La ¿irreversible? debacle del Centro Democrático

La ¿irreversible? debacle del Centro Democrático

Es como si no se dieran cuenta de que esa ala rancia les aísla y en lugar de revisarse prefieren callar a quienes proponen formas diferentes de hacer política

Por: Daniel Mauricio Meléndez Márquez
abril 29, 2022
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La ¿irreversible? debacle del Centro Democrático
Foto: Cortesía

Tras cuatro años del gobierno Duque, el partido fundado por el expresidente Uribe Vélez se encuentra en un momento crucial: o se re renueva o fenece. Una decisión equivocada puede llevarlo al desastre

Fundado en 2013 como partido de opinión, las bases doctrinales del Centro Democrático «están inspiradas en el pensamiento y obra del expresidente Uribe Vélez». Con esa premisa, se lanzó a las elecciones de 2014 alcanzando 20 senadores y 19 representantes, siendo partido de oposición al gobierno Santos.

En 2018 se convirtió en la mayor fuerza política del país, obteniendo 19 escaños en Senado, 32 en Cámara y llegaron a la Presidencia. Y comenzó el desastre.

Lejos de resolver las crisis del país, el gobierno de Iván Duque las empeoró en lo institucional, político, económico, social y en la seguridad, la bandera del partido. En sus dos primeros años de gobierno tuvimos la Ñeñepolítica, la narcofinca del embajador Sanclemente, la crisis institucional de 2019 y la renuncia del ministro Guillermo Botero. Y la lista continúa.

A los abusos de derechos humanos, el espionaje a magistrados, 11 oficiales y un general destituido, se sumaron la renuncia del Comandante del Ejército Nicasio Martínez y de los ministros Alberto Carrasquilla y Karen Abudinen, los 70 mil millones de MinTIC que aún no aparecen y los multimillonarios contratos para las esposas de dos altos funcionarios de Presidencia. Demasiado para el autoproclamado «gobierno de la legalidad» y sus promesas de “mermelada para nadie”.

Las cifras hablan de una pésima gestión de Iván Duque: una inflación del 8,3% (la más alta desde 2016), una devaluación del 14,2% y una deuda superior al 70% del PIB.

Déficit cercano a 100 billones de pesos y una balanza comercial negativa de más de 15 mil millones de dólares. En lo social, el gobierno Duque entrega un país con un desempleo del 12,9% y un empleo informal del 70%, pobreza de 61% y 42,5% de pobreza extrema.

Culpar a la pandemia sirve de poco. La pobreza en Colombia, en descenso desde 2002, cerró 2018 en 27%, 2019 en 35,7% y 42,5%. En un año sin pandemia (2019) la pobreza en Colombia aumentó los mismos siete puntos que en año con pandemia. Calculen.

La población colombiana pasó factura en las urnas: el Centro Democrático obtuvo un millón de votos en comparación a 2018, perdieron siete curules en el Senado, 16 curules en la Cámara y su incidencia en elecciones pasó de un 16% en 2018 a 12% en 2022. Desde entonces las bases del partido piden la renuncia de la Directora Nacional, Nubia Stella Martínez.

Sin embargo, toda decisión final en el CD pasa por el presidente fundador. Este modelo de partido «caudillista sujeto a los caprichos de un buró» fue criticado en 2017 por Ricardo Puentes, cofundador del partido, cuando renunció a la colectividad, llamándola «leninista en su estructura de poder y concentración de las decisiones». Acontecimientos recientes sugieren que Puentes tenía razón.

Sea como fuere, las decisiones de las directivas han provocado la renuncia de varios líderes del partido como la exsenadora y hoy ministra de Vivienda Susana Correa, así como discrepancias y matoneo dentro del mismo partido hacia los Representantes por Bogotá Edward Rodríguez y Gabriel Santos, de quien se rumora puede renunciar muy pronto, y en Medellín hacia los concejales Nataly Vélez, Lina García Gañán, Paulina Aguinaga y Albert Corredor. Todo para favorecer el ala más rancia del partido.

El Centro Democrático se presentó como una alternativa al gobierno Santos; durante sus cuatro años en el poder tuvo amplia mayoría en el Congreso para hacer las reformas estructurales que necesita Colombia, pero su gobierno “no se ha hecho querer”. ¿Por qué?

Las directivas del partido favorecen las posiciones reaccionarias; no está sintonizado con los problemas reales del país. No se conectó con las juventudes colombianas; no escuchó sus necesidades, desestimó sus reclamos y menospreció el estallido social. Hoy, esas juventudes están a punto de derrotar al partido.

Y aunque las cifras muestran que el partido va en caída libre y su incidencia en elecciones es cada vez menor las directivas del CD siguen favoreciendo las posturas extremas de esa ala rancia que tanto daño les hace.

Es como si no se dieran cuenta de que esa ala rancia les aísla y en lugar de revisarse prefieren callar las voces que, desde sus filas, proponen formas diferentes de hacer y ejercer la política. Permitiendo el matoneo hacia militantes más moderados, están relegando, excluyendo y pisoteando a quienes podrían renovar y revitalizar al partido.

Esa obstinación y falta de autocrítica en un mundo donde las ideologías están en crisis terminará condenado a un partido que, mientras no tenga bases doctrinales consistentes, jamás dejará de ser un partido de opinión, dependiente del ciclo vital de su fundador.

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