Con la misma parafernalia de siempre, a puerta cerrada y sin acceso de medios, se realizaba ayer un nuevo consejo de seguridad en el municipio de Corinto. Un nuevo consejo al rosario que se suele acumular en cada periodo de gobierno en el departamento del Cauca, donde la violencia es un lugar común, una presencia casi espectral difícil de conjurar, que aparece y desaparece dejando un rastro de sangre siempre, que se mimetiza entre las montañas inaccesibles, que baja de vez en cuando a poblados y carreteras, y que se hace fuerte en sembrados de marihuana y coca.
Los ciudadanos nos hemos vuelto descreídos en la utilidad efectiva de estos consejos de seguridad, donde se hacen planes, se comparte información y al final se dan unas declaraciones cara al público que quedan muy bien: con voces oficiales y funcionarios que intentan convencer a la opinión pública del avance positivo de las estrategias para controlar el orden público, más el elemento novedoso de la contención de la pandemia.
Sin embargo, a pesar de ese escepticismo, culpa en gran parte del periodo de gobierno anterior con una notable incapacidad en la materia, sabemos que los consejos se deben hacer. Peor sería la indiferencia si no se hiciera ni se dijera nada después de una masacre, de un atentado o del asesinato de un líder social. Eso sería peor, qué duda cabe. A los ciudadanos nos queda la cándida ilusión de que después de una reunión de alto nivel estaremos más seguros que antes. Al menos los funcionarios se han tomado la molestia de venir desde Bogotá para pasar un día bajo el soporífero clima del norte del Cauca, en pleno agosto.
Pero si hacemos uso de una sola chispa de objetividad, sabemos que de ahí solo saldrán pequeñas soluciones a problemas puntuales. Resolver el problema de la violencia y la inseguridad en el Cauca es una utopía que no está al alcance de esos funcionarios que se reunieron en Corinto, ni los que se reúnan en el próximo consejo, ni siquiera los que vengan en el próximo gobierno. El problema del Cauca requiere una intervención estructural de toda la institucionalidad colombiana, porque la violencia y la proliferación de los grupos armados son el simple reflejo de la desigualdad, la pobreza y el abandono estatal de décadas.
Recordemos las palabras del mismo Holmes Trujillo, hoy ministro de Defensa, cuando estaba en la baraja de precandidatos de su partido, en una visita a Popayán: El Cauca requiere no solo una presencia más fuerte del Estado en un territorio históricamente abandonado, sino que se necesita traer al Estado al Cauca. Es decir, traer toda la institucionalidad nacional al departamento para intentar cambiar un rumbo envilecido por la pobreza, el caos, el desgobierno y la inseguridad. Ni más ni menos.
Por lo tanto el problema del Cauca no se solucionará capturando a alias Mayimbú o a cualquiera de las decenas de cabecillas de grupos armados reinventados, de izquierdas o derechas, traficantes o extorsionistas, que asolan este territorio por donde lo miren. Habrá esperanza el día que nuestros jóvenes no se vean empujados por la miseria y la falta de oportunidades a querer ser como Mayimbú o cualquiera de su especie, y dejen de tirarse al monte como una opción válida de vida.