La izquierda potenció a Peñalosa

La izquierda potenció a Peñalosa

Por: Fernando Dorado
abril 10, 2014
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La izquierda potenció a Peñalosa

En América Latina los triunfos de las izquierdas en el campo electoral se han conseguido después de importantes movilizaciones populares contra el régimen neoliberal. Esas experiencias han tenido dos desarrollos: uno, suave y moderado con el ascenso de socialdemócratas como Lula Da Silva en Brasil, Bachelet en Chile, los Kirchner en Argentina, Mujica en Uruguay y Funes en El Salvador, y otro, más fuerte y revolucionario con Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia y Correa en Ecuador.

En Colombia durante el año 2013 hubo un verdadero levantamiento popular con bloqueos de carreteras y grandes movilizaciones. Sin embargo, tuvo dos elementos negativos que son responsabilidad de las organizaciones políticas de izquierda que orientan esas luchas: su espíritu estrechamente reivindicativo (pliegos de peticiones sectoriales para negociar con el gobierno) y una enorme dispersión de fuerzas en el tiempo y el territorio.

La incapacidad de la izquierda de dotar al movimiento popular de una Plataforma de Lucha (Programa Político) que unificara y potenciara las luchas sociales y populares, llevó a cada sector social a negociar por separado. PIC cafetero, limitados presupuestos para adquisición de tierras, promesas de decretos de autonomía para indígenas, acuerdos mínimos con mineros y transportadores, escasos recursos para proyectos productivos administrados por ONGs, etc., y, por tanto y en consecuencia, a debilitar la fuerza que venía en ascenso.

Cada grupo o sector político pretendía canalizar esas luchas para sus objetivos particulares: el proceso de Paz, las campañas electorales para Congreso y Presidencia de la República, el logro de reivindicaciones sectoriales (productores agrícolas, indígenas, campesinos colonos y cocaleros, mineros, transportadores, etc.), y por ello, incluso la unidad de acción no se pudo concretar para enfrentar al gobierno y al régimen neoliberal en forma consistente.

No obstante, el movimiento popular desbordó a las direcciones políticas y sociales. Logró – en medio de todo y en forma sorpresiva – posicionar en la mente de los colombianos varios mensajes importantes que no se han logrado mantener y visibilizar con más fuerza en el imaginario de la sociedad colombiana. Entre esas consignas están la renegociación de los TLCs, la necesidad de una política de apoyo a la economía campesina, el rescate de los recursos naturales para la Nación, y el rechazo a los proyectos minero-energéticos.

Las movilizaciones de solidaridad (“cacerolazos”) realizadas en las ciudades y las marchas de apoyo por parte de organizaciones sindicales y populares, mostraron un movimiento popular en ascenso y disposición de lucha. Sin embargo, en medio de esa lucha sacrificada y beligerante de la vanguardia agraria y popular, los partidos políticos de izquierda (Polo, UP) y Progresistas, fueron incapaces de unificarse para la política electoral. El pueblo se dio cuenta de ello y los está castigando.

El Polo se negó y vetó la posibilidad de aprobar una ley para permitir que las minorías políticas pudieran hacer alianzas y convergencias amplias e incluyentes. En respuesta a esa afrenta, Antonio Navarro a nombre de Progresistas privilegió la alianza con los Verdes. Así, se enredó la pita de la unidad alternativa. Para completar la UP encabezada por los comunistas se lanza a una campaña improvisada sin el apoyo del grueso de Marcha Patriótica que no toma definiciones y permite que muchos de sus componentes participen en las elecciones sin mayor coherencia (Poder Ciudadano de Piedad Córdoba con el Partido Liberal, el Partido Comunista con los Verdes y coaliciones diversas en los departamentos). Es así como la UP termina enredada con los “verdes” para aspirar al Senado y no consigue mayores logros. Lo único y rescatable, plantear el Frente Amplio que está en construcción.

A todo esto habría que agregar la destitución e inhabilitación del Alcalde de Bogotá Gustavo Petro, que podría haber sido un detonante fuerte para canalizar la inconformidad y las señales de solidaridad que expresa una gran mayoría del pueblo bogotano y colombiano, pero que ante la división y dispersión de la izquierda no pudo ser encausado por nadie, mucho más cuando el Polo inicialmente atacaba a Petro, Navarro justificaba su destitución con la famosa frase de la “sanción desproporcionada” y otros como Peñalosa al frente de una parte del Partido Verde, estaban de acuerdo con la salida del Alcalde.

Después de esta novela de rencillas y odios, acercamientos y rechazos, conversaciones y diálogos, y del fracaso obtenido en las elecciones parlamentarias (3,76% Polo; 3,94% Verdes), que torpemente fue presentado por algunos como un notable éxito porque “no pudieron destruirnos”, se logra la unidad entre el PDA y la UP representada por la dupla presidencial Clara López y Aída Avella, que entusiasma a la militancia más fiel pero no logra mover al resto del pueblo que no se siente interpretado por una izquierda mezquina, estrecha de miras, llena de orgullos egocéntricos y de intereses grupistas y personalistas.

Para completar la consulta de los Verdes es ganada por Peñalosa, quien ante el desgaste de Santos por causa de sus torpezas, el impacto de la lucha social y el desconocimiento de las medidas cautelares de la CIDH que protegían a Petro, se ha posicionado como una alternativa “anti-política” con posibilidades de derrotar al actual gobernante. Se distanció de Uribe al comprometerse a ratificar el equipo gubernamental de negociadores de la Paz en La Habana, y se va convirtiendo en el principal enemigo de los políticos tradicionales (Samperes, Serpas, Gavirias, Yepes Alzates, Roys y cía.) que están cobijados por Santos.

Esa situación es un tremendo fracaso para las izquierdas. Teniendo todas las condiciones para canalizar la inconformidad popular y ciudadana, contando con la división de las fuerzas oligárquicas y neoliberales, constatando la debilidad que ya mostraban tanto Santos como el candidato de Uribe desde el año pasado, no lograron construir los consensos y la estrategia para unificar a las fuerzas democráticas, alternativas y de izquierda.

Y algunos se atreven a decir que eso es fruto de la “derechización del país”, de la “indolencia de un pueblo atrasado y conformista”, y otra serie de explicaciones que no captan que el pueblo está avanzando a pesar (y a veces en contravía de las izquierdas) y no reconocen los enormes errores y graves falencias que tenemos, la falta de ética política para anteponer los intereses grupistas e individuales a los intereses colectivos, la falta de sentido común y de visión estratégica para orientar nuestra práctica política.

Casualmente el único que se salva – por estar al frente de la Alcaldía de Bogotá y ser convertido por la oligarquía en víctima de la anti-democracia – es Gustavo Petro. Éste se ha lanzado a impulsar el Proceso Constituyente y con toda razón no se compromete con ningún proceso electoral, no apoya ni el voto en blanco, nulo o la abstención ni a ningún candidato, ya que en gran medida el Golpe de Estado (y el reconocimiento del gobierno en La Habana de que en Colombia no hay plenas garantías para la oposición) convierte en ilegítimas las actuales elecciones.

Y esa situación es observada por amplios sectores del pueblo que – si todavía no la entiende a plenitud –, la sospecha. Instintivamente percibe que en lo inmediato no hay salida. ¿Si tumbaron a Petro para qué elegimos a Clara? ¿Acaso no hay que hacer algo más drástico y radical? ¿No será mejor ponernos en serio a cambiar la correlación de fuerzas apoyándonos en el Proceso Constituyente y prepararnos para derrocar pacífica y en civilidad a esta oligarquía como hicieron los pueblos en Bolivia, Ecuador y Venezuela?

La propuesta de impulsar un Nuevo Proceso Constituyente es fácilmente entendida por la población. No se trata de convocar YA a una Asamblea Nacional Constituyente, se trata de construir formas de organización ciudadana y popular, en cada vereda, barrio, municipio y departamento, discutiendo nuestros problemas locales y regionales con una mirada nacional, con una visión política amplia y de grandes propósitos, de romper las miradas estrechas y puramente reivindicativas, rescatando cientos de miles de activistas sociales que han quedado a la deriva por los golpes que hemos recibido en nuestras luchas locales y regionales debido a la falta de articulación de las mismas y a la falta de dirección política.

Impulsar un Nuevo Proceso Constituyente con visión y práctica revolucionaria es la tarea del momento y en medio de ese proceso, organizar con autonomía e independencia las fuerzas de los trabajadores y de los campesinos pobres para derrotar a la oligarquía y su política neoliberal. Sólo así se construirá un verdadero proceso transformador.

No estamos en contra de que la izquierda realice su ejercicio electoral. Puede servir para hacer conciencia, denunciar todas las iniquidades e injusticias que sufre nuestro pueblo, preparar las fuerzas para el Proceso Constituyente, pero no para generar ilusiones democrateras a un pueblo que no cree en la democracia representativa y que está pidiendo a gritos otra cosa.

Tampoco estamos contra quienes se han decidido por el voto en blanco o nulo o por la abstención. Están en su derecho. Pero tampoco deben ilusionarse con ese camino. El sendero que debemos transitar es el de la organización ciudadana y popular, la unión de los elementos más avanzados del pueblo, demócratas, progresistas, izquierdistas, liberales y conservadores cansados de la manguala oligárquica, e independientes, que son la mayoría.

Mientras tanto las clases medias que aún participan con cierta independencia en las elecciones van buscando – a tientas – un camino indirecto. La posible llegada al gobierno nacional de un “outsider neoliberal” como Peñalosa puede preparar la pista a las izquierdas para llegar al gobierno en 2018. Así ocurrió con el arribo a la Alcaldía de Bogotá de Mockus y el mismo Peñalosa en los años 90s del siglo pasado y a principios del siglo XXI. A pesar de sus políticas neo-liberales esas alcaldías debilitaron a la clase política tradicional (burocrática y corrupta) y le abrieron paso a las izquierdas.

Sin embargo, el aspecto principal en Colombia es la lucha frontal contra el neoliberalismo apoyándonos en un Proceso Constituyente. Las izquierdas pueden llegar a ser gobierno pero como en Brasil, Argentina, Uruguay, Chile y El Salvador, terminar siendo “buenos administradores” y “excelentes gerentes” al servicio del gran capital. Entonces sólo serán un colchón de amortiguamiento para evitar cambios estructurales y revolucionarios.

Popayán, 10 de abril de 2014

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