Era un obsesivo del tapabocas. Fernán Martínez, uno de sus amigos más íntimos, no sabe en qué momento cometió el error. En el campo, en la selva, en los batallones, metido con los soldados, a pesar del calor asfixiante de lugares tan inhóspitos como el Catatumbo, nunca se quitó el barbijo. Siempre tuvo una palabra amable para sus guardaespaldas, para sus enemigos políticos quienes siempre reconocieron su humanidad. Entre risas decía que era la persona más internacional que había dado Cartago. Muy niño su papá se trasladó a Cali y Carlos Holmes fue matriculado al colegio Pio XII de Cali.
En Cali hizo historia, fue el primer alcalde elegido popularmente en esa ciudad en 1988. Desde siempre, en su casa, se habló de política. Estaba preparado para ser presidente como nadie en este país. Su papá era un orador todavía recordado por su elocuencia. Tenía un afiche en su oficina de Galán y desde que era pequeño Holmes escuchó hablar de los discursos encendidos del líder liberal. Fue liberal hasta que apareció Uribe. Rompe con el partido de su papá y se une al Presidente desde el 2002. Desde entonces no militó en otras toldas. Sólo estuvo un breve periodo en la embajada en Bruselas durante la pesidencia de Juan Manuel Santos. Con él siempre tuvo muy buena relación. Como con casi todos los que conoció.
Los regaños que le daba su esposa Alba Lucía Anaya, con quien se casó en 1997, eran por su afición al queso. Disciplinado, austero, no podía resistirse al ver una cuajada en la nevera porque lo sacaba, lo ponía en el comedor y se lo comía entero. Tenía ojo para reconocer al buen político. Él fue uno de los primeros en verle cualidades presidenciales a Iván Duque. Lo escuchó en una reunión en el 2012 y le dijo a Uribe que ese muchacho tenía madera.
Su pasión, además de la política, era su familia. La relación con su esposa siempre fue muy estrecha. La idea era recarga baterías en la Costa Atlántica, estaría unos días con su esposa Alba Lucía en Santa Marta y luego en Baranquilla. Viajó el 5 de enero. Una semana después ya tenía los sintomas. Lo trasladaron de Barranquilla al Hospital Militar de Bogotá hace 10 días, cuando su salud empezaba a comprometerse. Luchó contra el virus hasta que en la madrugada del 26 de enero perdió la batalla. Una neumonía, derivada del COVID 19 se lo llevó. Tenía 69 años y es uno de los 50 mil colombianos que han muerto por culpa de la pandemia. Un golpe durísimo a la moral del país.