Si la intención de Petro es entregar en 2026 una sociedad con menos desigualdad, pobreza, inseguridad y corrupción, debe intentar otra forma de trabajar, gobernar y gestionar. A su administración le llueven críticas por el caos, la improvisación, el desgreño, la descoordinación, el aislamiento, las inconsistencias y lo peor, por la corrupción en sus propias filas. Falsas, ciertas o exageradas tantas percepciones negativas crean un ambiente de ingobernabilidad que impide resultados positivos y llevaría a un fracaso de la izquierda colombiana para gobernar.
La pérdida de las mayorías parlamentarias, la creciente impopularidad del gobierno, y una baja votación del Pacto Histórico en las próximas elecciones confirman que Petro navega hacia una tormenta. Es imposible lograr reformas y resultados con un ambiente tan negativo. Si se suma la falta de medidas para activar la economía, la amenaza de un apagón, el posible cierre de servicios de salud, la parálisis de la construcción de vivienda y de obras, el ambiente ya no es de tormenta sino de huracán.
Siendo el primer gobierno de izquierda sus resultados determinan la continuidad de los cambios más allá del 2026, o el retorno a las fórmulas del pasado. Es decir, se acabarán los esfuerzos políticos para equilibrar las cargas sociales con la intervención del estado y volverá la visión según la cual los pobres son pobres porque quieren y no le corresponde al estado redimirlos invirtiendo en subsidios o mejores servicios. Volveremos al mercado arregla todo.
De manera que si Petro quiere hacer historia, con su forma actual de trabajar y gobernar, con su falta de apoyo popular y sin equipos suficientemente capacitados, no lo va a lograr. Replantear el gobierno para cumplir los objetivos es una obviedad. Es lo que hacen todos los políticos para evitar su naufragio. Menos Boris Johnson o Pedro Castillo que prefirieron sucumbir antes que ajustar. Petro no se va a caer porque el sistema lo impide, pero la crisis si puede neutralizar su administración, una opción que a muchos le gusta porque prefieren que pasen los próximos tres años sin realizaciones. Es un trago amargo, pero pasará.
Un tema que Petro conoce por sus lecturas de Clausewitz durante su práctica guerrillera ilustra que gobernar para el cambio es como librar una guerra. Una vez entendió que la victoria armada era imposible, el M-19 replanteó su forma de hacer política, firmó la paz, entregó las armas y se dedicó a conseguir votos para llegar a la Casa de Nariño. En la política democrática también hay reglas y son similares a las de la guerra. Las guerras se ganan cuando se alinean tres elementos: voluntad política para librarla; apoyo popular para que el pueblo no abandone al gobernante con los primeros chorros de sangre; y contar con recursos para nutrir a un ejército capaz.
La falta de uno de los tres elementos impide el éxito. Y al gobierno solo le faltan dos y medio para que su campaña triunfe pues no cuenta con la voluntad política del país para hacerlas; no cuenta con respaldo popular suficiente; y si tiene los recursos, aunque no el equipo capacitado para gestionar con éxito las batallas. Al inicio de su gobierno Petro consolidó voluntad política, tuvo apoyo popular e incorporó algunos generales -cuadros profesionales- que generaron confianza y marcaron el rumbo. Pero también nombró sargentos con cero capacidad política y transaccional. Esta dinámica acabó con la cohesión interna del gobierno y la salida de los generales desbarató la voluntad política y abrió las puertas de la desconfianza.
Las elecciones regionales poco ayudarán al gobierno. El Pacto Histórico tiene escasas de triunfos. Sus listas están desperdigadas entre los 12 partidos y los 20 movimientos que componen el PH. Sus pequeños liderazgos dispersos son débiles. El candidato en Bogotá perdió el chance porque Petro se concentra en frenar las aspiraciones presidenciales de Claudia López. Se opone a todos los proyectos que beneficien a los bogotanos. El metro, el Regiotram, la planta para producir vacunas, la ALO, la distribución de subsidios… es un presidente que comete el peor error de un gobernante: matar los sueños de la ciudadanía.
Sin voluntad política, sin respaldo popular y sin equipo de gestión, el riesgo de entrar en crisis crece. Petro podría caer en la tentación autoritaria. Erosionar los mecanismos institucionales para impulsar las reformas saltándose los controles. Algunos gobernantes elegidos por voto popular han enfrentado situaciones similares. No logran superar los trámites en los demás poderes y las entidades de control. Así surgió el camino autocrático en Turquía, Venezuela, Hungría, Nicaragua entre otros países. Es una tentación peligrosa y no descartable.
El manual de los autócratas es atractivo y relativamente sencillo de aplicar porque las fuerzas institucionales no están preparadas para neutralizarlo. Con los 36 partiditos que hoy existen en el país, el gobierno puede hacer lo que quiera pues no hay quien ponga a marchar en una dirección a esos micro-clientelismos. De manera que a Petro lo ayuda la dificultad que tendría una oposición para organizarse como tal. Si quisiera, el gobierno podría ir tomando poco a poco las instituciones que le estorban para ponerlas a su servicio.
Unos autócratas empezaron por el control del órgano electoral. Pueden escoger y vetar partidos y candidatos y predefinen los resultados sin necesidad de hacer fraude para formar mayorías parlamentarias artificiales. Otros empiezan por las cortes. Nombran magistrados que avalan sus normas, conductas y procedimientos y convierten la fiscalía en organismo de persecución. Los medios de comunicación los desprestigian y los remplazan por aparatos de propaganda oficial. Las fuerzas de seguridad abandonan la protección de los opositores y al mismo tiempo les aplican normas tributarias con un falso rigor. Al temor físico se suma el temor de perder el patrimonio.
Algunos sectores creen que Petro tiene el manual del autócrata como libro de cabecera. Dicen que Maduro se lo regaló en uno de sus encuentros
Algunos sectores creen que Petro tiene el manual del autócrata como libro de cabecera. Dicen que Maduro se lo regaló en uno de sus encuentros. Pero Petro conoce el intento fallido de Uribe Vélez para convertirse en presidente eterno. Las instituciones lo frenaron. Las instituciones colombianas son más sólidas que las de Venezuela, Bolivia o Nicaragua. Maduro le recuerda a Petro que la derecha le dio golpe militar a Chávez y trató de asesinarlo. Un error grave que la derecha colombiana no va a cometer y que Petro se anticipó a neutralizar destituyendo al 80 % de los generales y está en el proceso de nombrar los mandos dispuestos a seguirlo. Tampoco la economía colombiana depende del gobierno, más bien funciona a pesar de él, aunque no es tan potente como la de México o Brasil. Pero un gobierno no la detiene, solo la deteriora.
De manera que la tentación autoritaria, la idea de erosionar gradualmente las instancias democráticas para gobernar sin contrapesos es poco factible en Colombia. Petro puede pensar más bien en reconstruir la voluntad de cambio, en trabajar un poco más y mejor con una agenda transparente que le sume puntos en el pueblo. Puede reorganizar y fortalecer su equipo para gestionar mejor. Puede sobre todo evitar el fracaso de la izquierda. La democracia colombiana necesita un gobierno progresista exitoso y la fórmula ya está inventada.