En una mezcla extraña de ingenuidad y audacia el columnista León Valencia propone conformar un nuevo gabinete ministerial con participación de las fuerzas de izquierda, “un gabinete para la paz” lo llama, e invita a Santos a darse esa pela, justamente en el momento en que el gobierno atraviesa por el periodo de mayor deterioro de su imagen y su credibilidad.
“Llamar a las fuerzas de izquierda a conformar un gabinete para la paz. No basado en representaciones individuales y en personas que, con un pasado de izquierdas, van al gobierno a validar decisiones abiertamente contrarias al pensamiento de sus partidos de origen. Buscar a personas de carácter, ideas y capacidad técnica que, con el aval del Polo, del Partido Verde y de otras fuerzas independientes, se comprometan a acompañar al gobierno en los retos que vendrán en estos dos años decisivos para Colombia”. León Valencia no duda en considerar que su propuesta “sería un nuevo aire en la política colombiana”.
Nada más alejado de la realidad que convocar a la izquierda a participar en un gobierno caracterizado por la incoherencia, que gobierna con los dos hemisferios desconectados, uno que piensa en La Habana y en Oslo y el otro que privatiza al mejor estilo neoliberal, de manera artera y amañada que ni siquiera cumple con los principios del recetario neoliberal de la libre competencia, aumenta el salario por debajo de la inflación, convierte los llamados a la austeridad en retórica, mientras destina dos billones a la publicidad de sus ejecutorias y ha institucionalizado el régimen de la mermelada como forma de asegurar las lealtades y las mayorías en un Congreso de bolsillo.
Si algo contribuye a la paz es una izquierda que preserve su independencia, que mediante la crítica empuje a Santos hacia adelante y ponga al desnudo sus vacilaciones e incoherencias. Un ministro de izquierda nombrado hoy ni quita ni pone, la desdibuja. El apoyo que la izquierda ha brindado al proceso de paz de Santos no es un cheque en blanco, no es un apoyo incondicional a sus ejecutorias de gobierno. Por el contrario lo que el país espera es una izquierda que haga de la paz una oportunidad para alcanzar las transformaciones sociales y económicas por las cuales ha luchado y pagado un alto precio.
Contrario a lo que afirma León, “el poder desgasta, pero en ocasiones desgasta más la oposición”, la izquierda no se ha desgastado por hacer oposición a Santos en los asuntos que son contrarios a la paz, la izquierda se ha desgastado por no realizar una oposición coherente que empuje a Santos hacia adelante y ponga de presente sus inconsecuencias, sus vacilaciones, sus intentonas de poner conejo en las negociaciones de paz, de meter gato por liebre, de pretender una paz barata y gatopardista.
Un gobierno de coalición de la izquierda
con los partidos que representan al establecimiento tradicional
no puede ser pensado o diseñado con las reglas del reparto burocrático
que propone León Valencia
Un gobierno de coalición de la izquierda con los partidos que representan al establecimiento tradicional no puede ser pensado o diseñado con las reglas del reparto burocrático como propone León Valencia, valga decir, como a los liberas el dieron la paz en cabeza de Humberto de la Calle y a Vargas Lleras las carreteras y la vivienda, a la izquierda se le podría llamar a participar en lo “social”, en el sempiterno Ministerio de Trabajo o en el de Agricultura como se rumora en los mentideros políticos. Es una vieja y desgastada fórmula cuyos resultados todos conocemos.
El propio presidente Santos se ha encargado de dar un mentís a la bien intencionada propuesta de un gobierno de paz con participación de la izquierda. En entrevista a Yamid Amat a la pregunta sobre si va a tener un nuevo gabinete para el posconflicto, a dicho: “Pues no, yo no creo. Mi gabinete es un excelente gabinete. Todo a su debido tiempo. Esperemos al posconflicto.”
Para que la izquierda participe en un eventual gabinete de paz es necesario una nueva política económica y social, enteramente distinta a la que ejecuta en la actualidad Santos. Cuando se firmen los acuerdos de paz y se convaliden mediante el plebiscito será obligado constituir un nuevo gobierno en el que tengan participación la izquierda y los firmantes de la paz, con el propósito de trabajar juntos en materializar los acuerdos pactados en todos los órdenes. Un gobierno alejado de las privatizaciones arteras, de la inflación galopante, de las leyes que favorecen la concentración de la propiedad y la legalización de las tierras mal habidas (Zidres), de la mermelada como ejercicio del poder, de los salarios por debajo de la inflación, en últimas un nuevo gobierno para la paz con justicia social. Cualquier otra participación de la izquierda en el gobierno de Santos la convertiría en el triste papel de salvavidas de ocasión.
Añadido: “Estamos haciendo desde hace lustros un gran ensayo de legalidad, libertad y democracia que aun más allá de las fronteras patrias se sigue con interés, y que para que subsista inconmovible, requiere que sea fecundo en frutos de paz, progreso y bienestar. Los pueblos pierden la energía para sostener las soluciones de libertad cuando ellas no se traducen en prosperidad y justicia para todos”. Eduardo Santos, discurso de posesión, 7 de agosto de 1938, tío abuelo de Juan Manuel Santos.