Gracias a la generosidad de María Elvira Bonilla y el entusiasmo de Elisa Pastrana he venido publicando cada domingo tres notículas de comentarios sobre la realidad del país. Poco a poco he ido pensando que por la confluencia de muchas circunstancias técnicas y de la crisis de lecturabilidad que afecta a todos los medios escritos por el tsunami de las redes, los lectores de “Las 3 del tintero” son infinitamente volubles en número y captabilidad. Sin embargo, el hecho de que el número de seguidores de esas notas se quintuplican cuando ellas tocan temas referentes al binomio Uribe/ Duque y se disminuyen considerablemente cuando toco otros temas generalmente provincianos, enfocados en destapar las ridiculeces de este país, ha terminado por enfrentarme a una crisis de credibilidad en mi oficio de comentarista semanal en este portal de las2orillas.
El libertinaje de las redes o la solvencia irresponsable de la sociedad
ha llevado a reemplazar el razonamiento que se quiere provocar
por una pasión bipolar alimentadora de la opción de venganza
Me he desempeñado como columnista hace más de 50 años. Lo hago diariamente en ADN desde hace más de una década, pero mis lecturas de lunes a viernes sobre la marcha del país no presentan las variables tan rotundas que tienen “Las 3 del tintero” al final de cada semana en este rincón libre del pensamiento. Quizás sea que la evolución de los lectores, el libertinaje de las redes o la solvencia irresponsable de una sociedad esclavizada en su defensa ciega de la comodidad, ha llevado a reemplazar el razonamiento que se quiere provocar por una pasión bipolar alimentadora de la opción de venganza. Todo ello es posible, pero no son más que razones para reforzar mi determinación de hacer una pausa en el camino de comentarista semanal en las2orillas mientras llega el día en que mis restos sean depositados en el mausoleo del Cementerio Museo de San Pedro en Medellín, que sus directivas “inauguran” el 26 de noviembre en una noche de luna llena, al pie de las tumbas de Jorge Isaacs y Tomás Carrasquilla, quienes también se cansaron en su tiempo de lo inútil que es sembrar opiniones en el desierto colombiano.