El 13 de noviembre de 1985 dejó huella en Colombia. Ese día ocurrió la tragedia de Armero, que se estima que dejó entre 23.000 y 25.000 víctimas. La magnitud del desastre, como se sabe, fue tal que la noticia escaló al ámbito internacional. En consecuencia, el país recibió múltiples muestras de simpatía desde el exterior e incluso la posterior visita del papa Juan Pablo II, quien llegó a la zona del desastre el 1º de julio de 1986 y la declaró como campo santo.
Hoy, treinta y cinco años después, viene a la memoria de muchos que Iván Duque Escobar, el papá del actual presidente, era entonces ministro de Minas, cargo que ejerció entre 1985-1986. Ahora bien, se dice que científicos, vulcanólogos y distintas autoridades le advirtieron del riesgo inminente de la erupción del volcán y sus consecuencias sobre la población, pero él subestimó las alarmas.
Según Hernando Arango Monedero, exrepresentante a la Cámara por Caldas: "El ministro Duque Escobar me dijo simple y llanamente que yo era 'apocalíptico' y 'dramático' por decir que podía ocurrir una tragedia. Posteriormente, días antes de la avalancha, yo tuve oportunidad de solicitarle al ministro que pusiera unas alarmas, él me contestó que eran exageradamente costosas porque valían alrededor de US$ 2.000. Yo le sugerí que vendiera algunos de los automóviles del ministerio, pero lo tomó como un buen chiste o un llamado de atención que le estaba haciendo, y las cosas no fueron atendidas hasta que se produjo la catástrofe".
Ya todos sabemos lo que pasó. Aun así, después de los tristes sucesos, Duque Escobar le afirmó a El Colombiano en el 2010 lo siguiente: "Yo creo que el gobierno, en la medida de sus posibilidades, hizo todo lo que pudo", cosa que contrasta con lo que vivieron quienes sintieron en carne propia la destructora avalancha. Además, señaló que "lo más grave de todo es que la población no atendió el llamado que se le hizo por parte de las autoridades civiles, incluso eclesiásticas y militares".