La intervención “humanitaria” contra Venezuela sigue adelante con el golpe de Estado

La intervención “humanitaria” contra Venezuela sigue adelante con el golpe de Estado

"El movimiento democrático y progresista latinoamericano debe estar preparado para enfrentar los desarrollos de la situación política, cualesquiera que ellos sean"

Por: Tiberio Gutiérrez
enero 31, 2019
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La intervención “humanitaria” contra Venezuela sigue adelante con el golpe de Estado
Foto: Instagram @nicolasmaduro

Definitivamente las crisis políticas y económicas tienen aspectos muy positivos que tienen que ver con el desenmascaramiento real de la verdadera identidad de las clases sociales, de los partidos políticos, de las instituciones, de los líderes políticos y de los medios de comunicación que, en épocas de desarrollo normal, asumen una posición democrática en el discurso, en las actitudes y en el comportamiento, pero una vez que se amplían y se profundizan las contradicciones de clase, la crisis del desarrollo político económico y social se encargab de ubicarlos en sus verdaderas proporciones, de tal manera que si antes manifestaban posiciones democráticas, ahora reniegan de su pasado para adherirse al mejor postor, pasando por encima de sus principios y asumiendo con desfachatez su nuevo estado de prostitución política.

Eso es lo que se está viendo ahora con la crisis de Venezuela. Algunos medios de prensa que habían conservado desde su fundación una actitud democrática e independiente han girado ciento ochenta grados a favor del presidente más reaccionario y neofascista en toda la historia de los Estados Unidos.

Tiene uno que estar obnubilado por el vendaval de la arremetida conservadora, arrastrado por la onda criminal del neoliberalismo salvaje, para poder bajar las velas en defensa de la democracia, de la soberanía y de la independencia política y económica de nuestros países en América Latina. Como si estuviéramos navegando en una demencia senil, como si nos hubiera invadido la peste del olvido, ahora ya no reconocemos el carácter criminal y mafioso de casi todos los gobiernos del imperio americano.

Se nos olvidó el robo de Panamá, el golpe a Jacobo Arbenz en Guatemala, la invasión a Santo Domingo, la Dictadura de los Somoza en Nicaragua, la Dictadura del Brasil, las Dictaduras en Argentina y Uruguay, la horrible noche de la Dictadura de Pinochet en Chile, con el asesinato de su Presidente Salvador Allende; el infame bloqueo económico a Cuba socialista, se nos olvidó la OEA como Ministerio de Colonias de los EE. UU., y el Comando Sur del Ejército Norteamericano con sus siete bases militares en Colombia, como la punta de lanza contra cualquier brote de rebeldía y dignidad de los pueblos latinoamericanos; se nos olvidaron los “golpes blandos” en Paraguay, en Honduras, en Perú y en Ecuador, y recientemente en Argentina y en Brasil, donde lograron acabar con la democracia real empleando precisamente los métodos electorales más “democráticos”.

De tal manera que es el momento para refrescar la memoria del olvido. Lo de Venezuela ahora no es más que la repetición corregida y aumentada del bloqueo económico más brutal y criminal del intervencionismo norteamericano. El cuento sibilino de la defensa de la “libertad” y de la “democracia”, a estas alturas del paseo no se lo cree nadie en este mundo que tenga uso de razón y que todavía palpite de indignación frente a las más aberrantes injusticias del mundo; a no ser que estén hablando de la libertad y de la democracia de las trasnacionales para jugar con los “Estados Nacionales” como les da la gana, en este caso concreto para robarse el petróleo, el gas, el oro y el coltán de Venezuela, sin mayores contraprestaciones sociales como en realidad lo han hecho con todos los países de América Latina desde el comienzo mismo de su independencia.

De cuando acá, y con qué autoridad moral y política el gobierno del presidente Trump se da el lujo de poner como presidente encargado de Venezuela al advenedizo y gris personaje de Juan Guaidó, por encima del gobierno constitucional de Venezuela. De cuando acá a este personaje le dio por nombrar embajadores en todo el mundo, así porque sí, pasando sin escrúpulos morales por encima de un pueblo que ha decidido emanciparse de la esclavitud encarnada en el terrorismo imperialista del neoliberalismo salvaje.

Cómo así que el programa del imperialismo a ultranza y de sus adláteres desvergonzados es utilizar a la juventud para dividir la Fuerzas Militares patriotas, unir a la oposición golpista y terrorista contra el Gobierno legítimo y constitucional de Venezuela, y cautivar el apoyo de toda la comunidad internacional, es decir, el apoyo criminal de las multinacionales del imperialismo con el visto bueno del Consejo de Inseguridad de la ONU.

De cuando acá los serviles cipayos de la prensa colonial sudamericana ponen el grito en el cielo desgarrándose las vestiduras por la nota de los “5 mil soldados para Colombia” en la libreta amarilla del asesor de seguridad del Imperio, haciéndose los ingenuos hipócritas de que no tienen idea de lo que corre pierna arriba, cuando afirman cínica y categóricamente que “todas las opciones contra el Gobierno y el pueblo de Venezuela están sobre la mesa”.

Ahí sí claman al cielo para que no vaya a haber una guerra entre Colombia y Venezuela, porque si ya tenemos un problema mayor con los 2 millones de migrantes venezolanos, que podría pasar con la inmensa tragedia de una guerra en la frontera de 2 mil kilómetros con el vecino país?; que se cierren los cercos diplomáticos y se profundice el bloqueo económico y financiero hasta vencerlos por el hambre, que pongan a “chillar” la economía venezolana, porque no es el pueblo colombiano el que está sufriendo el terrorismo del bloqueo económico. Saben muy bien que una guerra con Venezuela sería como incendiar toda la pradera de América Latina volviendo a la parábola de David y Goliat.

Obviamente el movimiento democrático y progresista latinoamericano debe estar preparado para enfrentar los desarrollos de la situación política, cualesquiera que ellos sean, asimilando las enseñanzas pertinentes para continuar con la lucha por la paz, la independencia, la soberanía y la democracia, corrigiendo los errores de organización, burocratismo, corrupción y populismo, y por supuesto, reparando las incoherencias e inconsecuencias en la construcción y desarrollo de un programa democrático de masas. De cualquier manera, a pesar de los errores cometidos, la solidaridad antiimperialista y democrática con el pueblo y el gobierno de Venezuela no tiene discusión.

 

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