En su momento, Donald Trump lanzó un discurso por muchos tomado como lleno de xenofobia y prejuicio en contra del colectivo de mexicanos, lo cual, todos los latinoamericanos, en solidaridad de raza, de color, de sangre, lo asumimos como una agresión común. La reprochamos, la tachamos y la criticamos “vehementemente”.
Ahora, que entre a la coyuntura su protagonista: Paulina Vega, la muy linda barranquillera; elegante, guapa y caribe, muchos –me incluyo- pensamos que una salida inteligente para esa situación sería que ella renunciara a su corona como Miss Universo, cargo que está bajo la sombra del complejo empresarial de Donald Trump.
Si Paulina hubiese renunciado habría dejado un millonario contrato para convertirse en la soberana de la dignidad latinoamericana. Habría abandonado una corona manchada de xenofobia y prejuicios, y se habría colocado la corona del respeto, una corona que la llevaría aún más a hacer parte de la historia de la belleza universal.
Pero no lo hizo, aunque su “jefe” a través de Twitter la llamó “hipócrita”, ella se aferró al contrato, a su labor; ella tomó su decisión y ahora me permito exponer el por qué considero que fue acertado aquel paso:
Haberse sacrificado por Latinoamérica hubiese sido un acto loable. Pero ¿hubiésemos realmente valorado ése acto?
Yo creo que no. Yo, en lugar de criticar inicialmente a Trump por aquellas palabras en contra de los mexicanos –latinoamericanos-, yo concebí que somos los latinos los que llevamos, tejemos, izamos y contoneamos la bandera de la xenofobia contra nosotros mismos. Solemos elegir gobiernos corruptos, pésimos y macabros; que nos empobrecen, gobiernos que garantizan generación tras generación pueblos desiguales, algo ignorantes y lastimeros.
Latino que vende droga, que pelea, que atraca, que insulta, que irrespeta las culturas ajenas, cuando está viviendo en una región diferente a Latinoamérica, sencillamente genera aquel discurso de xenofobia que lanzó Trump.
Si Paulina Vega hubiese renunciado igual seguiríamos –como siempre sucede– eligiendo malos gobiernos, no educando a nuestros hijos, arrojando basura en las calles, destruyendo nuestra calidad de vida… lo que, en conjunto, consecuentemente genera rechazo de la comunidad internacional, y es causal en parte de discursos de xenofobia en contra de nuestro colectivo: latinoamericanos.
Si Vega hubiese dejado su corona, una cosa hubiese cambiado: su situación laboral. Latinoamérica seguiría igual, seguiría ella misma alimentando sentimientos de xenofobia en algunas partes del mundo.
Ahora, aclaro: no comparto el discurso de Trump en contra de mexicanos, pero antes de juzgarlo asumo mi parte de responsabilidad y considero que deberíamos transformar nuestras realidades para que los latinos que lleguen a otras geografías estén más preparados, con más capacidades de las que ya tenemos, reduciría la cultura de la ilegalidad, del todo vale, y, sobre todo, buscaría transformar realidades en Latinoamérica para que no queramos huir de allí.
Trump comete un error con su discurso, pero no está equivocado del todo.
Con todo dicho, en el fondo creo que Paulina fue algo inteligente con su decisión. Aseguró su cargo y, aunque rechazó ser la reina de la dignidad latina, al menos está creciendo en contactos, y tiene empleo.
Aún creo que puede renunciar, pero vuelvo al interrogante ¿eso le servirá a Latinoamérica? ¿Sabremos valorar ese gesto?
@BenvenutoCelli