¿La izquierda se destruirá y la derecha gobernará de nuevo?

Manifiesto electoral de un votante confundido

A Petro no le van a dar golpe de Estado. Pero como en Misión Imposible, la izquierda se autodestruirá en el tiempo que le queda en el poder. Espero equivocarme

Por: Juan Raúl Navarro
marzo 19, 2024
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Manifiesto electoral de un votante confundido
Fotografía: Presidencia de la República

Voté por Petro, aunque sabía que al hacerlo podría estar dándome un tiro en el dedo gordo, que su temperamento y sus polémicas reformas le causarían un colapso a Colombia, que muchos familiares, varios conocidos y casi todos mis vecinos no me lo perdonarían. No me arrepiento. Elegir a Rodolfo Hernández hubiera sido un disparo en el corazón, un suicidio para el país.

No le comí cuento al simpatiquísimo Fico porque lo considero un carismático analfabeto. La prueba está en que, faltando cuatro días para posesionarse como alcalde de Medellín, nombró secretario de cultura a su amigo Manuel Córdoba, un gestor de paz y seguridad sin formación para el cargo, quien en una charla en la Universidad de Antioquia aseguró no saber qué es una biblioteca, lo cual le costó el puesto.

Me hubiera gustado votar por Sergio Fajardo en primera vuelta, porque a pesar de lo tibio que es, de lo mal político y lo engreído, creo que tiene la lucidez suficiente para haber formado un buen equipo de gobierno, pero, acatando su consejo seguí por Google su campaña, busqué lo que desconocía de su trayectoria, y recordé que en un momento determinante para el país, como lo fue el plebiscito por los acuerdos de paz, no lideró una postura comprometida y prefirió irse a ver ballenas. No le vi chance: Sergio Fajardo Valderrama, ni en la faja ni en la rama.

Con Alejandro Gaviria llegué a ilusionarme, por su inteligencia bien expresada en sus libros y conversaciones. Sin embargo, me desencanté por la deslealtad que demostró con sus compañeros de la Coalición Centro Esperanza y me mamé de su sobradez. Su saber catedrático lo hace parecer un personaje demasiado suficiente, con dejos despectivos y arrogantes.

Lamento que Antonio Navarro Wolf, un hombre estudioso, disciplinado y ecuánime –que a pesar de su paso por la guerrilla no polariza–, no hubiera sido candidato. Su sensatez y honestidad para dirigir las demostró cuando gobernó el departamento de Nariño. Por él hubiera votado a ojo cerrado y sin angustias. Lástima que no tiene el discurso fluido de Petro, ni tuvo la ambición para aspirar a la presidencia. Y es una pena que el doloroso suicidio de su hijo lo haya alejado de la política.

Esperemos a ver cómo termina este gobierno que camina con los cordones sueltos, haciéndose zancadillas a sí mismo y dando traspiés. Un mandato enlodado por los familiares del presidente y su inexperto e inestable equipo de colaboradores.

Es alarmante que a Petro y a su cuatrienio los pringuen los turbios manejos del delfín Nicolas y de la primera dama Verónica Alcocer, quien es excelente al cocer, al rumbear, al bailar, al viajar y al gastar.

Es preocupante que a Gustavo Bolívar, un libretista de televisión sin experiencia administrativa, quien se ha estrellado en el manejo de sus negocios particulares, lo hayan nombrado director del Departamento de Prosperidad Social, una entidad que maneja un presupuesto de 10.7 billones, lo que equivale, para aterrizar la cifra, a 53.500 viviendas de doscientos millones de pesos cada una.

Es inconcebible el poder que Petro le ha entregado a Laura Sarabia, quien fue la jefe de estrategia de su campaña y le sigue cuidando la espalda. ¿Qué secretos e intimidades guardará esta joven politóloga? Sin haber cumplido los treinta años ya ha sido jefe de gabinete, directora del Departamento de Prosperidad Social –de donde salió por el escándalo de los audios que le publicaron a Armando Benedetti y que la dejaron mal parada– y ahora es la directora del Dapre, el Departamento Administrativo de la Presidencia, entidad que, además, según un decreto reciente, también ejercerá varias funciones que antes le correspondían a la jefatura del gabinete.

Es impresentable que a Armando Benedetti, un manipulador de siete suelas, le vuelvan a dar un cargo diplomático, del que nunca estará a la altura, después de decir bestialidades y amenazar con soltar la lengua y revelar guardados del presidente. ¿Qué sabrá para que lo tengan comiendo callado los cereales y el plato de lentejas de la FAO?

Petro habla bien, y a quienes lo oímos nos descresta con su discurso, pero gobernar con buen sentido es consolidar un buen equipo de trabajo, conciliar para lograr ejecutar lo conveniente, y realizar las propuestas verbales.

Mi augurio es que a Gustavo Petro no le van a dar un golpe de Estado ni lo van a matar. Como en la serie Misión Imposible, la izquierda se autodestruirá en los dos años y medio que le quedan en el poder y la derecha volverá a gobernar durante otra centuria de impunidad. Ojalá mi pronóstico sea falso y no resulte positivo.

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