La osteoporosis es una enfermedad bastante común que afecta principalmente a las mujeres en edad avanzada, especialmente aquellas que ya han pasado por la menopausia. Se caracteriza por debilitar los huesos hasta el punto de volverlos lo suficientemente frágiles como para poder fracturarse ante la más mínima caída, siendo la cadera y la columna vertebral las más propensas a sufrir estas fracturas.
Si bien las mujeres son las que se ven más afectadas, el riesgo de presentar esta condición es latente para todos y va en aumento a medida que el organismo envejece. Esto último se debe a un proceso conocido como osteogénesis. Durante toda la vida los huesos están en constante regeneración –se pierde tejido óseo al mismo tiempo que se produce tejido nuevo– y cuando llegamos a cierta edad empezamos a perder más hueso del que generamos.
Aunque es conocido que las mujeres son las más propensas a sufrir esta enfermedad, el sexo no es el único factor de riesgo conocido. También tienen más probabilidad de presentarla las personas blancas o de ascendencia asiática, los que tienen antecedentes familiares, los que no realizan actividad física y los que no consumen suficiente calcio en su dieta.
La mejor forma de saber si se tiene osteoporosis es realizándose una prueba conocida como densitometría ósea. Esta consiste en una especie de radiografía que mide un indicador conocido como densidad mineral ósea, es decir, la cantidad de minerales, especialmente de calcio, presentes en los huesos. Cuando esta densidad es menor a -2,5 se entiende que hay osteoporosis y cuando se encuentra entre -1 y -2,5 es que hay una condición previa conocida como osteopenia.
Esta prueba también sirve para hacer una estimación de cuál es el riesgo real de sufrir una fractura, lo cual es clave a la hora de determinar cuál debe ser el tratamiento. Los pacientes con un riesgo bajo de fractura suelen ser controlados con cambios en el estilo de vida como evitar el alcohol y el tabaco y consumir más calcio y vitamina D, pero los que tienen un riesgo alto suelen necesitar medicamentos.
El objetivo de los medicamentos para la osteoporosis en la mayoría de los casos es el de aumentar la masa del hueso. Los que tienen un uso más extendido son las terapias hormonales y un tipo de fármaco conocido como bifosfonato, la mayoría de los cuales se comercializan en forma de pastilla.
No obstante, un medicamento inyectable es el que se ha posicionado como la punta de lanza en el manejo de esta enfermedad y se trata de denosumab, una molécula comercializada por el laboratorio estadounidense Amgen que está indicada para el tratamiento de la osteoporosis en mujeres posmenopáusicas y en hombres con riesgo elevado de fracturas, incluso algunas presentaciones son usadas para el tratamiento de pacientes con tipos de cáncer que han hecho metástasis en los huesos.
Denosumab se administra de forma subcutánea, es decir, por medio de una inyección por debajo de la piel una vez cada seis meses y ha demostrado ser efectivo a la hora de aumentar la densidad mineral ósea y de reducir el riesgo de presentar fracturas.
Tenga en cuenta que la gran mayoría de los tratamientos para la osteoporosis pueden conseguirse únicamente con prescripción médica. Además, como todo medicamento, pueden presentar una serie de eventos adversos.
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