Por qué la inversión de Petro en educación y trabajo socialmente productivo le suma a la tributaria

Por qué la inversión de Petro en educación y trabajo socialmente productivo le suma a la tributaria

Ante la lluvia de críticas que le llueven a Petro por la reforma, la senadora Clara López dijo que nadie cambia el país en un solo gobierno e invitó a la reelección

Por: Fernando De Jesús Franco Cuartas
octubre 19, 2022
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Por qué la inversión de Petro en educación y trabajo socialmente productivo le suma a la tributaria

El trabajo es la fuente de toda riqueza, afirman los especialistas en economía política. Lo es, en efecto, a la par que la naturaleza, proveedora de los materiales que él convierte en riqueza. Pero el trabajo es muchísimo más que eso. Es la condición básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que, hasta cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre (Engels, 1876)

Las categorías educación y sistemas productivos hoy siglo XXI adquieren connotación especial más allá de la sentencia de Engels cuando afirmaba que “podemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre”. En esa lógica, Hegel decía que “el trabajo es la esencia del ser humano”, pero, en la Edad Moderna acarreó consigo la exaltación doctrinaria del trabajo, cuyo resultado ha sido la metamorfosis de toda la comunidad en una sociedad de trabajo de ahí que Hannah Arendt concluyó que el “trabajo va contra la esencia humana”.  Pero ¿cuál ha sido ese vector que, desde Engels, e incluso desde antes, hasta la fecha ha servido para levantar diferentes teorías sobre el papel del trabajo y la esencia del hombre?

Ese vector ha sido la educación que, en palabras de la filósofa Arendt, el objetivo de la escuela ha de consistir en “enseñar a los niños cómo es el mundo y no en instruirlos en el arte de vivir” (La Pluralidad del Mundo, Arendt 2022). Por su lado, Paulo freire, en qué es la educación liberadora, se plantea que los estudiantes son sujetos competentes e ingeniosos, problematizadores del entorno, con capacidades de diálogo abierto, franco y permanente, con estructuras de enseñanza aprendizaje no vertical, sino horizontal para la metamorfosis de la sociedad.

Históricamente la escuela ha sido el laboratorio, por utilizar un término generoso, hacia los sistemas productivos; la verdad sea dicha, que desde la Paidea romana, la estandarización de currículos, el diseño de las aulas, la educación bancaria intramural en contexto de la sociedad disciplinaria, ha servido para la producción en masa de individuos para ser sujetados a la cadena de montaje de las unidades productivas y de gestión, embriones del capitalismo hasta la época actual, así se hable de la revolución 4.0, para qué y para quién serían los interrogantes.

Las evidencias de la educación bancaria intramural, tipo fábrica, se refleja en habilidades y destrezas instrumentales, vale decir la pedagogía del “hacer”, cercenando la capacidad de asombro del sujeto, que por objetivo de la escuela  aprende a cuestionar y transformar su entorno; lo torna individualista, egoísta, utilitarista, apático, pasivo, distante de  todo tipo de comunicación dialógica racional y de crítica reflexiva frente al estado del arte de la sociedad en sus diferentes orillas; es un sujeto pletórico de miedos.

Miedo a perder su lugar en el puesto del trabajo, miedo a liberarse de las respuestas consignadas desde tiempos inmemoriales en las creencias emanadas de la matriz cultural inherente a las estructuras sociales con génesis en la familia, la comunidad barrial, la escuela, la religión, el mundo del trabajo y las autoridades jurisdiccionales; en síntesis con miedo a dejar de ser oprimido, enajenado y explotado por un sistema de saberes productivos decantados en el uno por ciento de los hombres más rico de cada país a lo largo y ancho del planeta que actúan con el monopolio de la riqueza global  que en palabras de Thomas Piketty asciende y controla el 82% de la riqueza producida por la humanidad (El Capital en el Siglo XXI).

Tanto los saberes productivos como los saberes socialmente productivos son generados por los trabajadores de una comunidad, pero se diferencian en que los segundos benefician a la inmensa mayoría de los habitantes de un país donde son producidos los productos, bienes o servicios. Los saberes socialmente producidos se consolidan con el paso del tiempo hacia la transformación de la cultura y la naturaleza humana.

En ese sentido, la senadora Clara López Obregón, en un encuentro organizado por Sindesena sobre “Mitos y Realidades de la Reforma Tributaria”, propuesta por el gobierno entrante manifestó: “Así como Dios no hizo el mundo en un día, Gustavo Peto no va a cambiar el país en un solo gobierno, solo va a fijar las bases de los saberes socialmente productivos para transformar a Colombia dentro de veinte años, por eso debemos reelegir su programa de gobierno” (Facebook, sep. 22 de 2022).

Los saberes productivos son imperativos en la esfera de la privatización y acá los avances de las tecnologías en la información y  las comunicaciones han cambiado radicalmente el mundo de las finanzas, en este aspecto el sector financiero en plena pandemia obtuvo las mayores utilidades (Superfinanciera.gov.co) de la historia reciente a costa del sufrimiento y la vida de miles de colombianos que fueron engañados con el denominado “alivio covid19”, al aceptar leoninamente, que sus cuotas se aplazaran pero, el taxímetro del interés compuesto siguió su recorrido del valor del dinero a través del tiempo sobre el capital adeudado (Conpes 4023).

Además, el sistema financiero ha visto incrementar sus astronómicas utilidades gracias a las exenciones y ventajas fiscales que le han brindado las doce reformas tributarias que han expropiado los bolsillos de los más pobres en Colombia durante los últimos veinte años de gobiernos neoliberales.

La ciudadanía colombiana ha detectado el punto de inflexión en la singularidad histórica para impulsar los cambios orgánicos hacia la producción de saberes socialmente productivos y, es así, como uno de esos pilares es el proyecto de reforma tributaria, con enfoque progresivo donde el uno por ciento de los ricos criollos aporten más, en otra  narrativa, distribuyan sus beneficios leoninos que implícitamente subyacen en el fundamento profundo de una economía de mercado bajo el panóptico divino del Dios mercado que todo lo regula y todo lo  controla.

Pero ahora, es este uno por ciento que pone el grito en el cielo de lo “discriminatorio y regresivo” de la reforma tributaria, cuando en el pasado reciente el silencio y la complacencia ante las reformas tributarias neoliberales fue la constante.

La educación como derecho fundamental en Colombia tiene que trascender la esfera del neoliberalismo y dejar de lado la mercantilización de la producción de saberes desde la dimensión de la productividad y la competitividad del capital privado al mandato soterrado del capitalismo financiero mundial.

Ese trascender implica que la educación tiene que ser elevada a la categoría de saberes socialmente productivos, sin currículos mediáticos y ocultos como el actual sistema de políticas públicas educativas,  donde la financiación sea exclusiva del Estado, y se reconozca como sector estratégico para la transformación de la naturaleza de un sistema inequitativo en producción como en la distribución de los beneficios que otorga a ese uno por ciento de prohombres con declaraciones nacionalistas en los medios masivos de desinformación al servicio de la reproducción del statu quo.

Desde los axiomas clásicos de la ciencia económica, el crecimiento y desarrollo de un país depende del estado de la cultura en investigación básica en ciencia tecnología e innovación. Lo anterior exige rigor en la planeación, diagnóstico, diseño e implementación de políticas públicas educativas que consulten la singularidad histórica y territorial de cada lugar a lo ancho y largo de la nación colombiana y, por el contrario, no sean imposiciones de organismos internacionales al servicio del capitalismo tecnológico y financiero que niegan los saberes ancestrales destruyendo el medio ambiente con extracción del crudo mediante la técnica del fracking, y las necesidades de currículos que den respuesta a las necesidades multiétnicas de la tierra de Macondo.

En línea con los párrafos anteriores, la deuda social educativa en Colombia se hace evidente con la existencia de grupos de niños, adolescentes y adultos con muy bajo nivel educativo o con educación de baja calidad. Ante este panorama, los diseñadores de políticas públicas educativas neoliberales han diseñado planes de choque para el acceso a la educación creando escuelas técnicas gratuitas, ante los altos costos educativos de la pirámide educativa privada, orientadas a formar mano de obra barata no problematizadora para el aparato productivo dominante. En correlato, CINTERFOR:

en la voz de Pedro Daniel Weinberg y de Fernando Casanova plantea para el caso de la formación para el trabajo que nos encontramos ante una crisis del modelo monopólico de formación profesional vinculado a la educación desde que explotó la oferta educativa de formación profesional en los últimos años tanto en el sector público como en el sector privado. El modelo tal como lo conocíamos ha perdido vigencia y hoy estamos ante una demanda diferenciada cuando hablamos de formación profesional. La formación profesional se caracterizó por transmitir habilidades, destrezas y conocimientos tecnológicos para los trabajadores calificados y semicalificados y lo que hoy se necesita es atender a una nueva cultura del trabajo y la producción en la perspectiva de un proceso de formación continua, según los autores (Fernández Pais, pág. 5).

Para finalizar, la profesora Mónica Fernández citando a Pinedo Herrera nos provoca al afirmar que la productividad de una persona en el trabajo aumenta como resultado de la educación, lo que podría contribuir a aumentar sus ingresos salariales. Esto plantea dos cuestiones importantes: ¿la inversión en educación produce un mayor rendimiento que otras formas de inversión y, si es así, de qué tipo? Además, existen importantes vínculos entre los mercados laborales y el sistema educativo.

En realidad, uno de los objetivos de la educación es formar a los estudiantes para el mundo del trabajo o para desarrollar profesionales que beneficien a la sociedad. Pero la nueva pregunta es, ¿para qué tipo de trabajo, formal o informal, dada la educación formal o no formal? ¿Por qué es relevante para el campo formativo de la escuela atender a los intereses, demandas y características del sistema productivo colombiano e internacional?

Si el objetivo general de la educación es humanizar al hombre  y el del trabajo es “crear al hombre”, según Engels, el uso indiscriminado de la tecnología digital viene desplazando la acción humana negando el uso del lenguaje como puente hacia la construcción colectiva de saberes que potencialicen el desarrollo humano, entonces la sentencia de Engels perdería vigencia y se podría expresar en términos de la siguiente pregunta entrado el siglo XXI: ¿Cuál es el impacto del papel de las TIC en la transformación del hombre en mono?

 

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