El veredicto que la ciudadanía emitirá en la votación del plebiscito refrendatorio de los acuerdos de paz, tendrá consecuencias contundentes en la hoja de ruta hacia la solución política del conflicto colombiano, o hacia su empantanamiento, en caso de que triunfe la opción del No.
También mostrará el volumen de convocatoria que tienen las fuerzas de la derecha rural, neonazi y premoderna, en contraposición con la que logre movilizar esta alianza funcional que se viene dando entre la derecha urbana y neoliberal con las corrientes políticas de centro y de izquierda, alternativas y progresistas.
El plebiscito se convierte así en el primer pulso político antes de la contienda presidencial para el periodo 2018 - 2022 que será, a su vez, la primera etapa del posacuerdo y la fase preliminar del posconflicto, si es que triunfa la opción del Sí.
No está fácil. La movilización de la derecha no es una perita en dulce y aunque las estadísticas más serias indican que se impondrá la opción afirmativa, si esto sucede saldrán fortalecidas las fuerzas del establecimiento afines a Santos, de la Calle y Vargas con las ventajas que les dan la distribución opulenta de prebendas entre sus alfiles, al igual la repartición de casas, puestos, tamales y bisutería entre la clientela gubernamental.
No va a ser tan de papaya, como algunos dicen, que la izquierda salga fortalecida después del proceso de paz y que la teoría del péndulo le permitiría a las fuerzas alternativas conquistar la presidencia del gobierno. De eso tan bueno no dan tanto. Hay que trabajar con esfuerzo, persistencia y en la dirección adecuada, para que hagamos que suceda.
La Revolución no se hace, hay que organizarla, decía Lenin. (Si, Vladimir Ilich Ulianov Lenin. No hay que espantarse al citarlo, que ya hasta Uribe lo pone de referencia).
Para la gesta que se aproxima, la izquierda debe:
1. Construir organización seriamente.
2. Hacer acuerdos unitarios de programa, estrategia y táctica.
3. Cambiar el chip.
4. Construir poder y gobierno.
Fundamentalmente cambiar el chip para construir poder. Algunos grupos, "dirigentes" o "asesores" de la izquierda no pueden seguir haciendo lo mismo que hace la derecha en corrupción, caudillismo y clientelismo, las tres enfermedades infantiles de algunos micro círculos electorales de la izquierda colombiana, micropodercitos enquistados y pelechadores de las conquistas populares, que en nada se diferencian de los liberales, conservadores y cambios radicales.
Son algunos, no son todos, ni es generalizado en la izquierda, pero los hay, y obstruyen, desalientan y pervierten el avance de las transformaciones sociales en Colombia, de los cambios profundos que no sucederán nunca, si no los implementan las mismas fuerzas sociales y populares lideradas por la izquierda bajo mando y construcción colectiva.
Hay que desterrar las herencias y hegemonías que imponen esos contados, detectados y pequeños círculos de manejo absolutista y exclusivo de los príncipes y princesas de turno, por encima de la voluntad y el mando del colectivo.
Los verdaderos líderes no crean solamente seguidores sino que generan nuevos liderazgos, dice acertadamente Ralph Nader.
Entre los principios políticos y organizativos de los indígenas zapatistas de Chiapas, el más sabio y contundente dice que el pueblo manda, el dirigente obedece.
La unidad de la diversidad nos hace fuertes y grandes. Todos cabemos, todos tenemos responsabilidades enormes, tanto en la movilización social como en los procesos territoriales, en la lucha electoral, en la gestión pública de gobiernos conquistados y en la construcción de acuerdos incluyentes para construir poder y gobierno.
Si la insurgencia ha logrado diálogos y acuerdos con las fuerzas del establecimiento que ha hegemonizado por siglo y medio el poder en Colombia, ese será un proceso ejemplarizante para que la izquierda acierte en sus contiendas venideras, sin prisa, pero sin pausa: Construir acuerdos. Organizarnos. Cambiar el chip. Construir poder y gobierno.
@LuisOrlandoS