solo para un equipo que tiene en promedio nueve partidos anuales. Las pesas deben pedir limosna para darnos gloria, el fútbol ni siquiera clasifica a las olimpiadas.
En las últimas tres décadas solo se ha obtenido dos clasificaciones a olimpiadas las de Barcelona y la de Rio de Janeiro. Ni una sola medalla por supuesto y con todo el apoyo del mundo. De pronto cambiar de deporte nacional también significa un timonazo en nuestra manera de percibir la vida, en nuestros valores. Las pesas nos llenan de gloria desde Atenas 2000 y acá en el país nadie se ha dado cuenta.