Tal es el caso de Argentina, Brasil y Chile, en donde sus pueblos se mostraron más favorables a virar nuevamente hacia la derecha, aunque hubiese una campaña abrumadora en su contra, vinculándolos con el imperialismo norteamericano y demás sandeces. Algunos otros gobiernos de izquierda se han visto obligados a mantenerse el poder a la fuerza, como es el caso de Nicaragua y Venezuela, ante un inminente vuelco hacia la derecha. El boliviano Evo Morales pugna por sobrevivir después de perder el referendo revocatorio que le permitiría legitimarse en una eventual reelección.
En Colombia, a pesar de la persistente presencia de la derecha en el poder, las políticas centristas del ahora expresidente Santos y su proceso de paz liado a una política internacional amigable a Cuba y Venezuela fungieron como precedentes ideológicos de lo que sería un gobierno de izquierda en el país, lo que le permitió a la derecha, en nombre del uribismo, "retomar" el poder con facilidad. Sin contar que el candidato de izquierda, Gustavo Petro, representaba ideales radicales que hacían que formar una coalición fuese enormemente complicado, a tal punto de hacerlo firmar retracciones en mármol durante la segunda vuelta electoral. El excandidato y ahora senador pretende continuar pujando su modelo político con el fin de competir nuevamente en el 2022, pero luego de un escándalo de corrupción en su contra y su evidente apoyo al régimen de Maduro le ha costado la confianza de aquellos que lo seguían por outsider o por representar una idea de alguna forma centrista.
En Ecuador se cosechó un importante cambio político durante la presidencia de Lenín Moreno, a pesar de ser éste un antiguo partidario de su antecesor, Rafael Correa. Lo cierto es que el actual presidente ecuatoriano preservó la ideología de izquierda en el país, pero la desvió de los intereses en común que mantenía con la izquierda marxista de Cuba, Nicaragua y Venezuela, siendo este, por ejemplo, el primer país izquierdista en desconocer a Nicolás Maduro durante la toma de posesión de Juan Guaidó.
Argentina y Brasil volcaron hacia la derecha en un intento de combatir el desastre económico que dejaban atrás CFK y Dilma Rousseff respectivamente, convencidos de que el país terminaría en una debacle de continuar con la políticas socialistas.
México, por el contrario, ha sido el único país que ha aceptado probar un poco de la ideología izquierdista que se estrena en el país después de casi un siglo. No obstante, esto se debe a una frustración generalizada en el país debido a los altos índices de corrupción, una política internacional débil ante la victoria de Donald Trump, el perceptible aumento de poder de la delincuencia organizada y el narcotráfico. Andrés Manuel López Obrador no se pintó tanto como un socialista, pero sí como un outsider anti-sistema.
Venezuela parece ser el siguiente en la lista, y más importante, al ser un importante contribuidor económico a los movimientos izquierdistas de la región. Ante un impresionante vuelco en la región, Nicolás Maduro ya no cuenta con el mismo apoyo que contaba cuando su mentor, Chávez, le dejó la presidencia ante su deceso en 2013. Pese a que las mayorías ya apuntaban a un viraje de corrientes hacia la derecha desde la victoria de la oposición en las elecciones parlamentarias de 2015, el gobierno bolivariano se las ideó para entorpecer y dividir a la oposición y generar una crisis política sin precedentes, además de la ya crisis económica. Además de eso, asumió posiciones contraproducentes para evitar un ataque en su contra, instalando un poder legislativo paralelo, y nombrando un poder judicial favorable durante una sesión express del parlamento saliente, ambos mecanismos inconstitucionales, pero ¿qué importaba?, había que salvar a la revolución bolivariana a toda costa.
Lo cierto es que de nada sirvió, pues las políticas nunca llegaron a ser sostenibles y la "revolución" perdió rápidamente su rumbo. Si el primer periodo de Maduro fue complicado, el segundo ya promete ser un infierno para el mandatario, el cual de por sí ya es desconocido por una veintena de países, quienes ayer alimentaban su gobierno. El presidente paralelo Juan Guaidó no termina de enredar las cosas para Maduro, quien busca canalizar el descontento popular y poner a prueba la lealtad tanto cívica como militar de su mal llamada revolución. Unas de las señales del debilitamiento del régimen han sido su incapacidad de encarcelar a Juan Guaidó y de expulsar a los diplomáticos estadounidenses.
La región enfrenta una especie de guerra fría en donde claramente la izquierda se desmorona poco a poco. Si de verdad quieren sobrevivir en el juego político, deberán abandonar las ideas radicales y permitir el libre mercado, al puro estilo del socialismo democrático europeo.